Vista aerea de Galilea
En los dos
domingos anteriores estuvimos junto al río Jordán, recordando el bautismo de
Jesús y el testimonio que ofreció de él Juan Bautista. La liturgia da ahora un
salto notable. Omite las tentaciones de Jesús (que se leerán el primer domingo
de Cuaresma) y nos sitúa en un momento posterior, cuando Herodes, molesto por
la predicación de Juan, decide meterlo en la cárcel. Lo que ocurre a
continuación lo cuenta el evangelio de Mateo en tres pasajes breves: actividad
inicial de Jesús, vocación de los cuatro primeros discípulos, y resumen de la
actividad en Galilea. La liturgia permite limitarse al primero, eligiendo la
forma breve del evangelio. Dada su importancia, quizá sea lo más aconsejable.
Pero añadiré algo sobre los otros dos.
1. La
actividad inicial de Jesús (Mt 4,12-17)
Al enterarse Jesús de que habían arrestado
a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, junto
al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había
dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del
mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que
habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y
sombras de muerte, una luz les brilló.» Entonces comenzó Jesús a predicar
diciendo: Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.
Quien se sienta desconcertado por la presentación inicial
de Jesús, poniéndose en la fila de los pecadores para bautizarse, tiene motivos
para desconcertarse todavía más al leer los comienzos de su actividad. Dicho en
palabras muy rápidas, lo primero que hace es huir; lo segundo, actuar en la
región más olvidada; lo tercero, repetir al pie de la letra la predicación de
Juan Bautista. Pero todo esto encierra un misterio que Mt nos ayuda a
desentrañar. Una vez más, para comprender este pasaje conviene compararlo con
el de Marcos, que presenta los hechos del siguiente modo.
«Cuando detuvieron a Juan,
Jesús se fue a Galilea a pregonar de parte de Dios la buena noticia. Decía: Se ha
cumplido el plazo, el reinado de Dios está cerca. Arrepentíos y creed la buena
noticia».
La breve noticia de Marcos contiene tres datos: 1)
momento en que comienza a actuar Jesús; 2) lugar de su actividad (Galilea); 3)
contenido de su predicación. Mt modifica el primero y el tercero y amplía el
segundo.
Momento de actividad
Es una pena que los evangelistas sean tan sobrios, porque
el primer dato resulta más profundo de lo que parece a primera vista. Jesús no
empieza a actuar hasta que encarcelan a Juan Bautista. Como si ese
acontecimiento despertase en él la conciencia de que debe continuar la obra de
Juan.
Nosotros estamos acostumbrados a ver a Jesús de manera
demasiado divina, como si supiese perfectamente lo que debe hacer en cada
instante. Pero es muy probable que Dios Padre le hablase a Jesús igual que nos
habla a nosotros, a través de los acontecimientos. Y el gran acontecimiento es
la desaparición de Juan Bautista y la necesidad de llenar su vacío.
Pero hay una diferencia muy sutil entre Mc y Mt. Según
Mc, en cuanto encarcelan a Juan comienza Jesús a predicar. Según Mt, lo primero
que hace Jesús es retirarse a Nazaret. Desde un punto de vista histórico y
psicológico parece una interpretación más adecuada, que abre paso también a una
visión más humana de Jesús, como si se tomase un tiempo de reflexión y
decisión.
Lugar de actividad
La elección del lugar de actividad es sorprendente, más
aún que en el caso de Juan Bautista. Juan no predica su mensaje de penitencia
en Jerusalén, pero el lugar donde actúa, el desierto, está lleno de
reminiscencias simbólicas. Es el lugar donde se espera la manifestación de
Dios. Jesús, en cambio, se retira a una región que carece de importancia dentro
de la historia judía, incluso conocida con el despreciativo nombre de «Galilea
de los paganos». «Si alguien quiere enriquecerse, que vaya al norte; si desea adquirir
sabiduría, que venga al sur», comentaba un rabino orgulloso. El evangelio de
Juan recoge una idea parecida, cuando los sumos sacerdotes y los fariseos dicen
a Nicodemo: «Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta» (Jn 7,52).
La elección de Galilea por
parte de Jesús tiene sus ventajas y sus riesgos. Ventajas: moverse en
una región conocida, y la posibilidad de escapar fácilmente hacia el norte en
caso de persecución. Riesgo: proclamar su mensaje en la zona más
politizada de Palestina, en un ambiente bastante revolucionario, que se presta
a graves conflictos.
Dentro de Galilea, escoge Cafarnaúm, ciudad de
pescadores, campesinos y comerciantes, lugar de paso, que le permite el
contacto con gran variedad de gente y un fácil acceso a los pueblecitos
cercanos.
