Banqueros y
publicanos
El protagonista del evangelio de hoy es un jefe de publicanos y
rico. Este término no sugiere al lector actual del evangelio el odio y
desprecio que sentía el pueblo judío hacia los miembros de esta profesión, que
trabajaban al servicio de los romanos y oprimían al pueblo con el cobro de los impuestos.
El antiguo publicano no tiene nada que ver con el banquero actual. Pero el odio
que suscitan los banqueros en mucha gente desde hace unos años ayuda a entender
el evangelio más que una larga exposición histórica sobre los publicanos. Sobre
todo, cuando el banquero se ha enriquecido, mientras quienes depositaron su
dinero en el banco lo han perdido todo o casi todo.
¿Mandamos a todos
los ricos al infierno?
Hasta ahora, en su
evangelio, Lucas no se ha limitado a defender a los pobres y a anunciarles un
futuro definitivo mejor. Ha criticado también con enorme dureza a los ricos. Ha
puesto en boca de María, en el Magníficat, unas palabras más propias de una
anarquista que de una monja de clausura, cuando alaba a Dios porque «derriba
del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, colma de bienes a los
hambrientos y despide vacíos a los ricos.»
Y Jesús
se muestra aún más duro en el Discurso de la llanura (equivalente al Sermón del
Monte de Mateo): «¡Ay de vosotros, los ricos, porque recibís vuestro
consuelo! ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados, porque pasaréis
hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque lloraréis y haréis duelo! (Lc
6,24-25). El
ejemplo más claro del rico que llora y hace duelo es el de la parábola del rico
y Lázaro, que no podrá disfrutar de una eternidad feliz.
¿Significa esto que ningún
rico puede salvarse? El episodio del rico que pretende seguir a Jesús, aunque al
final desiste porque no es capaz de renunciar a su riqueza, demuestra que un
rico puede salvarse si observa los mandamientos (Lc 18,18-23).
¿Qué ocurre cuando se
trata de un rico explotador? La
respuesta la da Lucas en el evangelio de hoy.
El ejemplo
de Zaqueo (Lc 19,1-10)
En aquel tiempo, entró
Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de
publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo
impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una
higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel
sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que
alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos
murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»
Pero Zaqueo se puso en pie
y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres;
y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»
Jesús le contestó: «Hoy ha
sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo
del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»
Breve comentario
1. Jesús no le pide a
Zaqueo que lo invite a comer, le dice que quiere alojarse en su casa. Se
trata de algo mucho más personal. Cuando Jesús continúe su camino, seguirá presente
en la casa y la vida de Zaqueo.
2. La conducta de Jesús
resulta escandalosa. Esta vez no escandaliza a fariseos y escribas, a seglares
piadosos y teólogos rancios, sino a todos sus seguidores y partidarios, que
han aplaudido hasta ahora sus críticas a los ricos.
3. La diferencia entre
Jesús y sus partidarios radica en la forma de considerar al jefe de publicanos.
Mientras Jesús lo considera una persona y lo llama por su nombre («Zaqueo,
baja…»), sus partidarios lo desprecian («un pecador»). Ellos se
dejan guiar por una ideología que condena al rico, mientras que Jesús se guía
por la fe («también Zaqueo es hijo de Abrahán») y por su misión de
buscar y salvar al que se ha perdido. La historia de Zaqueo recuerda las
parábolas del hijo pródigo y de la oveja y la moneda perdidas.
4. La conducta de Zaqueo
supone un cambio radical y muy duro. Sin que Jesús le exija nada, por pura
iniciativa, da a los pobres la mitad de sus bienes y está dispuesto a restituir
cuatro veces si se ha aprovechado de alguno. Zaqueo no es como los banqueros de
las subprime. Y esto es lo que Lucas pretende enseñar: incluso un rico hipotéticamente
injusto puede convertirse y salvarse; pero no basta invitar a Jesús a comer,
debe darse un cambio profundo en su vida, con repercusiones en el ámbito
económico.
5. Finalmente, la conducta
de Jesús con Zaqueo trae a la memoria el refrán castellano: «más moscas se atraen
con una gota de miel que con un barril de hiel». Jesús podía haber criticado y condenado
a Zaqueo. Sus seguidores lo habrían aplaudido una vez más. Y Zaqueo habría seguido
explotando al pueblo.
Un texto precioso
La primera lectura, tomada
del libro de la Sabiduría (11,22-12,2) es un excelente complemento al evangelio.
Muchos piensan que el Dios del Antiguo Testamento es un ser cruel y justiciero,
enemigo despiadado del pecador. Quien lea este texto tendrá que cambiar de idea:
la actitud de Dios es la misma que la de Jesús con Zaqueo.
Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Todos llevan tu soplo incorruptible.
Por eso, corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor.
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