A la tercera ola de
calor que padecemos en España se añaden, por obra y gracia del zapping
litúrgico, cinco domingos dedicados a la lectura del evangelio de san Juan: el
discurso del pan de vida, precedido del milagro de la multiplicación de los
panes y los peces.
Después de esto, se fue a Jesús a la otra ribera del mar
de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales
que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía
de sus discípulos. Estaba próxima a la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar Jesús ;os ojos y ver que venía mucha gente,
dice a Felipe: "Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?" Se
lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó:
" Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un
poco." Le uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:
"Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero
qué es eso para tantos?" Dijo Jesús: "Haced que se recueste la gente."
Había en un lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de
unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los
partió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que
quisieron.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: "Recoged
los trozos sobrantes para que nada se pierda."
Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los
trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al
ver la gente la señal que había realizado, decía:" Este es verdaderamente
el profeta que iba a venir al mundo." Dándose cuenta Jesús de que
intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al
monte él solo.
Un caso extraño
Es raro que Juan coincida con los
Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) en algún relato. Este de la multiplicación de
los panes y los peces es uno de los pocos casos, pero conviene advertir los
matices propios de Juan. El primero es la fecha: «Estaba próxima a la
Pascua, la fiesta de los judíos.» Ninguno de los Sinópticos ofrece esta
indicación, que para Juan es muy importante: hace referencia al momento de la
muerte de Jesús. Juan no cuenta la institución de la Eucaristía, pero este
milagro, ocurrido en la misma fiesta, simboliza la idea de que Jesús alimenta a
su pueblo.
Jesús y Eliseo
Uno de los grandes obradores de
milagros en el Antiguo Testamento es el profeta Eliseo. La 1ª lectura recoge
cómo alimentó con veinte panes de cebada a cien personas (teniendo en cuenta
las dimensiones de los antiguos panes, no era demasiado difícil sacar un
bocadillo para cada uno). En contra de las dudas de su criado, comieron todos y
sobró.
Vino un hombre de Baal Salisa y llevó al hombre de Dios
primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco de espiga; y dijo
Eliseo: "Dáselo a la gente para que coman." Su servidor dijo:
"Cómo voy a dar esto a cien hombres?" É dijo: "Dáselo a la gente
para que coman, porque así dice Yahveh: Comerán y sobrará." Se lo dio,
comieron y dejaron de sobra, según la palabra de Yahveh.
El milagro de la multiplicación de
los panes y los peces está calcado sobre el de Eliseo, pero aumentando las
dificultades. En vez de cien personas son cinco mil (los Sinópticos añaden “sin
contar mujeres y niños”, Juan sólo menciona a los varones). Y en vez de veinte
panes, Jesús sólo dispone de cinco. Para dejar clara la dificultad se indica lo
que costaría alimentar a esa gente: 200 denarios. El denario era el salario
diario de un campesino; 200 denarios suponen una cantidad muy grande para un
grupo que vive de limosna, como el de Jesús.
A pesar de todo, igual que Eliseo
dijo: «comerán y sobrará», los comensales de Jesús comen «todo lo que
quisieron» y, para demostrar la abundancia, se recogen doce canastos de sobras.
La relación entre el milagro de
Jesús y el de Eliseo queda especialmente clara en Juan, ya que mientras los
Sinópticos hablan simplemente de “cinco panes”, Juan indica que son “panes de
cebada”, como los que regalan a Eliseo.
Simbolismo eucarístico
Mateo,
al contar este milagro, omite la referencia a los peces en el momento de la
multiplicación, para subrayar la importancia del pan como símbolo eucarístico.
Juan
lo sugiere de forma distinta. La orden de Jesús: "Recoged los trozos sobrantes
para que nada se pierda", la refieren los discípulos sólo a los panes, no
se preocupan de los peces. Es probable que estas palabras de Jesús reflejen la
práctica litúrgica posterior, cuando se pensó que el pan eucarístico no podía
ser tratado como otro cualquiera.
La reacción del pueblo y la reacción de Jesús
En los
Sinópticos, la gente no es consciente del milagro ocurrido. En Juan, el pueblo
se sorprende de lo hecho por Jesús y deduce que es el profeta esperado,
semejante a Moisés, que alimentó al pueblo en el desierto. A primera vista,
extraña que identifiquen a ese «profeta que iba a venir al mundo» con el futuro rey
de Israel. Pero Flavio Josefo habla de profetas que se presentaban en el siglo
I con pretensiones regias, mesiánicas.
La
intención del pueblo es claramente revolucionaria, nombrar un rey que los
gobierne distinto del César romano, un rey que los libere. Pero Jesús no
comparte ese punto de vista y huye.
Un milagro que continúa en un discurso
En los Sinópticos, el milagro está
cerrado en sí mismo. En Juan, el milagro supone el punto de partida para un
largo discurso, que se leerá en los próximos domingos. Es importante recordar
este detalle al comentar el texto: se puede subrayar la preocupación de Jesús
por la gente, su poder infinitamente superior al de Eliseo, el simbolismo
eucarístico, la oposición de Jesús a un mesianismo político… pero hay que dejar
claro que el relato es sólo la puerta a un discurso. «Ahora viene lo bueno».
Pero
Juan, al escribir los discurso de Jesús, los concebía como un desafío para el
lector: no se debían entender a la primera, sino tras diversas lecturas y
continua reflexión. Por desgracia, la mayoría de los fieles no está para muchos
desafíos en el mes de agosto. Sobre todo, si continúa la tercera ola.