En aquel tiempo, como el pueblo estaba expectante,
y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan
les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más
fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os
bautizará con Espíritu Santo y fuego».
Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado,
también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajo el
Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma, y vino
una voz del cielo:
«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».
Lucas sigue muy de cerca al relato de Marcos, pero añade dos detalles
de interés: 1) Jesús se bautiza, “en un bautismo general”; con ello sugiere la
estrecha relación de Jesús con las demás personas; 2) la venida del Espíritu
tiene lugar “mientras oraba”, porque Lucas tiene especial interés en presentar
a Jesús rezando en los momentos fundamentales de su vida, para que nos sirva de
ejemplo a los cristianos.
Por lo demás, Lucas se atiene a los dos
elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.
La venida
del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos
rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de
Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva
en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad. Porque ese Espíritu
que viene sobre Jesús es el mismo con el que él nos bautizará, según las
palabras de Juan Bautista.
La voz
del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido,
mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7:
«Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo,
a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey,
que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su
especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al
pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Lucas quiere evocarnos
las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento.
El lector del evangelio podrá sentirse en algún momento escandalizado por las cosas que hace y dice Jesús, que terminarán costándole la muerte, pero debe recordar que no es un blasfemo ni un hereje, sino el hijo de Dios guiado por el Espíritu.
El programa futuro de Jesús (Isaías 42,1-4.6-7)
Pero las palabras del cielo no sólo hablan de la dignidad de Jesús, le trazan también un programa. Es lo que indica la primera lectura.
Así dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.
El
programa indica, ante todo, lo que no hará:
gritar, clamar, vocear, que equivale a amenazar y condenar; quebrar la caña
cascada y apagar el pabilo vacilante, símbolos de seres peligrosos o débiles,
que es preferible eliminar (basta pensar en Leví, el recaudador de impuestos,
la mujer sorprendida en adulterio, la prostituta…).
Dice
luego lo que hará: promover e
implantar el derecho, o, dicho de otra forma, abrir los ojos de los ciegos,
sacar a los cautivos de la prisión; estas imágenes se refieren probablemente a
la actividad del rey persa Ciro, del que espera el profeta la liberación de los
pueblos sometidos por Babilonia; aplicadas a Jesús tienen un sentido distinto,
más global y profundo, que incluye la liberación espiritual y personal.
El programa incluye también cómo se comportará: «no vacilará ni se quebrará». Su misión no será sencilla ni bien acogida por todos. Abundarán las críticas y las condenas, sobre todo por parte de las autoridades religiosas judías (escribas, fariseos, sumos sacerdotes). Pero en todo momento se mantendrá firme, hasta la muerte.
Misión cumplida: pasó haciendo el bien (Hechos 10,34-38)
La segunda lectura, de los Hechos de los Apóstoles, Pedro, dirigiéndose al centurión Cornelio y a su familia, resumen en estas pocas palabras la actividad de Jesús.
Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»
“Pasó haciendo el bien”. Un buen
ejemplo para vivir nuestro bautismo.
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