Entonces la madre
de Santiago y Juan, que no estaba presente durante el anuncio anterior, pide
para sus hijos algo totalmente contrario a lo que Jesús ha venido enseñando.
-¿Qué deseas?
Ella le contestó:
-Manda que, cuando reines, estos dos
hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
22 Jesús contestó:
-No sabéis lo que pedís. ¿Sois
capaces de beber la copa que yo voy a beber?
Le contestan:
-Podemos.
23Les dice:
-Mi copa la beberéis, pero sentarse
a mi derecha e izquierda no me toca a mí concederlo; será para los que mi Padre
tiene destinados.
24Cuando los otros diez lo
oyeron, se indignaron con los dos hermanos.
25Pero Jesús los llamó y les
dijo:
-Sabéis que entre los paganos los
gobernantes tienen sometidos a los súbditos y los poderosos imponen su
autoridad. 26No será así entre vosotros; antes bien, quien quiera
ser grande entre vosotros que se haga vuestro servidor; 27y quien
quiera ser el primero, que se haga vuestro esclavo. 28Lo mismo que
el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como
rescate por todos.
El relato de Mateo
se basa en el de Marcos, pero introduce un cambio curioso. En Marcos son los
dos hermanos quienes hacen la petición; en Mateo es la madre. No creo que
responda a la tendencia habitual de Mateo de exculpar a los discípulos, porque
Santiago y Juan se hallan presentes. Incluso quedan peor que en Marcos, porque
buscan una recomendación.
La petición la
interpretamos mal si la aplicamos a lo que ocurrirá «en el cielo». Los dos
hermanos y su madre están pensando en lo que ocurrirá «en la tierra», cuando
Jesús triunfe y se convierta en rey de Israel en Jerusalén. Quieren un puesto a
la derecha y otro a la izquierda: Presidente de Gobierno y Primer Ministro.
Para ellos, lo importante es subir. No aceptan el sufrimiento, ni ser como
niños, ni han caído en la cuenta del escándalo que provocan con su actitud.
La respuesta de
Jesús, menos dura de lo que cabría esperar, procede en dos pasos. En primer
lugar, les recuerda que para triunfar hay que pasar antes por el sufrimiento,
beber el mismo cáliz de la pasión que él beberá. No queda claro si Juan y
Santiago entendieron lo que les dijo Jesús sobre su cáliz y su bautismo, pero
responden que están dispuestos a lo que sea. Entonces Jesús, en un segundo
paso, les echa un jarro de agua fría diciéndoles que, aunque beban el cáliz,
eso no les garantizará los primeros puestos. Están ya reservados, no se dice
para quién.
Los otros diez
también reaccionan en contra de la enseñanza de Jesús. No hay corrección
fraterna individual sino indignación comunitaria.
Jesús aprovecha
para enseñarles cómo deben ser las relaciones dentro de la comunidad. En la
postura de los dos hermanos detecta una actitud muy humana, de simple búsqueda
del poder. Para que los discípulos no caigan en ella, Jesús les presenta dos
ejemplos opuestos: 1) El que no deben imitar: el de los reyes y monarcas
helenísticos, famosos por su abuso del poder. 2) El que deben imitar: el del
mismo Jesús, que ha venido a servir y a dar su vida en rescate por todos.
En medio de estos dos ejemplos queda la enseñanza capital: «el que quiera subir, sea servidor vuestro y el que quiera ser primero sea esclavo vuestro». En la comunidad cristiana debe darse un cambio de valores absoluto. Pero esto es lo que debe ocurrir «entre vosotros», dentro de la comunidad. Jesús no dice nada a propósito de lo que debe ocurrir en la sociedad, aunque critica indirectamente el abuso de poder. Es importante tener presente que este texto no puede usarse hipócritamente contra los políticos, sin aplicarnos a nosotros la segunda parte.
Reflexión final
Las tres lecturas
nos sugieren que la fiesta de Santiago no debemos utilizarla para lanzar las
campanas al vuelo en plan nacionalista y superficial. Su ejemplo, y el de los
demás apóstoles, fue la entrega plena a la proclamación del evangelio, aunque
implicase persecuciones y muerte. Santiago nos anima a ser fieles a Jesús y al
evangelio.
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