El domingo
pasado, el evangelio de Mateo nos presentaba a Jesús recorriendo Galilea y
anunciado la buena noticia del Reinado de Dios. A partir de hoy, hace que los
oyentes se reúnan en un gran auditorio al aire libre, se sienten en torno a
Jesús, y escuchen el programa de ese reino de Dios: el "Sermón del monte”.
La selección del auditorio
Jesús no es un político que quiere
ganar votos a todo precio, engañando y haciendo promesas que no cumplirá. Desea
dejar claro quiénes sintonizarán con su proyecto y quiénes no. Para que no se
llamen a engaño. Y eso lo expone, al principio de todo, en las
bienaventuranzas.
En aquel
tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron
sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los
que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los
sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los
que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los
que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los
perseguidos por causa de la justicia, porque de
ellos es el reino de los cielos.
Dichosos
vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo
por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande
en el cielo.
Las
bienaventuranzas proponen valores desconcertantes
Si Jesús dijera:
“Dichoso el que tiene buena salud, el que gana lo suficiente para vivir, el que disfruta con su familia…” no
habría necesitado justificar esas afirmaciones. Cualquier persona habría estado
de acuerdo. Sin embargo, Jesús proclama dichosa a gente que sufre, llora, es
perseguida… Por eso, cada bienaventuranza va seguida de una justificación: «porque
de ellos es el reino de los cielos», «porque ellos serán consolados», etc. El
premio prometido en la primera y última es «el Reino de los cielos». En
realidad, todas las otras se refieren también a ese Reino de Dios, sólo que
fijándose en determinados aspectos concretos. Este premio no podemos
interpretarlo solo como algo de la otra vida. Comienza a realizarse en esta.
Dicho en palabras sencillas, todas esas personas son dichosas porque pueden
formar parte de la comunidad cristiana (Reino inicial de los cielos) y, más
tarde, del Reino definitivo de Dios.
Las
bienaventuranzas no son una carrera de obstáculos
La mención de los pobres, los que
lloran, los sufridos… puede crear una sensación de malestar, como si tuviéramos
que pasar por todas esas situaciones para formar parte del reinado de Dios. Las
bienaventuranzas se nos convierten en una terrible carrera de obstáculos, donde
tras cada valla nos espera la siguiente.
Las
bienaventuranzas, ocho puertas para entrar al Reino de Dios
Antonio
Barluzzi, el arquitecto italiano que diseñó la Basílica de las bienaventuranzas
en 1939, tuvo la bella idea de una planta octogonal, y en cada lado una gran
ventana por la que se puede contemplar el paisaje exterior. Sin embargo, las
bienaventuranzas no son ventanas para mirar lo que ocurre fuera, sino puertas
abiertas por las que se puede entrar a escuchar y seguir a Jesús.
Encima de cada puerta hay una
inscripción con la bienaventuranza correspondiente. A veces el sentido del
texto resulta discutible (Jesús habló en arameo, luego se tradujo al griego, y
ahora lo retraducimos a nuestras lenguas). Hace falta un guía turístico que nos
aclare las dudas, dentro de lo posible.
Al final, el guía te dejará solo
delante del edificio. Da una vuelta en torno a él y elige la puerta que más se
adecue a tu situación. Quizá encuentres varias. Si no encuentras ninguna,
cuélate a escuchar lo que dirá Jesús los próximos días. Seguro que te convence.
Resumen
Las bienaventuranzas nos dicen qué
personas pueden entender y aceptar el mensaje de Jesús, incorporándose a la
comunidad cristiana.
Por consiguiente, las
bienaventuranzas no son, ante todo, un código de conducta moral que dice:
"así tienes que actuar si quieres ser cristiano". Es más bien una
exposición de situaciones y de actitudes ante la vida que permiten entender el
evangelio y entusiasmarse con las palabras de Jesús.
La bienaventuranza no dice: "Sufre, para poder entrar en el
Reino de Dios".
Dice:
"Si sufres, no pienses que tu sufrimiento es absurdo; te permite entender
el evangelio y seguir a Jesús".
No
dice: "Procura que te desposean de tus bienes para actuar de
forma no violenta".
Dice:
"Si respondes a la violencia con la no violencia, no pienses que eres
estúpido, considérate dichoso porque actúas igual que Jesús".
No
dice: "Procura que te persigan por ser fiel a Dios".
Dice:
"Si te persiguen por ser fiel a Dios, dichoso tú, porque estás dentro del
Reino de Dios".
Pero, al tratarse de los valores que
estima Jesús, no cabe duda de que las bienaventuranzas se convierten también en
un modelo de vida que debemos esforzarnos por imitar. Después de lo que dice
Jesús, no podemos permanecer indiferentes ante actitudes como la de prestar
ayuda, no violencia, trabajo por la paz, lucha por la justicia, etc. El
cristiano debe fomentar esa conducta. Y el resto del Sermón del Monte le
enseñará a hacerlo en distintas circunstancias.
COMPLEMENTOS
Ofrezco dos enlaces sobre las
bienaventuranzas: una conferencia (con una introducción al Sermón del Monte) y
una presentación de PowerPoint.
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