Advertencia previa
La
liturgia ofrece dos posibilidades con respecto al evangelio: una lectura breve,
que recoge solo algunas de las afirmaciones principales contenidas en Mt
5,17-37, y una lectura larga, que no omite nada, desarrollando el contenido de la
breve. Aunque la primera resulta a veces descarnada y omite ideas muy
importantes, la segunda es tan compleja, y con temas tan distintos, que resulta
imposible explicarlos en una homilía. Me limitaré a algunas indicaciones sobre
la breve. Quien desee un comentario a todo el pasaje puede verlo en J, L,
Sicre, El evangelio de Mateo. Un drama con final feliz (Verbo Divino
2019) páginas 114-123.
La lectura breve del evangelio
Las
bienaventuranzas y las parábolas de la sal y la luz, leídas en los domingos anteriores,
forman la Introducción al Sermón del Monte. A partir de este momento, Mateo
presenta la oferta religiosa de Jesús, contraponiéndola a la de los escribas, los
fariseos y los paganos. Para este domingo y el próximo, la liturgia ha elegido
solamente la diferencia que debe darse entre el cristiano y el escriba.
Los escribas
Sociológicamente,
los escribas constituyen un grupo muy heterogéneo, al que pertenecen
sacerdotes de elevado rango, simples sacerdotes, miembros del clero bajo, de
familias importantes y de todos los estratos del pueblo (comerciantes, carpinteros,
constructores de tiendas, jornaleros). Incluso encontramos gente que no eran de
ascendencia israelita pura, sino hijos de madre o padre convertidos al
judaísmo. El poder de los escribas radica en exclusivamente en su ciencia.
Quien deseaba ser admitido en la corporación debía hacer un ciclo de estudios
de varios años. Generalmente, desde los 14 años de edad dominaba la exégesis de
la Ley (Pentateuco). Pero la edad canónica para la ordenación eran los 40 años.
A partir de entonces estaba capacitado para zanjar por sí mismo las cuestiones
de legislación religiosa y ritual, para ser juez en procesos criminales y tomar
decisiones en los civiles, bien como miembro de una corte de justicia, bien
individualmente. Tenía derecho a ser llamado rabí. Y se les abrían los puestos
claves del derecho, de la administración y de la enseñanza.
El peligro del legalismo
A
pesar de la gran estima de que gozan entre la gente, a Jesús no le resultan
simpáticos. No quiere que sus seguidores se parezcan a los escribas, ni que los
puedan confundir con ellos. Porque en su postura existe un peligro gravísimo de
legalismo, es decir, de exaltación de la ley y de la norma por encima de todas
las cosas. Al legalismo, se puede llegar por dos caminos muy parecidos:
a)
Buscando seguridad humana. Una persona inmadura, con miedo a correr
riesgos, prefiere que le indiquen en cada momento lo que debe hacer. Cuantas
más normas, mejor, porque así no se siente insegura.
b)
Buscando seguridad religiosa. Estas personas conciben la salvación como
algo que se gana a pulso, a base de esfuerzo, cumpliendo en todo momento la
voluntad de Dios. Esta voluntad de Dios no la conciben como una actitud global
en la vida, sino concretada en una serie de actos. Cuantas más normas me
dicten, mejor conoceré lo que Dios quiere y me resultará más fácil salvarme.
En
lo anterior hay cosas buenas y malas. Pero lo más grave es que la persona
amante de las normas corre el peligro de quedarse en la letra de la ley, sin
profundizar en su espíritu, que es más exigente. Por ejemplo, la ley manda no
comer carne los viernes de cuaresma. Y se queda tranquila con cumplir la letra
de la ley, pero no le preocupa comer langosta o gambas. La ley manda ir a misa
los domingos y días de fiesta, y la cumple a rajatabla; pero quizá no dedica ni
un minuto a Dios durante el resto de la semana.
Otro
grave riesgo de la mentalidad legalista es que, con la ley en la mano, se puede
machacar al prójimo y amargarle la existencia. Se critica al que no vive como
uno considera conveniente, se lo condena, incluso se lo persigue.
La crítica de Jesús al
legalismo
Para
combatir esta postura legalista y enseñar a sus discípulos a actuar
cristianamente, Mateo pone en labios de Jesús seis casos concretos, referentes
al asesinato, adulterio, divorcio, juramento, venganza y amor al prójimo
(Mateo 5,21‑48). Este domingo se leen tres de los cuatro primeros; los dos
últimos, el domingo próximo.
En el primer caso, asesinato, Jesús lleva la ley a sus
consecuencias más radicales.
Habéis
oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será
procesado. Pero yo os digo: Todo el que se deje llevar de la cólera contra
su hermano será procesado.
El
quinto mandamiento prohíbe matar. La mentalidad legalista, ateniéndose a la letra,
se contenta con no hincarle un puñal al prójimo. Jesús dice que el espíritu del
mandamiento va mucho más lejos. Lo importante no es sólo respetar la vida
física del prójimo, sino también toda su persona. [La lectura larga concreta
tres delitos cada vez peores contra el prójimo: encolerizarse con él,
insultarlo y ofenderlo gravemente].
En el segundo caso, adulterio, Jesús también
interpreta el mandamiento de forma radical.
Habéis
oído el mandamiento "no cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que
mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
La letra de la ley sólo se
fija en el hecho físico. Pero Jesús va a su espíritu profundo, teniendo en
cuenta incluso el peligro remoto de caer. Su enseñanza coincide con la de otros
rabinos: «No puedes decir que se llame adúltero a quien ha cometido adulterio
con cuerpo; el que ha cometido adulterio con sus ojos también se llama
adúltero» (Simeón ben Lakish).
En el cuarto caso (el tercero se omite en la lectura
breve), a propósito del juramento, también anula la ley.
Habéis
oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y
"Cumplirás tus juramentos al Señor". Pero yo os digo que no
juréis en absoluto. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí
viene del Maligno.
Jesús
se mueve en una sociedad que usa y abusa del juramento. El discípulo de Jesús
tiene que moverse en una honradez y sinceridad tan absolutas que le baste decir
sí y no.
El
próximo domingo veremos otro recurso: cambiar la ley por una norma más
exigente.
1ª lectura: Eclesiástico 15,16-21
Si
quieres, guardarás los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su
voluntad; ante ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras;
delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja. Es inmensa
la sabiduría del Señor, es grande su poder y lo ve todo; los ojos de Dios ven
las acciones, él conoce todas las obras del hombre; no mandó pecar al hombre,
ni deja impunes a los mentirosos.
Corrobora
lo que dice el comienzo del evangelio (¡en la versión larga!) sobre la
alternativa de cumplir o no cumplir la voluntad de Dios. Todos tenemos la
posibilidad de elegir entre el fuego y el agua, la muerte y la vida, ser
pequeño o grande en el Reino de Dios. La última frase, Dios «no deja impunes a
los mentirosos» puede aplicarse muy bien a lo que dice Jesús de los legalistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario