La
formación de los discípulos
A
partir del primer anuncio de la pasión-resurrección y de la confesión de Pedro,
Jesús se centra en la formación de sus discípulos. No sólo mediante un discurso,
como en el c.18, sino a través de los diversos acontecimientos que se van
presentando. Los temas podemos agruparlos en tres apartados:
1. Los
peligros del discípulo:
*
ambición (18,1-5)
*
escándalo (18,6-9)
*
despreocupación por los pequeños (18,10-14)
2.
Las obligaciones del discípulo:
*
corrección fraterna (18,15-20)
*
perdón (18,21-35)
3.
El desconcierto del discípulo:
*
ante el matrimonio (19,3-12)
*
ante los niños (19,13-15)
*
ante la riqueza (19,16-29)
*
ante la recompensa (19,30-20,16)
De
estos temas, la liturgia dominical ha seleccionado el 2, corrección fraterna y
perdón, que leeremos en los dos próximos domingos (23 y 24 del Tiempo
Ordinario) y el último punto del 3, desconcierto ante la recompensa (domingo 25).
La
corrección fraterna
Como
punto de partida es muy válida la primera lectura, tomada del profeta Ezequiel.
Cuando alguien se porta de forma indebida, lo normal es criticarlo, procurando
que la persona no se entere de nuestra crítica. Sin embargo, Dios advierte al
profeta que no puede cometer ese error. Su misión no es criticar por la
espalda, sino dirigirse al malvado y animarlo a cambiar de conducta.
Así dice el Señor: A ti,
hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches
palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: «¡Malvado, eres reo de muerte!», y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie
de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre;
pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no
cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.
En
la misma línea debemos entender el evangelio de hoy, que se dirige a los
apóstoles y a los responsables posteriores de las comunidades. No pueden
permanecer indiferentes, deben procurar el cambio de la persona. Pero es
posible que ésta se muestre reacia y no acepte la corrección. Por eso se
sugieren cuatro pasos: 1) tratar el tema entre los dos; 2) si no se atiene a
razones, se llama a otro o a otros testigos; 3) si sigue sin hacer caso, se acude
a toda la comunidad; 4) si ni siquiera entonces se atiene a razones, hay que
considerarlo «como un
gentil o un publicano».
En aquel tiempo, dijo Jesús a
sus discípulos:
― Si tu hermano peca,
repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si
no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede
confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la
comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un
gentil o un publicano.
Esta
práctica recuerda en parte la costumbre de la comunidad de Qumrán. La Regla
de la Congregación, sin expresarse de forma tan sistemática como Mateo, da
por supuestos cuatro pasos: 1) corrección fraterna; 2) invocación de dos testigos;
3) recurso a «los
grandes», los
miembros más antiguos e importantes; 4) finalmente, si la persona no
quiere corregirse, se le excluye de la comunidad.
La
novedad del evangelio radica en que no se acude en tercera instancia a los «grandes», sino a toda la comunidad,
subrayando el carácter democrático de la vivencia cristiana. Hay otra
diferencia notable entre Qumrán y Jesús: en Qumrán se estipulan una serie de sanciones
cuando se ofende a alguno, cosa que falta en el Nuevo Testamento. Copio algunas
de ellas en el Apéndice.
Hay
un punto de difícil interpretación: ¿qué significa la frase final, «considéralo como un gentil
o un publicano»?
Generalmente la interpretamos como un rechazo total de esa persona. Pero no es
tan claro, si tenemos en cuenta que Jesús era el «amigo
de publicanos»
y que siempre mostró una actitud positiva ante los paganos. Por consiguiente,
quizá la última frase debamos entenderla en sentido positivo: incluso cuando
parece que esa persona es insalvable, sigue considerándola como alguien que en
algún momento puede aceptar a Jesús y volver a él. Esta debe ser la actitud
personal («considéralo»),
aunque la comunidad haya debido tomar una actitud disciplinaria más dura.
¿Qué
valor tiene la decisión tomada en estos casos? Un valor absoluto. Por eso, se
añaden unas palabras muy parecidas a las dichas a Pedro poco antes, pero
dirigidas ahora a todos los discípulos y a toda la comunidad:
Os aseguro que todo lo que
atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la
tierra quedará desatado en el cielo.
Relacionado
con este tema están las frases finales.
Os aseguro, además, que si
dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi
Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos.
Generalmente
se los aplica a la oración y a la presencia de Cristo en general. Pero, dado lo
anterior y lo que sigue, parece importante relacionar esta oración y esta
presencia de Cristo con los temas de la corrección y del perdón.
El
conjunto podríamos explicarlo del modo siguiente. La corrección fraterna y la
decisión comunitaria sobre un individuo son algo muy delicado. Hace falta luz,
hallar las palabras adecuadas, el momento justo, paciencia. Todo esto es
imposible sin oración. Jesús da por supuesto -quizá supone mucho- que esta
oración va a darse. Y anima a los discípulos asegurándoles la ayuda del Padre,
ya que El estará presente. Esta interpretación no excluye la otra, más amplia,
de la oración y la presencia de Cristo en general. Lo importante es no olvidar
la oración y la presencia de Jesús en el difícil momento de la reconciliación.
Apéndice: la
práctica de la comunidad de Qumrán
Nota: En el siglo II a.C., un grupo de judíos,
descontentos del comportamiento del clero y de las autoridades de Jerusalén, se
retiró al desierto de Judá y fundó junto al Mar Muerto una comunidad. Se ha
discutido mucho sobre su influjo en Juan Bautista, en Jesús y en los primeros
cristianos. El interesado puede leer J. L. Sicre, El cuadrante. Vol. II:
La apuesta, cap. 15.
Los cuatro pasos en la Regla de la congregación
1)
«Que
se corrijan uno a otro con verdad, con tranquilidad y con amor lleno de buena
voluntad y benevolencia para cada uno»
(V, 23-24).
2
y 3) «Igualmente,
que nadie acuse a otro en presencia de los "grandes" sin haberle
avisado antes delante de dos testigos»
(VI, 1).
4)
«El
que calumnia a los "grandes", que sea despedido y no vuelva más.
Igualmente, que sea despedido y no vuelva nunca el que murmura contra la
autoridad de la asamblea. (...) Todo el que después de haber permanecido diez
años en el consejo de la comunidad se vuelva atrás, traicionando a la
comunidad... que no vuelva al consejo de la comunidad. Los miembros de la
comunidad que estén en contacto con él en materia de purificación y de bienes
sin haber informado de esto a la comunidad serán tratados de igual manera. No
se deje de expulsarlos»
(VII,16-25).
Algunos castigos en Qumrán
«Si alguien habla a su
prójimo con arrogancia o se dirige a él groseramente, hiriendo la dignidad del
hermano, o se opone a las órdenes dadas por un colega superior a él, será
castigado durante un año...»
«Si alguno habló con cólera
a uno de los sacerdotes inscritos en el libro, que sea castigado durante un
año. Durante ese tiempo no participará del baño de purificación con el resto de
los grandes.»
«El que calumnia
injustamente a su prójimo, que sea castigado durante un año y apartado de la
comunidad.»
«Si únicamente hablo de su
prójimo con amargura o lo engañó conscientemente, su castigo durará seis meses.
«El que se despereza,
cabecea o duerme en la reunión de los "grandes" será castigado
treinta días».
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