Algunos obispos y cardenales descontentos con el Papa Francisco dicen de
él, con cierto desprecio, que “no es un teólogo”. Les convendría saber lo que
piensa Jesús de quienes presumen de teólogos y de sabios.
El contexto del evangelio
En los tres domingos anteriores
(11-13) hemos leído unos fragmentos del discurso de Jesús a los apóstoles
cuando los envía de misión (Mt 10). No se cuenta la vuelta de los discípulos ni
el resultado de su actividad. En los capítulos siguientes (Mt 11-12) se cuentan
episodios muy distintos que ayudan a definir la figura de Jesús y describen las
distintas reacciones que provoca su persona y su actividad.
¿Es realmente el Mesías esperado?
Juan Bautista duda, y envía a sus discípulos a preguntar si tienen que esperar
a otro. Los de Corozaín y Betsaida no se dejan afectar por su predicación, se
niegan a convertirse. Los fariseos lo acusan de infringir la ley y el sábado,
deciden matarlo y dicen que está endemoniado.
Sin embargo, en medio de todos estos
que desconfían, se desinteresan o se oponen a Jesús, hay un grupo que lo acepta
por dos motivos muy distintos: por revelación de Dios, y porque, desde un punto
de vista religioso, se sienten agobiados, cargados, y encuentran alivio en Jesús
y su mensaje. Al final, este grupo aparecerá como la familia de Jesús, sus
hermanos, sus hermanas y su madre.
Sabios y sencillos
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque
has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la
gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo me lo, ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo
más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo
se lo quiera revelar.
Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y
yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón; y encontraréis vuestro. descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi
carga ligera.
En el pasaje de hoy, Jesús ve que la
gente se divide ante él, y las cataloga en dos grupos. El de los "sabios y
entendidos", que tienen una sabiduría humana, y por eso se escandalizan de
Jesús o lo rechazan. Y el de la "gente sencilla", sin prejuicios, a
la que Dios puede revelarle algo nuevo porque no creen saberlo todo. Esta gente
acepta que Jesús es el Mesías aunque no imponga la religión a sangre y fuego;
acepta que es el enviado de Dios aunque coma, beba y trate con gente de mala
fama; se deja interpelar por su palabra y enmienda su conducta. Esto, como la
futura confesión de Pedro, es un don de Dios. La capacidad de ver lo bueno, lo
positivo, lo que construye. Los sabios y entendidos se quedan en
disquisiciones, matices, análisis, y terminan sin aceptar a Jesús.
Para estas
personas sencillas, la gran ventaja es que, a través de Jesús, van a conocer a
Dios. Él se lo revelará, porque es el único que puede hacerlo. Pero esta
revelación del Padre no es algo abstracto, teórico. Es un respiro para los
rendidos y abrumados por el yugo de las leyes y normas que les imponen las
autoridades religiosas.
Estos versículos contienen un
dinamismo muy curioso: el Padre revela al Hijo, el Hijo revela al Padre, pero
el gran beneficiado es el hombre que acoge esa revelación; se ve libre de una
imagen legalista, dura, agobiante, de Dios y de la religión. Su piedad, al
hacerse más divina, se hace más humana.
Un rey sencillo, pero de
inmenso poder
La primera lectura, que parece un
poco traída por los pelos, es sin embargo muy interesante. Habla del rey
futuro, esperado, en una época en la que no hay rey en Judá y la monarquía
parece un sueño. En la segunda parte del poemita se dicen de ese rey cosas
maravillosas. Se le atribuyen acciones que textos proféticos anteriores
atribuían al mismo Dios: destruir los ejércitos de Israel y dictar la paz a las
naciones. Es una forma de decir que será un rey excepcional, cuasi divino. Pero
la primera parte subraya que, al mismo tiempo, será un rey manso, humilde, montado
en un borrico, como los antiguos patriarcas, no como Alejandro Magno en su
caballo Bucéfalo. (Muchos autores piensan que el profeta se inspiró en el paso
de Alejandro por Palestina, camino de Egipto, para ofrecer una imagen muy
distinta del monarca que esperaba.)
Lectura de la profecía de
Zacarías 9, 9-10
Así dice el Señor:
Alégrate, hija de Sión; canta,
hija de Jerusalén;
mira a tu rey que viene a ti
justo y victorioso;
modesto y cabalgando en un
asno, en un pollino de borrica.
Destruirá los carros de Efraín,
los caballos de Jerusalén,
romperá los arcos guerreros,
dictará la paz a las naciones;
dominará de mar a mar, del Gran
Río al confín de la tierra.
El contraste en Alejandro Magno y Jesús
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