El 29 de abril de 2016, a las 8 de la tarde, se
iluminó la Fontana di Trevi, en Roma, como homenaje y recuerdo a los miles de
cristianos martirizados y perseguidos en nuestro tiempo. Mientras escuchaba las
diversas intervenciones, me preguntaba qué dirían las lecturas de la fiesta de
hoy a esos hermanos y hermanas nuestras que se juegan la vida cada vez que
acuden a la celebración de la eucaristía.
Ante
todo, la Ascensión, fiesta que celebra el triunfo de Jesús, les puede recordar
la ascensión de tantos familiares y amigos muertos, a los que ya no pueden ver,
pero que han triunfado y siguen estando muy presentes. En segundo lugar, que la
persecución y la muerte no pueden encerrarlos en sus casas muertos de miedo;
deben animarse, recordando que a los primeros discípulos la pasión y muerte de
Jesús los impulsó a predicar el evangelio al mundo entero. Por último, pedir esa
“fuerza de lo alto”, la fuerza del Espíritu, que Jesús les promete.
Una sola cadena de
televisión con dos visiones muy distintas
Los dos textos principales de la misa de hoy
(Hechos de los Apóstoles y evangelio de Lucas) se prestan a una interpretación
muy simplista, como si el monte de los Olivos fuese una especie de Cabo
Cañaveral desde el que Jesús sube al cielo como un cohete. Cualquier cadena de
televisión que hubiera filmado el acontecimiento habría ofrecido la misma
noticia, aunque hubiera variado el encuadre de las cámaras.
En este caso solo hay presente una cadena de
televisión: la de Lucas. A los otros evangelistas parece no haberles interesado
la noticia. Pero Lucas ha elaborado dos programas sobre la Ascensión, uno en el
evangelio y otro en los Hechos, y cuenta lo ocurrido de manera muy distinta,
con notables diferencias. Eso demuestra que para él lo importante no es el
hecho histórico sino el mensaje que desea transmitir. Tanto el evangelio como
Hechos podemos dividirlos en dos partes: las palabras de despedida de Jesús y
la ascensión. Para no alargarme, omito la introducción al libro de los Hechos.
Palabras de despedida de Jesús
En el evangelio, Jesús dice a
los discípulos que su pasión, muerte y resurrección estaban anunciadas en las
Escrituras (“Así estaba escrito” se refiere a los libros atribuidos a Moisés y
los profetas). Por consiguiente, lo ocurrido no debe escandalizarlos ni
hacerles perder la fe. Todo lo contrario: deben predicar la penitencia y el
perdón a todos los pueblos. Para llevar a cabo esa misión necesitan la fuerza
del Espíritu Santo, que deben esperar en Jerusalén.
«Así
estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer
día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a
todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de
esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la
ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
En el libro de los Hechos se repite lo esencial, esperar al Espíritu Santo,
pero se añaden dos temas: la preocupación política de los discípulos y la idea
de ser testigos de Jesús en todo el mundo (cosa que en el evangelio sólo se
insinuaba).
Una vez que
comían juntos, les recomendó:
- «No
os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la
que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros
seréis bautizados con Espíritu Santo.»
Ellos
lo rodearon preguntándole:
-
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»
Jesús
contestó:
- «No
os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido
con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis
fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta
los confines del mundo.»
La ascensión: dos
relatos muy distintos
Versión del
evangelio
Después los sacó hacia
Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó
de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se
volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo
bendiciendo a Dios.
Versión de Hechos
Dicho esto, lo vieron
levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos
al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que
les dijeron: - «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El
mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto
marcharse. »
ü En el Evangelio, Jesús
bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).
ü En Hechos una nube oculta a
Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).
ü En el evangelio, los
discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).
ü En el evangelio vuelven a
Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco.
Dadas estas diferencias,
¿cuál es el mensaje que pretende transmitir Lucas?
La explicación hay que buscarla en la línea de la
cultura clásica greco-romana, en la que se mueve Lucas y la comunidad para la
que él escribe. También en ella hay casos de personajes que, después de su
muerte, son glorificados de forma parecida a la de Jesús. Los ejemplos que
suelen citarse son los de Hércules, Augusto, Drusila, Claudio, Alejandro Magno
y Apolonio de Tiana. Estos ejemplos confirman que los relatos tan escuetos de
Lucas no debemos interpretarlos al pie de la letra, como han hecho tantos
pintores, sino como una forma de
expresar la glorificación de Jesús. El final largo del evangelio de
Marcos subraya este aspecto al añadir que, después de la ascensión, Jesús “se
sentó a la derecha de Dios”.
La ascensión en la cultura greco-romana.
Por si a alguno le interesa, copio
los textos clásicos.
A propósito
de Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules...
se fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una
pira, subió y ordenó que la encendiesen (...) Mientras se consumía la pira
cuenta que una nube se puso debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde
entonces alcanzó la inmortalidad...” (II, 159-160).
Suetonio
cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en esta ocasión un expretor que declaró
bajo juramento que había visto que la sombra de Augusto, después de la
incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto,
100).
Drusila,
hermana de Calígula, pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40.
Entonces Calígula consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó
que la adorasen con el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que
a Venus. El senador Livio Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de
Drusila al cielo, recibió en premio un millón de sestercios.
De
Alejandro Magno escribe el Pseudo Calístenes: “Mientras decía estas y otras
muchas cosas Alejandro, se extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran
estrella descendente del cielo hasta el mar acompañada por un águila, y la
estatua de Babilonia, que llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de
nuevo al cielo y la acompañó el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo,
en ese momento se durmió Alejandro en un sueño eterno" (Libro III, 33).
Con
respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue
encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y,
tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su
acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al
entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y
que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha”
(Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).
Sobre la
nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma
I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y,
elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.
Resumen
Ante la ascensión no debemos tener
sentimientos de tristeza, de abandono o soledad. Como dice el evangelio, la
marcha de Jesús debe provocar una gran alegría y el deseo de bendecir a Dios.
Porque lo que celebramos es su triunfo, como demuestran los textos de la
cultura greco-romana en los que se inspira Lucas. Me viene la imagen del acto
de fin de carrera, cuando el estudiante recibe su diploma y la familia y amigos
lo acompañan llenos de alegría.
Al mismo tiempo, las palabras de despedida de Jesús nos
recuerdan dos temas capitales: el don del Espíritu Santo, que celebraremos de
modo especial el próximo domingo, de Pentecostés, y la misión “hasta el fin del
mundo”. Aunque estas palabras se refieren ante todo a la misión de los
apóstoles y misioneros, todos nosotros debemos ser testigos de Jesús en
cualquier parte del mundo. Para eso necesitamos la fuerza del Espíritu, y eso
es lo que tenemos que pedir.
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