Andrei Rublev, Santísima Trinidad
El ciclo litúrgico se abre con la
venida de Jesús y culmina con la venida del Espíritu; el Padre está
presente en todo momento. Es lógico que se dedique una fiesta en honor de la
Trinidad. Para ella había que elegir textos que hablaran de las tres personas,
al menos de dos de ellas. Pero no pretenden darnos una lección de teología sino
ayudarnos a descubrir a Dios en las circunstancias más diversas. La primera,
llena de belleza y optimismo, en los momentos felices de la vida. La segunda,
incluso en medio de las tribulaciones, dándonos fuerza y esperanza. La tercera, en medio de las dudas,
sabiendo que nos iluminará.
Así dice la sabiduría de Dios:
«El Señor me estableció al
principio de sus tareas,
al comienzo de sus obras
antiquísimas.
En un tiempo remotísimo
fui formada,
antes de comenzar la
tierra.
Antes de los abismos fui
engendrada,
antes de los manantiales
de las aguas.
Todavía no estaban
aplomados los montes,
antes de las montañas fui
engendrada.
No había hecho aún la tierra
y la hierba,
ni los primeros terrones
del orbe.
Cuando colocaba los
cielos, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda
sobre la faz del abismo;
cuando sujetaba el cielo
en la altura,
y fijaba las fuentes
abismales.
Cuando ponía un límite al
mar,
cuyas aguas no traspasan
su mandato;
cuando asentaba los
cimientos de la tierra,
yo estaba junto a él, como
aprendiz,
yo era su encanto
cotidiano,
todo el tiempo jugaba en
su presencia:
jugaba con la bola de la
tierra,
gozaba con los hijos de los hombres.
¿Por qué se eligió esta lectura? San Pablo, en la primera carta a los Corintios, dice que Cristo es “sabiduría de Dios” (1,24). Y la carta a los Colosenses afirma que en Cristo “se encierran todos los tesoros del saber y del conocimiento” (Col 2,3). Este fragmento del libro de los Proverbios, que presenta a la Sabiduría de forma personal, estrechamente unida a Dios desde antes de la creación y también estrechamente unida a la humanidad (“gozaba con los hijos de los hombres”) parecía muy adecuado para recordar al Padre y al Hijo en esta fiesta.
Dios presente en los sufrimientos (Romanos 5, 1-5)
Curiosamente, en este texto, que menciona claramente a las tres personas, los grandes beneficiarios somos nosotros, como lo dejan claro las expresiones que usa Pablo: “hemos recibido”, “hemos obtenido”, “nos gloriamos”, “nuestros corazones”, “se nos ha dado”. Él no pretende dar una clase sobre la Trinidad, adentrándose en el misterio de las tres divinas personas, sino que habla de lo que han hecho por nosotros: salvarnos, ponernos en paz con Dios, darnos la esperanza de alcanzar su gloria, derramar su amor en nuestros corazones. Para Pablo, estas ideas no son especulaciones abstractas, repercuten en su vida diaria, plagada de tribulaciones y sufrimientos. También en ellos sabe ver lo positivo.
Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
Dios presente en las dudas (Juan 16, 12-15)
El evangelio también menciona a Jesús, al Espíritu y al Padre, aunque la parte del león se la lleva el Espíritu, acentuando lo que hará por nosotros: “os guiará hasta la verdad plena”, “os comunicará lo que está por venir”, “os lo anunciará”.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.
Pienso
que el texto se ha elegido porque habla de las relaciones entre las tres
personas. El Espíritu glorifica a Jesús, y todo lo
recibe de él. Por otra parte, todo lo que tiene el Padre es de Jesús.
Tampoco Juan pretende dar una clase sobre la Trinidad, aunque empieza a tratar
unos temas que ocuparán a los teólogos durante siglos.
Para entender el texto conviene recordar el momento en el que pronuncia Jesús estas palabras. Estamos en la cena de despedida, poco antes de la pasión. Sabe que a los discípulos les quedan muchas cosas que aprender, que él no ha podido enseñarles todo. Surgirán dudas, discusiones. Pero la solución no la encontrarán en el puro debate intelectual y humano, será fruto del Espíritu, que irá guiando hasta la verdad plena.
Reflexión final
En
numerosas ocasiones, la liturgia repite la fórmula “Gloria al Padre, al Hijo y
al Espíritu Santo”. Es fácil caer en la rutina y rezarla mecánicamente. Hoy es
el día más indicado para darle todo su valor, igual que a la recitación del
Gloria, que se extiende en la alabanza del Padre y del Hijo (aunque al Espíritu
solo lo menciona de pasada).
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