A
Jesús nadie era capaz de callarlo. Ni los sabihondos escribas, ni los piadosos
fariseos, por no hablar de sacerdotes y políticos. La única persona que lo
calló fue una mujer. Y encima, pagana.
El Mesías antipático y la pagana insistente
Para entender la versión que ofrece
Mateo de este episodio hay que conocer la de Marcos, que le sirve como punto de
partida.
Marcos cuenta una escena más
sencilla. Jesús llega al territorio de Tiro, entra en una casa y se
queda en ella. Una mujer que tiene a su hija enferma, acude a Jesús, se postra
ante él y le pide que la cure. Jesús le responde que no está bien quitar el pan
a los hijos para echárselo a los perritos. Ella le dice que tiene razón, pero
que también los perritos comen de las migajas de los niños. Y Jesús: «Por eso que has dicho, ve, que el demonio
ha salido de tu hija».
Mateo describe una escena más
dramática cambiando el escenario y añadiendo detalles nuevos, todos los que
aparece en cursiva y rojo en el texto siguiente.
«En
aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una
mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
― Ten
compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.
Él no le
respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
―
Atiéndela, que viene detrás gritando.
Él les
contestó:
― Sólo me
han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.
Ella los
alcanzó y se postró ante él, y le pidió:
― Señor,
socórreme.
Él le contestó:
― No está bien
echar a los perros el pan de los hijos.
Pero ella
repuso:
― Tienes razón,
Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los
amos.
Jesús le
respondió:
― Mujer,
qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.
En aquel
momento quedó curada su hija.
Los cambios que introduce Mateo
ü El encuentro no tiene lugar dentro de la
casa, sino en el camino. Esto le permite presentar a Jesús y a los discípulos
andando, y la cananea detrás de ellos.
ü La cananea no comienza postrándose ante
Jesús, lo sigue gritándole: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de
David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Pero Jesús, que siempre muestra
tanta compasión con los enfermos y los que sufren, no le dirige ni una palabra.
ü La
mujer insiste tanto que los discípulos, muertos de vergüenza, le piden a Jesús
que la atienda. Y él responde secamente: «Sólo me han enviado a las ovejas
descarriadas de Israel.»
ü La
cananea no se da por vencida. Se adelanta, se postra ante Jesús, obligándole a
detenerse, y le pide: «Señor, socórreme». Vienen a la mente las palabras de Mt 6,7: «Cuando
recéis, no seáis palabreros como los paganos, que se imaginan que por hablar
mucho les harán más caso». Esta pagana no es palabrera; pide como una cristiana.
Imposible mayor sobriedad.
ü Sigue
el mismo diálogo que en Marcos sobre el pan de los hijos y las migajas que
comen los perritos.
ü Pero
el final es muy distinto. Jesús, en vez de decirle que su hija está curada, le
dice: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
Estos
cambios se resumen en la forma de presentar a Jesús y a la cananea.
1) A
Jesús lo presenta de forma antipática: no responde una palabra a pesar de que
la mujer va gritando detrás de él; parece un nacionalista furibundo al que le
traen sin cuidado los paganos; es capaz de avergonzar a sus mismos discípulos.
2) En
la mujer, acentúa su angustia y su constancia. Ella no se limita a exponer su
caso (como en Marcos), sino que intenta conmover a Jesús con su sufrimiento:
«Ten compasión de mí, Señor», «Señor, socórreme». Y lo hace de manera
insistente, obstinada, llegando a cerrarle el paso a Jesús, forzándolo a
detenerse y a escucharla.
Ni obstinación ni
sabiduría, fe
Jesús
podría haberle dicho: «¡Qué pesada eres! Vete ya, y que se cure tu hija». O
también: «¡Qué lista eres!» Pero lo que alaba en la mujer no es su obstinación,
ni su inteligencia, sino su fe. «¡Qué grande es tu fe!». Poco antes, a Pedro,
cuando comienza a hundirse en el lago, le ha dicho que tiene poca fe. Poco más
adelante dirá lo mismo al resto de los discípulos. En cambio, la pagana tiene
gran fe. Y esto trae a la memoria otro pagano del que ha hablado antes Mateo:
el centurión de Cafarnaúm, con una fe tan grande que también admira a Jesús.
