En este mes de vacaciones (al menos en Europa), cuando se repiten los
consejos de seguridad y vigilancia, también la liturgia nos invita a vigilar,
aunque en cuestiones muy distintas.
A merced de lo que decida el sacerdote
El sacerdote puede elegir este
domingo entre una lectura breve y otra larga. Dos motivos aconsejan decidirse
por la breve: 1) el calor de agosto en Europa y el frío en América; 2) la
lectura larga mezcla tres temas, dos de ellos muy distintos, y puede volver un
poco locos al predicador y a los predicados.
Me limitaré, por tanto, a
la breve, con algunas indicaciones finales sobre la larga.
Tres señores muy distintos
Si se lee el evangelio de
forma rápida parece hablar de los mismos personajes: unos criados y su señor.
Sin embargo, teniendo en cuenta que los discursos de Jesús los escriben los
evangelistas uniendo frases sueltas pronunciadas por él en distintos momentos, cuando
se lee el texto con atención encontramos tres señores. Dice así:
Tened ceñida la cintura
y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor
vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
Aunque comienza
dirigiéndose a los criados (que somos nosotros), luego habla de tres clases de
señores.
1. Un señor que vuelve de
una boda; los criados tienen que esperarlo y abrirle la puerta.
2. Un señor que llega no
se sabe de dónde; encuentra a los criados esperándole y, lleno de alegría, se
pone a servirles.
3. Un señor que no tiene
criados, se entera de que esa noche va a venir un ladrón, y lo espera en vela.
Lo que une estas tres
imágenes tan distintas es la idea de la espera: los criados esperan a su señor
(casos 1 y 2), el señor espera al ladrón (caso 3).
Y todo esto sirve para
transmitir la enseñanza más importante: también nosotros debemos estar
vigilantes, esperando la llegada del Hijo del Hombre.
El problema psicológico del texto
Hablar de vigilancia y de
esperar la venida del Hijo del Hombre mientras la gente se abanica o piensa en
lo que va a hacer cuando termine la misa supone un desafío para el sacerdote.
¿Interesa realmente todo eso? En caso de que interese, ¿se puede pedir una
actitud continua de vigilancia, con la cintura ceñida y la lámpara encendida,
como dice el evangelio?
Sería muy bueno que la
gente se plantease estas preguntas y respondiese: “No me interesa nada, no
pienso nunca en la vuelta de Jesús, y si me dicen que no se trata de que vaya a
volver pronto, sino de que puedo morirme en cualquier momento y encontrarme con
Él, prefiero no amargarme con la idea de la muerte”.
Esta respuesta sincera
tendría una ventaja: obliga a pensar en lo que representa realmente Jesús en
nuestra vida. ¿Alguien a quien queremos mucho, pero que no tenemos prisa
ninguna por ver, y cuanto más se retrase el encuentro, mejor? Amistad curiosa,
pero muy frecuente entre los cristianos.
Vigilar no significa vivir angustiados
A pesar de lo anterior, la
mayoría de la gente vive a diario el mensaje del evangelio de hoy. Está con el
cinturón ceñido y la lámpara encendida. Porque la vigilancia se traduce en el
cumplimiento adecuado de sus obligaciones.
Así queda claro en la
continuación del evangelio (la que puede omitirse). En ella, Pedro le pregunta
a Jesús si esa parábola del señor y los criados la ha contado por ellos o por
todos. Y Jesús le responde con una nueva parábola. Pero ahora no habla solo de
un señor y sus criados sino que introduce en medio la figura de un
administrador que está al frente de la servidumbre (es clara la referencia
a Pedro y a los responsables de la comunidad cristiana).
Este administrador puede
adoptar dos posturas: cumplir bien su obligación con los subordinados, o
aprovechar la ausencia del señor para maltratar a los criados y criadas y darse
la buena vida. Queda claro que vigilar no consiste en vivir angustiados
pensando en la hora de la muerte sino en cumplir bien la tarea que Dios ha
encomendado a cada uno. El texto dice así.
El Señor le respondió:
‒ ¿Quién es el administrador fiel y solícito a
quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la
ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo
encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus
bienes. Pero si el empleado piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a
pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse,
llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo
despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe
lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos
azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al
que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le
exigirá.
La primera lectura
La primera lectura, tomada
del libro de la Sabiduría 18, 6-9, ofrece dos posibles puntos de contacto con
el evangelio. El texto dice así.
La noche de la liberación [de Egipto] se les anunció de antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo, al conocer con certeza la promesa de que se fiaban. Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los culpables, pues con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas, llamándonos a ti. Los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían sacrificios a escondidas y, de común acuerdo, se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes; y empezaron a entonar los himnos tradicionales.
Primer
punto de contacto: vigilancia esperando la salvación.
El libro de la Sabiduría
piensa en la noche de la liberación de Egipto
El evangelio, en la
salvación que traerá la segunda venida de Jesús.
En ambos casos se subraya
la actitud vigilante de israelitas y cristianos.
Segundo punto de contacto
Al momento de salir de
Egipto, los israelitas se comprometen a compartir los bienes: serían
solidarios en los peligros y en los bienes.
En el evangelio, Jesús
anima a los cristianos a ir más lejos: Vended vuestros bienes y dad limosna;
haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo. (Este
punto de contacto sólo se advierte leyendo el comienzo de la lectura larga).
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