Sin embargo, Mt ve las cosas de forma distinta que el
historiador moderno. La elección de Galilea le recuerda una profecía de Isaías,
en la que se habla de las terribles desgracias sufridas por esa región durante
la invasión asiria del siglo VIII a.C. y se le anuncia la salvación para el
futuro. El poema de Isaías 8,23b-9,6 habla de tres motivos de alegría: el fin
de la opresión, el fin de la guerra, y el nacimiento de un niño (¿el rey
Ezequías?). Pero a Mateo le interesa el primero, para presentar a Jesús como la
luz grande que ilumina a Galilea. En esto se centra la primera lectura.
EN otro tiempo,
humilló el Señor la tierra de Zabulón y la tierra de Neftalí, pero luego ha
llenado de gloria el camino del mar, el otro lado del Jordán, Galilea de los
gentiles.
El pueblo que caminaba en tinieblas
vio una luz grande;
habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló.
Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián.
habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló.
Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián.
Para Mateo, lo esencial es que Jesús no va a
dirigirse a la gente importante, a los que pueden cambiar el mundo, sino a «los
que habitan en tinieblas», «los que habitaban en tierra y sombra de muerte». La
gente más despreciada y olvidada (campesinos y pescadores) será el primer
auditorio de Jesús. Para ellos se convierte en una «gran luz».
El mensaje inicial
Mateo lo
sintetiza en dos cuestiones: conversión e inminencia del reinado de Dios. «Convertíos,
que el reinado de Dios está cerca».
La
conversión abarca dos aspectos: vuelta a Dios (como el hijo pródigo vuelve a su
padre) y el consiguiente cambio de forma de vida, actuando como Dios quiere.
Mientras
lo anterior lo entendeos todos, la inminencia del reinado de Dios puede
provocar bastante desconcierto, sobre todo si la relacionamos con el fin del
mundo. Para comprender lo que dice Jesús
(lo mismo que decía Juan) hay que partir de la experiencia histórica. Desde el
siglo VI a.C. el pueblo judío estuvo sometido a potencias extranjeras
(Babilonia, Persia, Grecia, Egipto, Siria). La opresión cada vez resultó más
dura, y fue despertando el anhelo de que Dios reinase en el mundo para acabar
con toda esa serie de arbitrariedades e injusticias que lo dominaban. Surge así
la idea del reinado de Dios (o «de los cielos», para evitar pronunciar el
nombre divino). Algunos grupos lo entienden de forma simbólica: Dios reina a
través de las autoridades religiosas judías. Otros lo interpretan en sentido
estricto, como auténtica venida de Dios para establecer un mundo nuevo y
definitivo. Estos grupos apocalípticos estaban convencidos de que esa venida de
Dios, el fin del mundo presente, era inminente.
Se
entiende el éxito que encuentra este mensaje entre los contemporáneos: a gente
pobre, sencilla, oprimida por los romanos y sus colaboradores, anuncia un
mundo nuevo, de justicia, paz, tranquilidad, amor, en el que Dios será el
verdadero rey. ¿Es eso lo que piensa y promete Jesús? Mateo despejará las dudas
muy pronto, en el Sermón del Monte, que leeremos los próximos domingos.
Nuestra
respuesta
Este
breve pasaje nos obliga a interrogarnos sobre nuestra propia vida. ¿Sería la
misma si Jesús no hubiera comenzado a actuar y proclamar su mensaje? ¿Somos
conscientes de que nosotros, como los habitantes de Galilea, estábamos
sumergidos en la tiniebla y hemos visto una gran luz? ¿Nos dejamos interpelar
por la llamada de Jesús a volver a Dios y a cambiar nuestra forma de vida?
2. Los
primeros discípulos (Mt 4,18-22)
Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos
hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban
echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo:
‒
Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente
dejaron las redes y lo siguieron.
Y,
pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a
Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús
los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo
siguieron.
Este breve pasaje, aparentemente tan fácil de entender,
está plagado de misterios cuando se piensa en los principales protagonistas.
Empezando por Jesús, ¿quién contrataría a cuatro
pescadores para fundar y dirigir una multinacional? Solo un loco. No necesitan
un título de las universidades de Jerusalén o Babilonia. No es preciso que
hayan estudiado con los mejores rabinos ni que se sepan la Torá de memoria.
Basta que quieran seguirlo renunciando a todo.
Si misteriosa resulta la conducta de Jesús, también lo es
la de los cuatro llamados. ¿Qué los
mueve a dejarlo todo, incluso al padre, y seguir a Jesús sin conocerlo
previamente? Aquí hay dos cuestiones distintas: el conocimiento previo y el
seguimiento radical.
Que
ya conocían a Jesús lo dan por seguro algunos aludiendo al cuarto evangelio,
donde se dice que Jesús entró en contacto con ellos cuando el bautismo (Jn
1,35-51). O afirmando que el verdadero orden de los acontecimientos es el que
se ha conservado en el evangelio de Lucas (4,31-5,11): después de curar a un
hombre con espíritu inmundo, a la suegra de Pedro, después de otras muchas
curaciones y expulsiones de demonios, cuando Jesús es ya de sobras conocido, es
cuando llama a los cuatro primeros discípulos y estos lo siguen.