Con algunas mujeres no puede ni Dios
El episodio de la cananea recuerda a otro
aparentemente muy distinto: las bodas de Caná. También allí encontramos a un
Jesús antipático, que responde a su madre de mala manera cuando le pide un
milagro (las palabras que le dirige siempre se usan en la Biblia en contexto
de reproche), y que busca argumentos teológicos para no hacer nada: «Todavía no ha llegado mi hora». Sólo le interesa respetar el plan de
Dios, no hacer nada antes de que él se lo ordene o lo permita.
En el caso de la cananea, Jesús
también se refugia en la voluntad y el plan de Dios: «Sólo
me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.» Yo no puedo hacer algo
distinto de lo que me han mandado.
Sin
embargo, ni a María ni a la cananea les convence este recurso al plan de Dios.
En ambos casos, el plan de Dios se contrapone a algo beneficioso para el
hombre, bien sea algo importante, como la salud de la hija, o aparentemente
secundario, como la falta de vino. Ellas están convencidas de que el verdadero
plan de Dios es el bien del ser humano, y las dos, cada una a su manera,
consiguen de Jesús lo que pretenden.
Gracias
a este conocimiento del plan de Dios a nivel profundo, no superficial, Isabel
alaba a María «porque creíste» y Jesús a la cananea «por tu gran fe».
En
realidad, el título de este apartado se presta a error. Sería más correcto:
«Dios, a través de algunas mujeres, deja clara cuál es su voluntad». Pero
resulta menos llamativo.
«Sólo me han enviado a
las ovejas descarriadas de Israel.»
Con
estas palabras pretende justificar Jesús su actitud con la cananea. Si los
discípulos hubieran sido tan listos como la mujer, podrían haber puesto a Jesús
en un apuro. Bastaba hacerle dos preguntas:
1) «Si
sólo te han enviado a las ovejas descarriadas de Israel, ¿por qué nos has
traído hasta Tiro y Sidón, que llevamos ya un montón de días hartos de subir y
bajar cuestas?»
2)
«Si sólo te han enviado a las ovejas descarriadas de Israel, ¿por qué curaste
al hijo del centurión de Cafarnaúm, y encima lo pusiste como modelo diciendo
que no habías encontrado en ningún israelita tanta fe?»
Como
los discípulos no preguntaron, no sabemos lo que habría respondido Jesús. Pero
en el evangelio de Mateo queda claro desde el comienzo que Jesús ha sido
enviado a todos, judíos y paganos. Por eso, los primeros que van a adorarlo de
niño son los magos de Oriente, que anticipan al centurión de Cafarnaúm, a la
cananea, y a todos nosotros.
Primera lectura y
evangelio
La primera lectura ofrece un punto de
contacto con el evangelio (por su aceptación de los paganos), pero también una
notable diferencia. En ella se habla de los paganos que se entregan al Señor
para servirlo, observando el sábado y la alianza. Como premio, podrán ofrecer
en el templo sus holocaustos y sacrificios y serán acogidos en esa casa de
oración. La cananea no observa el sábado ni la alianza, no piensa ofrecer un
novillo ni un cordero en acción de gracias. Experimenta la fe en Jesús de forma
misteriosa pero con una intensidad mayor que la que pueden expresar todas las
acciones cultuales.
Lectura
del libro de Isaías 56, 1. 6-7
Así dice el Señor:
«Guardad el derecho, practicad la justicia, que mi salvación
está para llegar, y se va a revelar mi victoria. A los extranjeros que se han
dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus
servidores, que guardan el sábado sin profanarlo y perseveran en mi alianza,
los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa de oración, aceptaré sobre
mi altar sus holocaustos y sacrificios; porque mi casa es casa de oración, y
así la llamarán todos los pueblos.»
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