En las lecturas de los domingos anteriores Jesús ha ido instruyendo a
los discípulos a propósito de los más diversos temas (los niños, el divorcio,
la riqueza, etc.). En el de hoy da su última gran enseñanza antes de subir a
Jerusalén para la pasión.
En lo que piensa Jesús
Todo comienza con el
tercer anuncio de la pasión y resurrección, que no se lee, pero que es
fundamental para entender lo que sigue. Jesús repite una vez más a los
discípulos que los sumos sacerdotes y los escribas lo condenarán a muerte, lo
entregarán a los paganos, se burlarán de él, le escupirán, azotarán y matarán.
En lo que piensan Santiago y Juan: Presidente del
Gobierno y Primer Ministro
Igual que en los
casos anteriores, al anuncio de la pasión sigue una muestra de incomprensión
por parte de los apóstoles: Santiago y Juan, dos de los más importantes, de los
más cercanos a Jesús, ni siquiera han prestado atención a lo que dijo.
En aquel tiempo se acercaron a Jesús los hijos de
Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
-Maestro, queremos que hagas lo que
te vamos a pedir.
Les preguntó:
-¿Qué queréis que haga por vosotros?
Contestaron:
-Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
-Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
Mientras Jesús habla de sufrimiento, ellos
quieren garantizarse el triunfo: “sentarnos en tu gloria uno a tu
derecha y otro a tu izquierda”. “En tu gloria” no se refiere al cielo,
sino a lo que ocurrirá “en la tierra”, cuando Jesús triunfe y se convierta en
rey de Israel en Jerusalén: quieren un puesto a la derecha y otro a la
izquierda, Presidente de Gobierno y Primer Ministro. Para ellos, lo importante
es subir.
Jesús replicó:
-No sabéis lo
que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros
con el bautismo con que yo me voy a bautizar?
Contestaron:
-Lo somos.
-Lo somos.
Jesús les
dijo:
-El cáliz que
yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy
a bautizar. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí
concederlo; está ya reservado.
La
respuesta de Jesús, menos dura de lo que cabría esperar, procede en dos pasos.
En primer lugar, les recuerda que para triunfar hay que pasar antes por el
sufrimiento, beber el mismo cáliz de la pasión que él beberá. No queda claro si
Juan y Santiago entendieron lo que les dijo Jesús sobre su cáliz y su bautismo,
pero responden que están dispuestos a lo que sea. Entonces Jesús, en un segundo
paso, les echa un jarro de agua fría diciéndoles que, aunque beban el cáliz,
eso no les garantizará los primeros puestos. Están ya reservados, no se dice
para quién.
La reacción de los
otros diez y la gran enseñanza de Jesús
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra
Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo:
-Sabéis que los que son reconocidos
como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen.
Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que
quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha
venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.
¿Por qué se indignan? Probablemente
porque
también ellos ambicionan los primeros puestos. Jesús aprovecha la
ocasión para enseñarles cómo deben ser las relaciones dentro de la comunidad.
En la postura de los discípulos detecta una actitud muy humana, de simple
búsqueda del poder. Para que no caigan en ella, les presenta dos ejemplos opuestos:
1)
el que no
deben imitar es el de los reyes y monarcas helenísticos, famosos por
su abuso del poder: “Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que
los grandes las oprimen”.
2)
el que deben imitar es el del mismo
Jesús, que ha venido a servir y a dar su vida en rescate por todos.
En
medio de estos dos ejemplos queda la enseñanza capital: “el que quiera ser grande, sea
vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”. En
la comunidad cristiana debe darse un cambio de valores absoluto.
Pero
esto es lo que debe ocurrir “entre vosotros”, dentro de la comunidad. Jesús no
dice nada a propósito de lo que debe ocurrir en la sociedad, aunque critica
indirectamente el abuso de poder.
Primera
lectura: Isaías 53,10-11
El Señor quiso
triturarlo con el sufrimiento.
Cuando entregue su
vida como expiación,
verá su descendencia,
prolongará sus años;
lo que el Señor
quiere prosperará por sus manos.
A causa de los
trabajos de su alma, verá y se hartará,
con lo aprendido mi
Siervo justificará a muchos,
cargando con los
crímenes de ellos.
Este texto se ha elegido como comentario
de las palabras de Jesús: “el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino
para servir y dar su vida en rescate por todos” y de sus referencias anteriores
a la pasión (el cáliz y el bautismo). Por eso comienza diciendo que El Señor
quiso triturarlo con el sufrimiento; unas palabras que escandalizan por la
forma de hablar de Dios, pero que hay que interpretarlas como un recurso para
el triunfo final. De hecho, el texto de Isaías insiste más en el éxito de Jesús
(verá su descendencia, prolongará sus años, verá y se hartará) y de su
obra (el plan de Dios prosperará por sus manos, justificará a muchos).
Reflexiones
1.
Este pasaje constituye la última enseñanza de Jesús antes de la pasión, en la
que nos deja su forma de entender su vida: “El Hijo del Hombre no ha venido para
que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Este
ejemplo es válido para todos los cristianos, no sólo para papas y obispos.
2.
Esta espléndida enseñanza no nos habría llegado si Santiago, Juan y los otros
diez hubieran sido menos ambiciosos. Los fallos humanos pueden traer grandes
beneficios.
3.
La enseñanza de Jesús ha calado muy poco en la Iglesia después de veinte siglos
y en ella se sigue dando un choque de ambiciones al más alto nivel. La única
solución será tener siempre presente el ejemplo de Jesús.
4.
El texto de Isaías nos ayuda a mirar con esperanza los momentos difíciles de
nuestra vida. Aunque la impresión que podemos tener a veces es que Dios nos
está triturando con el sufrimiento, no es ésa su intención, sino sacar de
nosotros algo muy bueno.
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