Natividad
del Señor
Tres misas
el mismo día
No sé cuándo comenzó la tradición de celebrar tres
misas el día de Navidad; imagino que debe de ser muy antigua. Se comienza con
la famosa misa del Gallo, por la noche, sigue la misa del alba y se termina con
la del día. Cada una de ellas tiene sus lecturas propias, las mismas en los
tres ciclos (A, B, C). Indicaré algo que pueda ayudar en la del Gallo (la de la
noche) y en la del día (con el evangelio más difícil).
Misa de la noche
Tres motivos de
alegría (Isaías 9,2-7)
En
una película ambientada en la Segunda Guerra Mundial (no consigo recordar su título),
la noche de Navidad, en medio del frío y la nieve, un grupo numeroso de
soldados y refugiados comienza a cantar el villancico “Noche de Dios”. Ese es
el ambiente adecuado para entender la primera lectura. El profeta se dirige a
un pueblo que camina en las tinieblas, que ha sufrido durante un siglo la
opresión del imperio asirio, y le anuncia un cambio prodigioso: un mundo de luz
y alegría. Por tres motivos: el fin del opresor, el fin de la guerra y el nacimiento
de un niño. Es esto último lo que atrae la mayor atención. El niño será un
heredero de David, adornado con los nombres y cualidades más admirables que se
pueden esperar de un gobernante: que sepa aconsejar, que sepa defender, que se
comporte como un padre con sus súbditos, que traiga un reinado de paz.
El
evangelio de Mateo citará esta profecía, pero aplicará a Jesús solo el
comienzo: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz”. Jesús no
termina con el opresor romano, no se acaban las guerras, y no reinstaura el
trono de David. Pero su palabra y su acción irradian luz y alegría en toda Galilea.
Dos motivos de
compromiso (Carta a Tito 2,11-14).
El
autor une la primera venida de Jesús (“ha aparecido la gracia de Dios”) con la
segunda y definitiva (“la aparición gloriosa del gran Dios y salvador nuestro, Jesucristo”).
¿Motivos de alegría? Sin duda. Pero estos dos venidas son también motivo de
compromiso. Amor con amor se paga. Hay que renunciar a la vida sin religión y
los deseos mundanos, llevar una vida sobria y honrada, esperar la vuelta del
Señor, dedicarse a las buenas obras.
El anuncio más
desconcertante a las personas más inesperadas (Lucas 2,1-14)
Lucas,
evangelista de los pobres y la pobreza, lo subraya desde el primer momento. Gabriel
ha anunciado a María que concebirá un hijo prodigioso, que heredará el trono de
David y reinará en la casa de Jacob para siempre. A la hora de la verdad, el
niño no dispone ni siquiera de una cuna, solo de un pesebre. Porque la familia
no encuentra sitio en el piso de arriba, donde se alojan las personas, y debe
permanecer en el de abajo, donde están los animales.
En
la misma línea, el anuncio del nacimiento, a pesar de toda la parafernalia del
ejército del cielo cantando, se dirige a “unos pastores que pasaban la noche al
aire libre, velando por turno su rebaño”. La profesión de pastor, aunque a
algunos le recuerde a los antiguos patriarcas de Israel, era de las más
despreciadas y odiadas en aquel tiempo, sobre todo por los campesinos. Y pasar
la noche a aire libre vigilando el rebaño no es la ocupación más agradable. A
estas personas se dirige el mensaje: “Os ha nacido un salvador, el Mesías, el
Señor”.
Lucas
juega con el lector, lo desafía. ¿Qué salvador les ha nacido a los pastores? ¿Y
qué señal portentosa puede ser un niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre? Al día siguiente, los pastores estarán de nuevo con el rebaño, vigilando
en medio del frío. Pero su vida ha cambiado. Después de encontrar a María, a
José y al niño acostado en el pesebre volverán dando gloria y alabanza a Dios
por lo que habían visto y oído (evangelio de la Misa de la aurora).
Los
pastores son un ejemplo perfecto para el cristiano. La Navidad no nos habla de
un gran rey, deslumbrante de riqueza y esplendor. El ángel lo presenta “envuelto
en pañales y acostado en un pesebre”. Y en este ser tan débil y poco aparente
debemos depositar la confianza de que nos salvará. Y por él debemos alabar y
dar gloria a Dios.
Misa del día
Presupuesto
para entender el Prólogo
Las
conquistas de Alejandro Magno, a finales del siglo IV a.C., supusieron una gran
difusión de la cultura griega. En Judea, como en todas partes, los griegos
ejercían un influjo enorme: cada vez se hablaba más su lengua, se imitaban sus
costumbres, se construían edificios siguiendo su estilo, se abrían gimnasios,
se enseñaba la doctrina de sus filósofos. Los judíos, al menos la clase alta,
estaban encandilados con la sabiduría de Grecia. Sin embargo, algunos autores
no compartían ese entusiasmo. Para ellos, la sabiduría griega era un producto
reciente, obra del ingenio humano, y tenía su templo en un lugar pagano:
Atenas. La verdadera sabiduría es eterna, procede de Dios, y reside en Jerusalén.
Esto puede decirse con palabras vulgares, o poéticamente, presentando a la
sabiduría como una mujer y contando su historia. Basándonos en diversos textos
bíblicos podemos reconstruir esa historia de la Sabiduría.
