De nuestro
corresponsal en Jerusalén
«A mi hijo
lo citaron como testigo, lo estuvieron interrogando más de dos horas y, al
final, lo condenaron como culpable. ¿Usted ha oído hablar de algo parecido?» Me
lo dice el padre de un ciego de nacimiento, en voz baja, por miedo a las
autoridades. Un caso que tiene conmocionada a Jerusalén en estos días de la
gran fiesta.
Todo
comenzó el sábado pasado, cuando un muchacho ciego de nacimiento fue curado de
su ceguera por un galileo llamado Jesús. Al parecer, entre sus discípulos se
planteó la discusión de si era ciego por culpa propia o de sus padres. Jesús
dijo que nadie tenía la culpa, se agachó a recoger un poco de polvo, escupió
sobre él y untó el barro en los ojos del ciego. Luego le mandó lavarse en la
piscina de Siloé. Lo hizo y comenzó a ver.
Este
corresponsal ha intentado ponerse en contacto con el ciego pero le ha resultado
imposible. Tampoco hay noticias de Jesús, que parece haber abandonado la
ciudad. Según algunos, este galileo se considera superior a Abrahán y Moisés y
no se siente obligado a observar el sábado. Las autoridades, preocupadas por el
escándalo que está provocando en la población, convocaron al ciego como testigo
de cargo contra Jesús. Según su padre, se comportó de manera imprudente y de
testigo terminó en acusado y condenado. No se extrañen. Jerusalén no es
Alejandría. En Jerusalén todo es posible.
Un relato en seis escenas
La curación del ciego de nacimiento
en una joya literaria, por su dinamismo, diálogo, ironía. Podemos distinguir siete
escenas: 1) Jesús, los discípulos y el ciego. 2) El ciego y sus vecinos. 3) El
ciego y los fariseos. 4) Los judíos y los padres del ciego. 5) Los judíos y el
ciego. 6) Jesús y el ciego. 7) Los fariseos y Jesús
1ª escena: Jesús, los discípulos y el ciego
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.Y sus discípulos le preguntaron:
—Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?
Jesús contestó:
—Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:
—Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).El fue, se lavó, y volvió con vista.
—Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?
Jesús contestó:
—Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:
—Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).El fue, se lavó, y volvió con vista.
La relación
entre pecado y castigo estaba muy difundida en el antiguo Israel (y también
entre bastantes de nosotros). Jesús mismo ha dicho poco antes al paralítico: «no
peques para que no te ocurra algo peor». Sin embargo, en este caso, niega
cualquier relación de la enfermedad con un hipotético pecado del ciego o de sus
padres. Nació ciego «para que se manifiesten en él las obras de Dios». Una
respuesta que puede escandalizar a más de uno. ¿Es preciso que una persona
sufra para que Dios manifieste su poder? Dejemos de momento este tema.
En la respuesta de Jesús a los
discípulos hay unas palabras esenciales, claves para entender todo el relato: «Mientras
estoy en el mundo, soy la luz del mundo». ¿Cómo ilumina Jesús? ¿En qué
consiste esa luz? Lo descubriremos al final.
La forma de realizar el milagro es
desconcertante a primera vista. En el evangelio de Juan, igual que en los
Sinópticos, la palabra de Jesús es poderosa. Lo demostrará sobre todo poco más
tarde resucitando a Lázaro con la simple orden: «Lázaro,
sal fuera». Sin embargo, para curar al ciego adopta un método muy distinto y
complicado. Forma barro con la saliva, le unta los ojos y lo envía a la piscina
del Enviado (Siloé). El barro en los ojos recuerda a la curación del ciego de
Betsaida que cuenta Marcos, donde Jesús le aplica saliva en los ojos y luego le
aplica las manos (Mc 8,22-25). La idea de lavarse en la piscina recuerda la
orden de Eliseo a Naamán de bañarse siete veces en el Jordán.
¿Se trata de la reminiscencia de un
gesto mágico? La clave está en la cuádruple referencia al barro, unida a la
indicación: «era sábado el día que Jesús hizo barro». Una
contravención expresa del descanso sabático, igual que ocurrió en la curación
del paralítico de la piscina. Una de las acusaciones más fuertes que se hacen a
Jesús en el cuarto evangelio.
