Este domingo se lee el relato de la
Pasión de Jesús en el evangelio de Marcos. Dada su extensión me limito a
sugerir dos puntos de atención (Jesús y sus discípulos) y a ofrecer cuatro
posibles lecturas de la pasión.
Dos puntos de atención
¿Quién es Jesús?
El relato del
capítulo 15 supone un gran contraste con el de los dos anteriores, 13-14. En
estos, Jesús se enfrenta a toda clase de adversarios en diversas disputas y los
vence con facilidad. Ahora, los adversarios, derrotados a nivel intelectual,
deciden vencerlo a nivel físico, matándolo (14,1). Lo que más se destaca en
Jesús es su conocimiento y conciencia plena de lo que va a ocurrir: sabe que
está cercana su sepultura (14,8), que será traicionado por uno de los suyos (14,18),
que morirá sin remedio (14,21), que los discípulos se dispersarán (14,27), que
está cerca quien lo entrega (14,42). Las palabras que pronuncia en esta sección
están marcadas por esta conciencia del final y tienen una carga de tristeza.
Como cualquiera que se acerca a la muerte, Jesús sabe que hay cosas que se
pierden definitivamente: la cercanía de los amigos (“a mí no siempre me
tendréis con vosotros”: 14,7), la copa de vino compartida (14,25). No falta un
tono de esperanza: del vino volverá a gozar en el Reino de Dios (14,25), con
los discípulos se reencontrará en Galilea (14,28). Pero predomina en sus
palabras un tono de tristeza, incluso de amargura (14,37.48-49), con el que
Marcos subraya ―una vez más― la humanidad profunda de Jesús.
Cuatro veces se
debate en estos capítulos la identidad de Jesús: el sumo sacerdote le pregunta
si es el Mesías (14,61), Pilato le pregunta si es el Rey de los judíos (15,2),
los sumos sacerdotes y escribas ponen como condición para creer que es el
Mesías que baje de la cruz (15,31-32), el centurión confiesa que es hijo de
Dios (15,39). A la pregunta del sumo sacerdote responde Jesús en sentido
afirmativo, pero centrando su respuesta no en el Mesías, sino en el Hijo del
Hombre triunfante (14,62). A la pregunta de Pilato responde con una evasiva:
“tú lo dices” (15,2). A la condición de los sumos sacerdotes y escribas no
responde. Cuando el centurión lo confiesa hijo de Dios, Jesús ya ha muerto.
Los discípulos
Los datos son
conocidos. Se entristecen al enterarse de que uno de ellos lo traicionará; pero,
llegado el momento, todos huyen. Una vez más, Pedro desempeña un papel
preponderante. Se considera superior a los otros, más fiel y firme (14,29),
pero comenzará por quedarse dormido en el huerto (14,37) y terminará negando a
Jesús (14,66-72). En este contexto de abandono total por parte de los
discípulos adquiere gran fuerza la escena final del Calvario, cuando se habla
de las mujeres que no sólo están al pie de la cruz, sino que acompañaron a
Jesús durante su vida (15,40-41).
Cuatro lecturas posibles de los relatos de la pasión de Jesús.
La lectura de
identificación personal y afectiva
El testimonio escrito más antiguo que
poseemos en este sentido es el de san Pablo. A veces, cuando habla de la muerte
de Jesús, lo hace con frialdad dogmática, recordando que murió por nuestros
pecados. Pero en otra ocasión lo enfoca de manera muy personal y afectiva: “He
quedado crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí. Y
mientras vivo en la carne vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se
entregó por mí” (Gal 2,19-20). En línea parecida, san Ignacio de Loyola, en la
tercera semana de los Ejercicios espirituales, cuando se contempla la pasión, el
ejercitante debe pedir “dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo
quebrantado, llanto, pena interna de tanta pena como el Señor pasó por mí”.
La lectura indignada
Es la que practicamos todas las mañanas
al leer el periódico, cuando acompañamos la lectura de los titulares y de las
noticias con toda suerte de imprecaciones, insultos y maldiciones. Los relatos
de la pasión cuentan tal cantidad de atropellos, injusticias, traiciones, que
se prestan a una lectura indignada. Sin embargo, los evangelios nunca invitan
al lector a indignarse con la traición de Judas, a maldecir a las autoridades
judías o romanas que condenan a Jesús, a insultar a quienes se burlan de él, a
sentir como en el propio cuerpo los azotes, la corona de espina o los clavos, a
llorar la muerte de Jesús. En ningún momento pretenden los evangelios excitar
los sentimientos y, mucho menos, fomentar el sentimentalismo.
La lectura detallada
http://www.4shared.com/postDownload/YtfXHj0K/pasion_en_mc.html
Mi comentario, que puede bajarse de la
dirección indicada más arriba, consiste en una lectura del texto, prestando
gran atención a cuatro aspectos:
1) la división
minuciosa de cada episodio, que a veces quizá parezca exagerada, como cuando
distingo siete momentos en el relato de la oración del huerto; pero es la única
forma de no pasar por alto detalles importantes.
2) los
protagonistas, advirtiendo qué hacen o no hacen, qué dicen o no dicen, cómo
reaccionan, por qué motivos se mueven, qué sienten.
3) la acción
que se cuenta y sus presupuestos; a veces predominará lo informativo, ya que
ciertos detalles a veces no se conocen bien, como la celebración de la Pascua
en el mundo judío y en Qumrán o el proceso ante el Sanedrín.
4) el arte
narrativo de Mc, que a menudo no se tiene en cuenta, pero que sirve también
para captar su teología.
Este tipo de
lectura, aunque aplique el mismo método a todas las escenas, pone de relieve lo
típico de cada una de ellas y deja claro que el relato de la pasión está
formado por episodios aparentemente cotidianos y por otros terriblemente
dramáticos, como la oración del huerto. Lo importante es captar el espíritu y
mensaje de cada episodio y el mensaje global de cada evangelio.
La lectura interactiva y
orante
Sería la respuesta personal al comentario
anterior, reflexionando cada cual sobre lo que el texto le sugiere y lo que le
invita a pedir.
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