El domingo pasado, el evangelio de Marcos nos presentaba a Jesús enseñando al pueblo, reunido de muy distintos lugares. Inmediatamente después, lo presenta alimentándolo mediante la multiplicación de los panes y peces. Pero este relato no se ha toma hoy de Marcos, sino de Juan, porque los cuatro domingos siguientes los dedica la liturgia a la lectura del discurso del pan de vida, que solo cuenta Juan.
Jesús y Eliseo
Es raro que Juan coincida con los Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) en algún relato. Este de la multiplicación de los panes y los peces es uno de los pocos casos. Y los cuatro evangelios toman como punto de referencia el milagro atribuido a Eliseo en el Antiguo Testamento. Este profeta, rodeado de una comunidad de unos cien hombres, muy pobres, recibió un día como regalo veinte panes de cebada y cierta cantidad de espigas. Teniendo en cuenta las dimensiones de los antiguos panes, no era demasiado difícil sacar un bocadillo para cada uno. Al criado le parecen pocos; pero, en contra de sus dudas, comieron todos y sobró.
En aquellos días un hombre llegó de Baal Salisá, trayendo al hombre de Dios el pan de las primicias, veinte panes de cebada y espigas nuevas en su alforja. Eliseo ordenó: «Dalo a las gentes para que coman». Pero su criado replicó: «¿Cómo voy a poner esto delante de cien hombres?». Él dijo: «Dalo a la gente para que coman, pues esto dice el Señor: Comerán, y sobrará». Se lo sirvió y comieron; y sobró, como había dicho el Señor.
El
milagro de la multiplicación de los panes y los peces está calcado sobre el de
Eliseo, pero aumentando las dificultades. En vez de cien personas son cinco mil
(según Mc, Lc y Jn; Mt añade «sin contar mujeres y niños», lo cual obligaría a
pensar en unos veinte mil). Y en vez de veinte panes, Jesús sólo dispone de
cinco.
A pesar
de todo, igual que Eliseo dijo: «comerán y sobrará», los comensales de Jesús
comen «todo lo que quisieron» y, para demostrar la abundancia, se recogen doce
canastos de sobras de los cinco panes.
Queda claro el poder superior de Jesús. Pero los Sinópticos añaden un detalle importante: este milagro ocurre «en un lugar desierto», y esto trae a la memoria la marcha del pueblo por el desierto, cuando Dios lo alimenta con el maná. Jesús, nuevo Moisés y superior a él, también alimenta a su comunidad (quizá por eso Mt hace mención expresa de las mujeres y niños). Jn desarrollará en el discurso posterior la relación con el maná y con Moisés.
La multiplicación de los panes y peces según Juan
Después Jesús pasó al otro lado del lago de Galilea (o
Tiberíades). La gente lo seguía, porque veían los prodigios que hacía con los
enfermos. Jesús subió al monte y allí se sentó con sus discípulos.
Estaba
cerca la pascua, la fiesta de los judíos. Jesús alzó los ojos y, al ver tanta
gente, dijo a Felipe: «¿Dónde compraremos panes para que coman todos ellos?».
Decía esto para probarlo, pues él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó:
«El sueldo de un año no bastaría para que cada uno de ellos comiera un poco».
Entonces,
uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, dijo: «Aquí hay un
muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces. Pero ¿qué es esto para
tantos?». Jesús dijo: «Decidles que se sienten».
Había mucha
hierba en aquel sitio. Eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio
gracias y los distribuyó entre todos; y lo mismo hizo con los peces. Les dio
todo lo que quisieron.
Cuando se
saciaron, dijo a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que no se
pierda nada». Los recogieron, y llenaron doce canastos de las sobras de los
cinco panes de cebada.
La gente, al ver el milagro que había hecho Jesús, decía: «Éste es el profeta que tenía que venir al mundo». Y Jesús, dándose cuenta de que querían llevárselo para hacerle rey, se retiró otra vez al monte él solo.
A pesar de las semejanzas, el relato de Juan
ofrece notables diferencias con el de los Sinópticos.
1. La indicación temporal falta en los
Sinópticos: «Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.» De este modo, Jn
relaciona la multiplicación de los panes con la fecha de la muerte de Jesús. Jn
no cuenta la institución de la Eucaristía, pero este milagro, ocurrido en la
misma fiesta, simboliza la idea de que Jesús alimenta a su pueblo.
