María inmaculada no significa que sea virgen
El
dogma católico no está pensado para gente sencilla, y es fácil que la gente
termine confundiendo los términos. Muchos relacionan “inmaculada” con “virgen
antes del parto, en el parto y después del parto”. No tienen nada que ver.
Inmaculada significa “sin mancha del pecado original”. Como dice la oración
después de la comunión: María fue preservada, en el momento de su concepción, de
los efectos del primer pecado (el de Adán y Eva), con los que nacemos todos los
demás.
Este Hijo se merece la mejor madre
La
idea que impulsó este dogma se encuentra en la oración inicial: “Oh Dios, que
preparaste a tu Hijo una digna morada”. Idea que se desarrolla
ampliamente en el Prefacio: “Libraste a la Virgen María de toda mancha de
pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna madre
de tu Hijo… Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el
Cordero inocente que quita el pecado del mundo…”.
El problema
Aunque
lo anterior parezca lógico, a los teólogos les planteaba un gran problema:
¿cómo podía alguien estar libre de pecado antes de que Cristo muriese, si es él
quien nos redime del pecado con su muerte? Así se explica que, en la Edad
Media, grandes teólogos como San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino,
estuviesen en contra de la idea de que María nació sin la mancha del pecado
original. En siglos posteriores hubo grandes debates y enfrentamiento sobre el
tema, aunque cada vez fue mayor el número de sus partidarios, especialmente en
España.
La solución
Curiosamente,
en la declaración del dogma influirá, al menos indirectamente, la rebelión de
los romanos en 1849, deseosos de instaurar la República. Pío IX se vio obligado
a huir de los Estados Pontificios, refugiándose en Gaeta. Según el historiador
Louis Baunard, fue el cardenal Luigi Lambruschini quien lo animó a proclamar el
dogma: “Beatísimo Padre, Usted no podrá curar el mundo sino con la proclamación
del dogma de la Inmaculada Concepción. Sólo esta definición dogmática podrá
restablecer el sentido de las verdades cristianas y retraer las inteligencias
de las sendas del naturalismo en las que se pierden”. Pío IX estuvo de acuerdo,
pero antes quiso recabar la opinión del episcopado universal, que me manifestó
de acuerdo. El dogma fue proclamado en 1854.
Buscando una base bíblica
Un
dogma debe fundamentarse en la Escritura. Y los dos textos que se adujeron son
los que tenemos en la primera lectura y el evangelio. En el texto del Génesis,
después de maldecir a la serpiente, Dios dice: “Establezco hostilidades entre
ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza
cuando tú la hieras en el talón”. El texto hebreo original no habla de ella,
sino del él, se refiere a la enemistad atávica entre el campesino y la
serpiente (y que podría aplicarse a Jesús). Pero la traducción latina de la
Vulgata cambió él por ella, facilitando la identificación de la
mujer con María, la nueva Eva que aplasta la cabeza de la serpiente. El
argumento no es muy fuerte, como reconoció Juan Pablo II, porque tergiversa el
texto original.
El segundo argumento se encontró en
el saludo de Gabriel a María cuando la llama “llena de gracia” (kejaritomene).
Esa plenitud excluiría cualquier tipo de pecado, incluido el original.
Solucionando el problema teológico
Suponiendo
que los textos anteriores probasen suficientemente, ¿cómo pudo estar libre de
pecado María cuando la concibió su madre, si Jesús todavía no había muerto? Los
teólogos encontraron la respuesta: Dios la libró “en previsión de la muerte de
su Hijo”.
Pensando en el pobre católico que va a misa
Lo
anterior le resultará a muchos un galimatías teológico y no creo que le aumente
su devoción a María. Por eso añado unas reflexiones sencillas.
El domingo pasado, Juan Bautista
exhorta a la conversión, que consiste en volver a Dios y cambiar de vida. María
es el mejor ejemplo de esta conversión. En realidad, no es ella quien vuelve a
Dios, es Dios quien se dirige a ella a través de Gabriel. Pero la relación que
se establecerá entre Dios y María será la más fuerte que se puede imaginar,
mediante la acción del Espíritu Santo y el nacimiento de Jesús. Y si Juan
Bautista exige abandonar los proyectos propios y cambiar de forma de actuar,
María renuncia a todos sus planes y se pone en manos de Dios: “Aquí está la
esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”.
¿Se imaginaba María lo que estaba
aceptando? Gabriel la engañó, al menos de entrada, al decirle que su hijo iba a
ser grande, heredaría el trono de Dios y reinaría en la casa de Jacob para
siempre. No le dijo que su hijo iba a ser criticado, que lo iban a considerar
endemoniado y blasfemo, mucho menos que terminarían condenándolo a muerte.
Pero, aunque se lo hubiera dicho, María habría respondido del mismo modo: “He
aquí la esclava del Señor”.
María libre de todo pecado no
significa que fuera impasible, que asistiera como una estatua a la pasión de su
hijo. Significa que el odio, el espíritu de venganza, el rencor, el desánimo,
nunca la dominaron. Gabriel le dijo: “has encontrado gracia ante Dios”. Gracia
y mucho sufrimiento. Pero, a pesar de sus mentiras piadosas, Gabriel lleva
razón. María encontró gracia ante Dios y ante nosotros, que la proclamamos
bienaventurada.
En estos momentos en que el odio y
el rencor se difunden por tantos ambientes y países con fuerte tradición
cristiana, es bueno pedirle que su intercesión “repare en nosotros los efectos
de aquel primer pecado”.
Bendita ella, bendito Dios, benditos nosotros
La
segunda lectura no menciona a María, subraya el protagonismo de Dios Padre y de
Jesús. No solo ella es la gran beneficiada en esta fiesta. También nosotros
hemos recibido “toda clase de bienes espirituales y celestiales”. Hemos sido
elegidos; hemos sido destinados a ser sus hijos; y, con ello, también a ser sus
herederos.
Que María nos ayude a vencer las más
diversas inclinaciones al mal y a agradecer a Dios por tanto bien recibido.
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