En esta primera escena el ciego no
dice nada. Se limita a obedecer.
2ª escena: el ciego y los vecinos
Diálogo cargado de ironía. En el
conjunto, es importante advertir que el ciego sabe que el hombre que lo ha
curado se llama Jesús, pero no sabe dónde está.
Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir
limosna preguntaban:
—¿No es ése el que se sentaba a pedir?
Unos decían: —El mismo.
Otros decían: —No es él, pero se le parece.
El respondía: —Soy yo.
Y le preguntaban: —¿Y cómo se te han abierto los ojos?
El contestó: —Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.
Le preguntaron: —¿Dónde está él?
Contestó: —No sé.
limosna preguntaban:
—¿No es ése el que se sentaba a pedir?
Unos decían: —El mismo.
Otros decían: —No es él, pero se le parece.
El respondía: —Soy yo.
Y le preguntaban: —¿Y cómo se te han abierto los ojos?
El contestó: —Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.
Le preguntaron: —¿Dónde está él?
Contestó: —No sé.
3ª escena: los fariseos y el ciego
barro y le abrió los ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la
vista.
El les contestó:
—Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.
Algunos de los fariseos comentaban:
—Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.
Otros replicaban:
—¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
—Y tú ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?
El contestó:
—Que es un profeta.
Plantea el problema del sábado.
Comienza advirtiendo el evangelista que «era sábado el día que Jesús hizo barro»,
y algunos fariseos concluyen: «Este hombre no viene de Dios porque no
guarda el sábado». Sin embargo, otros se sienten desconcertados, como le ocurrió a
Nicodemo: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».
El ciego habla poco. Repite la
curación, pero con menos palabras que cuando la contó a sus vecinos. En cambio,
su visión de Jesús ha mejorado notablemente. Ya no lo considera «un
hombre» sino «un profeta». Lo mismo que dijo la samaritana, aunque por motivos distintos: ella,
porque Jesús conocía toda su vida; el ciego, porque Jesús ha realizado un
prodigio sorprendente.
4ª escena: los judíos y los padres del ciego
Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:
—¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora
ve?
Sus padres contestaron:
—Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego;pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.
Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»
—¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora
ve?
Sus padres contestaron:
—Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego;pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.
Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»
Esta
escena, que la liturgia permite suprimir, es esencial para comprender el mensaje
del episodio a finales del siglo I. En la época de Jesús los fariseos no tenían
poder para expulsar de la sinagoga; ese poder lo consiguieron después de la
caída de Jerusalén en manos de los romanos (año 70), cuando el sacerdocio
perdió fuerza y ellos se hicieron con la autoridad religiosa. A finales del
siglo I, bastante después de la muerte de Jesús, es cuando comenzaron a
enfrentarse decididamente a los cristianos, acusándolos de herejes y
expulsándolos de la sinagoga. El relato de Juan refleja muy bien, a través de
los padres del ciego, el miedo de muchos judíos piadosos a sufrir ese castigo si
reconocían a Jesús como Mesías. Y las tensiones dentro de la familia cuando uno
de sus miembros se hacía cristiano.
5ª escena: los fariseos y el ciego
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:
—Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.
Contestó él:
—Si es un pecador, no lo sé;sólo sé que yo era ciego y ahora veo:
Le preguntan de nuevo:
—¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?
Les contestó:
—Os le he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?
Contestó él:
—Si es un pecador, no lo sé;sólo sé que yo era ciego y ahora veo:
Le preguntan de nuevo:
—¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?
Les contestó:
—Os le he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?
Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:
—Discípulo de ése lo serás tú;nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene.
Replicó él:
—Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento, si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.
Le replicaron:
—Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?
Y lo expulsaron.
—Discípulo de ése lo serás tú;nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene.
Replicó él:
—Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento, si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.
Le replicaron:
—Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?
Y lo expulsaron.
