"Si un ciego guía a otro ciego..."
La última parte
del “Discurso de la llanura” desconcierta por la variedad de personajes que
aparecen: dos ciegos, un discípulo y su maestro, dos miembros de la comunidad,
un hombre bueno y otro malo; uno inteligente, que construye su casa sobre roca,
otro insensato, que la edifica sobre arena. Y también son muy diversas las
imágenes: un hoyo, la mota y la viga en el ojo, el árbol sano y el árbol
podrido; higos y zarzas, uvas y espinos.
Evidentemente, se trata de frases de Jesús pronunciadas en diversos momentos y circunstancias. Sin embargo, pueden relacionarse con el tema que preocupa a Lucas, leído el domingo pasado: “no juzguéis, no condenéis”.
Cuatro errores que debes evitar
1. Si te consideras con buena vista para juzgar y condenar a los demás, te equivocas. Estás ciego. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caen en el hoyo.
¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
2. Si te consideras muy listo y bien preparado para juzgar y condenar a los demás, te equivocas. No eres un catedrático, sino un alumno de 1º. A lo más que puedes aspirar, después de mucho esfuerzo, es a ser como el catedrático.
Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
3. Si te consideras digno de juzgar y condenar a los demás, te equivocas y eres un hipócrita. Tus fallos son mucho mayores. La viga de tu ojo es mucho más grande que la mota en el ojo de tu hermano y te impide ver bien.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
4. Si piensas que cuando juzgas y criticas a los demás lo único que haces es disfrutar o hacerles daño, te equivocas. Te haces daño a ti mismo, porque las palabras que salen de tu boca dejan al descubierto la maldad de tu corazón. [En esta última comparación del árbol bueno y el malo, cada uno con sus frutos, la clave está en las palabras finales: “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Del hombre bueno nunca saldrán críticas, juicios malévolos ni murmuraciones; solo saldrá perdón y generosidad. En cambio, quien critica, juzga, murmura, revela que tiene el corazón podrido.]
No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca».
1ª lectura: ¿Quieres saber cómo es una persona? (Eclesiástico 27,5-8)
Este
breve texto, desconcertante a primera vista, resulta claro cuando lo
relacionamos con las palabras del evangelio: “De lo que rebosa el corazón habla
la boca”. ¿Quieres saber cómo es una persona? Fíjate en lo que hace la gente de
tu entorno (estamos en el siglo II a.C.).
Cuando quiere separar el trigo de la paja,
criba.
Cuando quiere probar una vasija de barro, la
mete en el horno del alfarero.
Cuando quiere saber si un árbol es bueno,
mira sus frutos.
Cuando tú quieras conocer a fondo a una persona fíjate en cómo razona y en lo que dice. “De lo que rebosa el corazón habla la boca”.
Se agita la criba y queda el desecho,
así el desperdicio del hombre cuando es examinado.
El horno prueba la vasija del alfarero,
el hombre se prueba en su razonar.
El fruto muestra el cultivo de un árbol,
la palabra, la mentalidad del hombre.
No alabes a nadie antes de que razone,
porque esa es la prueba del hombre.
Reflexión
El
“Discurso de la llanura”, aunque no tenga la fama del “Sermón del monte” de
Mateo, es un resumen muy bueno de la actitud que debemos tener ante enemigos y
hermanos. Generalmente se recuerda el amor a los enemigos. Pero es frecuente olvidar
el amor a los otros miembros de la iglesia, la obligación de no juzgar ni
condenar a quienes piensan o actúan de forma distinta.
El
carácter tan radical de algunas afirmaciones requiere explicación. Quien lo
desee puede consultar mi comentario El evangelio de Lucas. Una imagen
distinta de Jesús (Verbo Divino, 2021), pp. 187-203.
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