La
historia de la Sabiduría de Dios
1ª etapa: la Sabiduría junto a Dios desde el comienzo
(Proverbios 8,22-36).
El
Señor me estableció al principio de sus tareas,
al
comienzo de sus obras antiquísimas.
En
un tiempo remotísimo fui formada,
antes
de comenzar la tierra.
Antes
de los océanos fui engendrada,
antes
de los manantiales de las aguas.
Todavía
no estaban encajados los montes,
antes
de las montañas fui engendrada.
No
había hecho aún la tierra y la hierba
ni
los primeros terrones del orbe.
2ª etapa: la Sabiduría y la creación
Cuando
colocaba el cielo, allí estaba yo;
cuando
trazaba la bóveda sobre la faz del océano;
cuando
sujetaba las nubes en la altura
y
fijaba las fuentes abismales.
Cuando
ponía un límite al mar,
y
las aguas no traspasaban su mandato;
cuando
asentaba los cimientos de la tierra,
yo
estaba junto a Él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano,
todo
el tiempo jugaba en su presencia;
jugaba
con la bola de la tierra
disfrutaba
con los hombres.
Tercera etapa: la Sabiduría se instala en Jerusalén (Eclesiástico,
24).
Por
todas partes busqué descanso
y
una heredad donde habitar.
Entonces
el creador del universo me ordenó,
el
creador estableció mi morada:
Habita
en Jacob, sea Israel tu heredad.
En
la santa morada, en su presencia ofrecí culto
y
en Sión me establecí;
en
la ciudad escogida me hizo descansar,
en
Jerusalén reside mi poder.
Eché
raíces entre un pueblo glorioso,
en
la porción del Señor, en su heredad.
Sin
embargo, cabe la posibilidad de que algunos rechacen los consejos de la
sabiduría. De hecho, muchos judíos no aceptaban este mensaje. Otro autor
presenta a la Sabiduría como una mujer que se queja de no ser escuchada
(Proverbios 1,22-25).
Os
llamé, y rehusasteis;
extendí
mi mano, y no hicisteis caso;
rechazasteis
mis consejos,
no
aceptasteis mi reprensión.
En resumen: la sabiduría de Dios
está junto a él desde el principio, lo acompaña en el momento de la creación,
disfruta con los hombres, se establece en Israel. Pero muchos no disfrutan con
ella. Prefieren seguir otro camino, no le hacen caso.
La
historia de la Palabra
El
autor del Prólogo aplicó las ideas anteriores a Jesús, introduciendo algunos
cambios. Ante todo, en vez de llamarlo sabiduría de Dios, prefirió llamarlo la
Palabra.
Primera etapa: la Palabra junto a Dios
Hay
una diferencia notable con el texto sobre la Sabiduría. La sabiduría es creada
por Dios. La Palabra, no; existe con él desde el principio. Además, el autor
del himno es muy sobrio, no se le ocurre decir que la Palabra jugaba en
presencia de Dios.
Segunda etapa: la Palabra y la creación
Parece
un trabalenguas, pero es muy sencillo. Todo fue creado por la Palabra de Dios; el
sol, la luna, las estrellas, las montañas, el mar, el mármol, la madera, el
cristal... Todo ha sido creado por la Palabra de Dios. Y ella, además de haber
creado a los hombres, es también nuestra luz. La única novedad, muy importante,
es que desde el principio se entabla una lucha entre la luz y la tiniebla; pero
la tiniebla no logra imponerse, no puede derrotarla.
Tercera etapa: el mundo, creado por la Palabra, la
ignora.
Hasta
ahora todo ha ido bien. Dios y la Palabra pueden estar contentos. De pronto,
advierten que la Palabra es ignorada por el mundo. El mundo no se refiere aquí
a los seres inanimados sino a las personas que ignoran a Dios, no lo adoran, o
prescinden de él. En autor del Prólogo piensa en todos los pueblos paganos, que
podrían haber conocido al Dios verdadero, pero que habían caído en diversas
formas de idolatría.
Cuarta etapa: la Palabra decide
instalarse en Israel; su pueblo la rechaza
¿Qué hará la Palabra cuando se vea
ignorada por el mundo? Para un judío, la respuesta es clara: refugiarse en
Israel, el pueblo elegido, igual que hacía la sabiduría: “Eché raíces entre
un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. Eso mismo hace
la Palabra, pero se encuentra con una desagradable sorpresa: «Vino a su casa, y los suyos no la
recibieron.»
Quinta etapa: la Palabra decide hacerse carne y
habitar entre nosotros.
La
Palabra ha sufrido dos derrotas: el mundo la ignora, su pueblo la rechaza. ¿Qué
haría cualquiera de nosotros en su lugar? Quedarse junto a Dios y olvidarse de
todos. Afortunadamente, Dios no es así. La Palabra toma la decisión más
asombrosa que se puede imaginar.
Del
optimismo ingenuo al realismo mágico
La
historia de la Sabiduría resulta demasiado optimista. El himno puede parecer
muy pesimista. Sin embargo, no lo es. Aunque no sea todo el mundo ni todo
Israel, hay un grupo, formado por judíos y paganos, dispuestos a acoger a
Jesús, a creer en él. Y ésos, todos nosotros, reciben una enorme recompensa: se
convierten en hijos de Dios, contemplan su gloria, y de su plenitud reciben
gracia tras gracia.
Motivos
de sobra para estar alegres y desearos a todos FELIZ NAVIDAD.
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