Pero
este conocimiento previo no resuelve el problema del seguimiento radical,
renunciando a todo. ¿Qué les movió a ello? Marcos no lo dice en este momento.
Más adelante indicará que Santiago y Juan lo hicieron, al menos en parte, por ambición
política: estaban convencidos de que Jesús llegaría a reinar en Jerusalén y
ellos pretendían los dos primeros puestos en su corte (Mc 10,35-37). También
Simón, al confesar a Jesús como Mesías, rechazando el sufrimiento y la muerte,
demuestra una preocupación política. Cosa que deja muy clara Lucas cuando habla
de los discípulos de Emaús y en el último diálogo antes de la ascensión:
concebían a Jesús como quien había de liberar a Israel (Lc 24,21) e instaurar
su soberanía (Hch 1,6). Sin embargo, la explicación anterior, aunque sea
válida, supone adelantar datos. En este momento nos quedamos sin saber qué
movió a los cuatro a seguir a Jesús.
Lo
que no admite duda es que lo siguieron. Estos cuatro discípulos representan el
primer fruto de la predicación de Jesús: creen en la buena noticia del Reinado
de Dios, lo siguen y cambian radicalmente de vida.
Y
esto debía provocar en los primeros lectores del evangelio un profundo asombro
ante el poder de atracción de Jesús y de la disponibilidad absoluta de los
discípulos. Algo en lo que se verían reflejados, porque también ellos y ellas
habían sentido la llamada de Jesús y, a pesar de todas las dificultades y
críticas, lo habían seguido.
3. Resumen (Mt
4,23)
Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas
y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del
pueblo.
Esta
frase tan breve puede pasar desapercibida. Pero supone un complemento esencial
a lo dicho en el punto 1. Allí, la actividad de Jesús se centra en la enseñanza.
Aquí, la enseñanza va acompañada de la acción: recorre, enseña, proclama, cura. Curar
enfermedades y dolencias ocupa gran parte del tiempo de Jesús. Hace dos
domingos, Pedro resumía todo con las palabras: «pasó haciendo el bien».
Pero
hay en este resumen algo que generalmente no valoramos: Recorría toda
Galilea. Supone esfuerzo, sacrificio, pasar de 38º en el lago a
pueblecillos nevados en invierno. Por eso añado un complemento sobre
esta región tan importante en la vida de Jesús, tomado
de José Luis Sicre, El cuadrante. Parte II - La apuesta, Editorial
Verbo Divino, Estella 1997, p. 45-46. Todo el capítulo 2 de esa obra lo dedico
a “La tierra que conoció Jesús” (págs. 29-52).
GALILEA
«Quedaba
comprendida entre el Jordán, el Líbano, la llanura fenicia, el monte Carmelo y
la llanura de Yezrael. Sus dimensiones eran 70 km de largo por 40 de ancho.
Según Josefo estaba dividida en dos regiones, la Alta y la Baja, delimitadas
geográficamente por el valle que corre hacia Tolemaida (Acco). La Alta Galilea
se sitúa entre los 600 y los 1200 m con el Jermak como altura máxima. En
cambio, la Baja Galilea está entre los 300 y los 600 m: el monte más alto, el
Tabor, tiene 588 m.
En la
Baja Galilea comienza Jesús su actividad y en ella reside la mayor parte del
tiempo. No debemos imaginarla como una zona pobre y marginada. La antigua
alusión que encontramos en el libro de Isaías (“Galilea de los paganos”) ha
jugado una mala pasada a muchos lectores del evangelio. Es cierto que en el
Antiguo Testamento Galilea cuenta muy poco. Pero en tiempos de Jesús era una
zona rica, importante y famosa, como afirma Flavio Josefo en el libro tercero de
la Guerra judía (BJ III, 41-43).
Wilkinson
admite para Séforis una población de 50.000 habitantes; Josefo indica 40.000
para Tariquea y Jotapata; y para Jaffa, el “pueblo” más grande de Galilea, muy
cercano a Nazaret, 17.130 personas. Según Wilkinson, ya que Josefo habla de 204
pueblos, admitiendo un promedio de 500 habitantes, tendríamos unos 365.000 para
toda Galilea.
Más
importante que el número es la población en sí misma. Galilea, tras numerosas
vicisitudes, en tiempo de Jesús se ha estabilizado como región judía. Sólo en
Séforis y Tiberíades abunda el elemento pagano. Sin embargo, los judíos del sur
no sentían gran estima de los galileos: “Si alguien quiere enriquecerse, que
vaya al norte; si desea adquirir sabiduría, que venga al sur”, comentaba un
rabino orgulloso. Y el evangelio de Juan recoge una idea parecida, cuando los
sumos sacerdotes y los fariseos dicen a Nicodemo: “Indaga y verás que de
Galilea no sale ningún profeta” (Jn 7,52).»
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