¿Cuál es el mandamiento principal? Muchos católicos
responderían: «Ir a misa el domingo». A los que piensen de otro modo, les gustará
recordar lo que pensaba Jesús.
̶
Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
Él
le dijo:
̶ Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y
primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.
«Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente» (Deuteronomio
6,5). Son parte de las palabras que cualquier judío piadoso recita todos los
días, al levantarse y al ponerse el sol. En este sentido, la respuesta de Jesús
es irreprochable. No peca de originalidad, sino que aduce lo que la fe está
confesando continuamente.
La novedad de su respuesta radica en que le han preguntado por el mandamiento principal, y añade un segundo, tan importante como el primero: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Levítico 19,18). Una vez más, su respuesta entronca en la más auténtica tradición profética. Los profetas denunciaron continuamente el deseo del hombre de llegar a Dios por un camino individual e intimista, que olvida fácilmente al prójimo. Durante siglos, muchos israelitas, igual que muchos cristianos, pensaron que a Dios se llegaba a través de actos de culto, peregrinaciones, ofrendas para el templo, sacrificios costosos... Sin embargo, los profetas les enseñaban que, para llegar a Dios, hay que dar necesariamente el rodeo del prójimo, preocuparse por los pobres y oprimidos, buscar una sociedad justa. Dios y el prójimo no son magnitudes separables. Tampoco se puede decir que el amor a Dios es más importante que el amor al prójimo. Ambos preceptos, en la mentalidad de los profetas y de Jesús, están al mismo nivel, deben ir siempre unidos. «De estos dos mandamientos penden la Ley entera y los Profetas» (v.40).
El prójimo son los más pobres (1ª lectura)
En esta misma línea, la primera lectura es muy significativa. Podían haber elegido el texto de Deuteronomio 6,4ss donde se dice lo mismo que Jesús al principio: «Escucha, Israel, el Señor tu Dios es uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón...» Sin embargo, han elegido un texto del Éxodo que subraya la preocupación por los inmigrantes, viudas y huérfanos, que son los grupos más débiles de la sociedad (la traducción que se usa en España dice los «forasteros», pero en realidad son los inmigrantes, los obligados a abandonar su patria en busca de la supervivencia, marroquíes, senegaleses, rumanos, etc.). Luego habla del préstamo, indicando dos normas: si se presta dinero, no se pueden cobrar intereses; si se pide el manto como garantía, hay que devolverlo antes de ponerse el sol, para que el pobre no pase frío. Es una forma de acentuar lo que dice Jesús: sin amor al prójimo, sobre todo sin amor y preocupación por los más pobres, no se puede amar a Dios.
Así dice el Señor: «No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos. Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»
El ejemplo de unos cristianos pobres (2ª lectura: 1 Tes 1,5c-10)
La lectura de
la primera carta a los Tesalonicenses, continuación del fragmento que leímos el
domingo pasado, recuerda lo bien que acogieron «la Palabra, entre tanta lucha
con la alegría del Espíritu Santo». La continuación de la carta aclara que
«tanta lucha» se refiere a las persecuciones de los judíos. La comunidad, quizá
la más pobre de las que fundó Pablo, supo unir dos realidades aparentemente
irreconciliables: sufrir y vivir alegres, gracias al Espíritu Santo. De este
modo se convirtieron en modelo para otros muchos cristianos de Macedonia y
Grecia y nos recuerdan el ejemplo parecido de otras comunidades actuales.
El texto, aunque muy breve, contiene dos datos interesantes: 1) Resume la predicación de Pablo, al menos en sus primeros tiempos: el recurso para evitar el castigo futuro de Dios consiste en abandonar los ídolos, volverse al Dios verdadero y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús. 2) Hay comunidades cristianas no solo en Macedonia, sino también en Acaya y «en todas partes»; Acaya es la región situada al norte del Peloponeso, entre la región de Corintia y el mar Jónico. Esto demuestra que la predicación de Pablo y de los otros misioneros no se limitó a la ciudad de Corinto, sino que se extendió también hasta relativamente lejos.
Hermanos: Sabéis cuál
fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis
nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la
alegría del Espíritu Santo. Así llegaste a ser un modelo para todos los creyentes
de Macedonia y de Acaya. Desde vuestra comunidad, la palabra del Señor ha
resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes; vuestra fe en
Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad
de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la visita que os
hicimos: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al
Dios vivo y verdadero y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el
cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que os librará del castigo
futuro.
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