El
ciego terminó su declaración anterior diciendo que Jesús es «un
profeta». Los fariseos le exigen ahora que reconozca que «ese hombre
es un pecador». Ante esa acusación, el ciego no lo defiende con argumentos teológicos
sino de orden práctico: «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y
ahora veo.» Luego no teme recurrir a la ironía, cuando pregunta a los fariseos
si también ellos quieren hacerse discípulos de Jesús. Y termina haciendo una
apasionada defensa de Jesús: «si éste no viniera de Dios, no tendría
ningún poder.»
La
tensión entre cristianos y judíos a finales del siglo I queda clara en las
palabras de los fariseos: ellos se consideran «discípulos
de Moisés»,
al que Dios habló, no de Jesús, del que «no sabemos de dónde viene». Resuena aquí un tema típico del cuarto evangelio: ¿de dónde viene
Jesús? Es una pregunta ambigua, porque no se refiere a un lugar físico
(Nazaret, de donde no puede salir nada bueno, según Natanael; Belén, de donde
algunos esperan al Mesías) sino a Dios. Jesús es el enviado de Dios, el que ha
salido de Dios. Y esto los fariseos no pueden aceptarlo. Por eso, Jesús es para
ellos un pecador, aunque realice un signo sorprendente. Dios no puede salirse
de los estrictos cánones que ellos le imponen. Por eso, terminan expulsado al
ciego de la sinagoga.
6ª escena: Jesús y el ciego
—¿Crees tú en el Hijo del hombre?
El contestó:
—¿Y quién es, Señor, para que crea en él?
Jesús le dijo:
—Lo estás viendo: el que te está hablando ese es.
El dijo:
—Creo, Señor.
Y se postró ante él.
Hasta ahora, el ciego sólo sabe que
la persona que lo ha curado se llama Jesús. Él lo considera un profeta, está
convencido de que no es un pecador y de que debe venir de Dios. El ciego ha
empezado a ver. Pero la visión completa la recupera en la última escena, cuando
se encuentra de nuevo con Jesús, cree en él y se postra a sus pies. Lo
importante no es ver personas, árboles, nubes, muros, casas, el sol y la luna…
La verdadera visión consiste en descubrir a Jesús, creer en él y adorarlo.
7ª escena: Jesús y los fariseos
—Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que
ven, se queden ciegos.
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:
—¿También nosotros estamos ciegos?
Jesús les contestó:
—Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado;pero como decís que veis, vuestro pecado
persiste.
La reacción del ciego da paso a la
enseñanza final de Jesús. Al principio dijo que él era la luz del mundo. Ahora
aclara en qué consiste su misión: «que los que no ven, vean, y los que
ven, se queden ciegos». Volviendo a la situación de finales del siglo I, «los
que ve» son los fariseos, las autoridades religiosas de Israel, que no dudan
de nada y niegan que Jesús sea el Mesías; «los que no
ven» son los judíos y paganos de buena voluntad que pueden descubrir poco a
poco la persona de Jesús y creer en él.
Si tenemos en cuenta el valor
simbólico de la figura del ciego, resulta más fácil entender las palabras
iniciales de Jesús de que nació ciego «para que se manifiesten en él las
obras de Dios». No se trata de ceguera física, sino de la ceguera espiritual de no
conocer a Jesús.
La samaritana y el ciego
Hay un gran parecido entre estas dos
historias tan distintas del evangelio de Juan. En ambas, el protagonista va
descubriendo cada vez más la persona de Jesús. Y en ambos casos el
descubrimiento los lleva a la acción. La samaritana difunde la noticia en su
pueblo. El ciego, entre sus conocidos y, sobre todo, ante los fariseos. En este
caso, no se trata de una propagación serena y alegre de la fe sino de una defensa
apasionada frente a quienes acusan a Jesús de pecador por no observar el
sábado.
Relación con la primera lectura
Sin
la ayuda de Dios, Samuel es incapaz de ver cuál es la persona elegida como rey
de Israel. Sin la ayuda de Jesús, el hombre es incapaz de reconocerlo como su
salvador.
Relación con la segunda lectura
La luz que recibimos de Jesús debe
manifestarse en nuestra forma de vivir, «como hijos de la luz»:
con bondad, justicia, verdad.
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