La liturgia católica celebra tres
misas el día de Navidad: la de la noche, la del alba y la del día. En las dos
primeras se lee el evangelio de Lucas; en la tercera, el prólogo de Juan. Ya
que el prólogo vuelve a leerse en el segundo domingo después de Navidad, me
limito a las lecturas de Lucas. La de la noche recuerda el nacimiento de Jesús
y el anuncio del ángel a los pastores; la de la aurora, la visita de los
pastores al niño.
¿Pasó
desapercibido el nacimiento de Jesús?
Desde un punto
de vista histórico, el nacimiento de Jesús debió de pasar totalmente
desapercibido fuera del ámbito familiar y de las amistades más cercanas. Como ocurre
con el nacimiento de cualquier niño en un pueblecito pequeño.
Sin embargo,
cuando se escriben los evangelios, unos cuarenta años después de su muerte,
Jesús no es para sus seguidores un hombre cualquiera: es el Mesías prometido,
el salvador, el enviado de Dios, el camino la verdad y la vida… De acuerdo con
la mentalidad de algunos historiadores paganos de la época, el nacimiento de un
personaje excepcional no puede pasar desapercibido. Suetonio habla de los
prodigios ocurridos en el cielo cuando nace un futuro emperador romano. Algo parecido
ocurre en los evangelios de Mateo y Lucas. Ellos quieren indicarnos la
importancia que tuvo el nacimiento de Jesús. Pero lo hacen con dos puntos de
vista muy distintos.
Mateo,
admirado de que Jesús esté teniendo tanto éxito entre los paganos, mientras su
propio pueblo no lo acepta mayoritariamente, retrotrae ese contraste a la venida
de los magos de oriente, que realizan un largo viaje para adorar al Mesías,
mientras Herodes, los sacerdotes y los escribas, que saben dónde tenía que
nacer y estaban a solo nueve kilómetros de distancia, no dan un paso en su
busca, e incluso intentan matarlo.
Lucas elige un
enfoque muy distinto: quiere indicar desde el primer momento que el
cristianismo no es una religión para intelectuales, poderosos y ricos. Y toma
como punto de partida a un grupo de pastores, de vida muy dura (pasan la noche
a la intemperie, vigilando el rebaño) y odiados por los campesinos. Ellos no
ven una estrella, como los magos de Mateo, se les aparece un ángel y les
transmite un mensaje desconcertante: ha nacido el Mesías, pero no está en un
palacio, sino acostado en un pesebre.
Al lector
moderno, la aparición del ángel y la posterior aparición de una legión del
ejército celeste cantando “Gloria a Dios en el cielo…” le resulta más cercana a
un cuento de Navidad que a la realidad histórica. Pero hace veinte siglos la
forma de contar era distinta, y para Lucas esta es la mejor forma de sugerir
que el nacimiento de Jesús es algo maravilloso.
El
ejemplo de los pastores
En
la misa de la aurora el protagonismo es por completo de los pastores. Hablan
entre ellos, cuentan lo dicho por el ángel, se vuelven alabando a Dios. María y
José no dicen una palabra. Pero lo más admirable es el comentario de Lucas: “Los
pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y
oído; todo como les habían dicho”. ¿Qué han visto y oído? Oído, nada. Visto, un
niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Las
casas populares de la época tenían a menudo una habitación amplia, en la que se
guardaban los animales por la noche, y otra en la que dormía la familia. Cuando
la casa tenía dos plantas, en la de abajo quedaban los animales y en la de
arriba las personas. La posada de la que habla Lucas debía ser algo parecido. Y
el evangelista sugiere que María, por ser pobre, tuvo que dar a luz junto a los
animales y acostar a su hijo en un pesebre. La escena no difiere mucho de las
que observamos a menudo en televisión a propósito de familias migrantes. A todos
nos inspiran compasión, todos pensamos: “No hay derecho a que esta pobre gente
padezca esta situación inhumana”. Sin embargo, la reacción de los pastores es
muy distinta: se vuelven dando gloria y alabanza a Dios por lo que han visto y
oído. ¿Son tontos los pastores? ¿Son insensibles ante las necesidades ajenas?
En
la obra de Lucas (Evangelio y Hechos de los apóstoles) los pastores son los
primeros misioneros. Adviértase la curiosa frase: “Todos los que lo oían se
admiraban de lo que decían los pastores”, sugiriendo que tenían un auditorio
mucho más amplio que el de José y María. Y estos misioneros anuncian, como los
ángeles, una inmensa alegría, pero en medio de la mayor debilidad y pobreza. Algo
muy difícil de entender y de creer. Por eso, Lucas nos propone también el
ejemplo de María, que “conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”.
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