2. La preocupación
por la gente no parte de los discípulos, sino de Jesús. En los Sinópticos, son
ellos quienes se acercan a decirle que despida a la gente para que se busque
algo de comer. En Jn es el mismo Jesús quien toma la iniciativa preguntando a
Felipe cómo resolverán el problema.
3. Lo anterior demuestra que los discípulos
descargan la responsabilidad en el pueblo: son ellos los que tiene que buscarse
de comer. En cambio, Jesús se encarga de darles de comer.
4. Para dejar clara la dificultad del
problema, Felipe indica lo que costaría alimentar a esa gente: 200 denarios. El
denario era el jornal de un campesino; 200 denarios suponen una cantidad muy
grande para un grupo que vive de limosna, como el de Jesús.
5. La
relación entre el milagro de Jesús y el de Eliseo queda especialmente clara en
Juan, ya que, mientras los Sinópticos hablan simplemente de «cinco panes», Juan
indica que son «panes de cebada», como los que regalan a Eliseo.
6. El
momento culminante difiere de manera notable. Los Sinópticos dicen que Jesús «levantando
los ojos al cielo, los bendijo, los partió y los dio a los discípulos para que
los repartieran a la gente». Tres acciones (alzar la mirada, bendecir, partir),
pero quienes reparten el pan a la gente son los discípulos. En Jn, Jesús solo
realiza una acción, dar gracias (euvcaristh,saj); pero lo más importante es que
es él mismo quien distribuye el pan a todos los presentes. Es claro que se
trata de un dato simbólico. Un camarero para cinco mil personas es imposible.
Jn quiere indicar que, en la eucaristía, es Jesús mismo quien nos alimenta.
7. Mateo,
al contar este milagro, omite la referencia a los peces en el momento de la
multiplicación, para subrayar la importancia del pan como símbolo eucarístico.
Juan lo sugiere de forma distinta. La orden de Jesús: «Recoged los trozos sobrantes
para que nada se pierda», la refieren los discípulos sólo a los panes, no se
preocupan de los peces. Es probable que estas palabras de Jesús reflejen la
práctica litúrgica posterior, cuando se pensó que el pan eucarístico no podía
ser tratado como otro cualquiera.
8. La reacción del pueblo y la de Jesús. En los Sinópticos, la gente no es consciente del milagro ocurrido. En Juan, el pueblo se sorprende de lo hecho por Jesús y deduce que es el profeta esperado, semejante a Moisés, que alimentó al pueblo en el desierto. A primera vista, extraña que identifiquen a ese «profeta que iba a venir al mundo» con el futuro rey de Israel. Pero Flavio Josefo habla de profetas que se presentaban en el siglo I con pretensiones regias, mesiánicas. La intención del pueblo es claramente revolucionaria, nombrar un rey que los gobierne distinto del César romano, un rey que los libere. Pero Jesús no comparte ese punto de vista y huye. «Mi reino no es de este mundo», dirá a Pilato.
Un milagro que continúa en un discurso
En los Sinópticos, el milagro está cerrado en sí mismo. En Juan, el milagro supone el punto de partida para el largo discurso que se leerá en los próximos domingos. Es importante recordar este detalle al comentar el texto: se puede subrayar la preocupación de Jesús por la gente, su poder infinitamente superior al de Eliseo, el simbolismo eucarístico, la oposición de Jesús a un mesianismo político… pero hay que dejar claro que el relato es sólo la puerta a un discurso. «Ahora viene lo bueno». El milagro de los panes sirve para presentar a Jesús como el verdadero pan de vida.
Receta para conseguir la unidad (2ª lectura: Efesios 4,1-6)
El domingo pasado, la carta a los Efesios recordaba que Dios reconcilió a judíos y paganos mediante la muerte de Jesús. Pero esa unidad puede resquebrajarse fácilmente. Nos solo entre los dos pueblos, sino también dentro de las comunidades del mismo origen. La experiencia de veinte siglos lo demuestra. Pablo, desde la cárcel, aconseja las actitudes que ayudan a mantener la unidad: humildad, amabilidad, comprensión, sobrellevarse mutuamente, esforzarse en mantener el vínculo de la paz. Así se llegará a ser un solo cuerpo y un solo espíritu, basados en «un Señor, una fe, un bautismo». Este texto recuerda, con palabras muy distintas, el gran deseo de Jesús en su despedida, según el evangelio de Juan: «Padre, que todos sean uno, como tú en mí y yo en ti». Y, en relación con el evangelio, nos recuerda que somos uno todos los que comemos el mismo pan.