El evangelio del domingo
pasado hablaba del desconcierto de Juan Bautista, y nos obligaba a pensar en el
desconcierto y escándalo que podemos sentir ante la conducta y el mensaje de
Jesús. El evangelio del cuarto domingo da un paso adelante. El desconcierto y
el escándalo se pueden superar. El asombro se da ante el misterio y no acaba
nunca, dura toda la vida. Mt da un título a lo que va a contar: El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera. Sin embargo, no es eso lo que cuenta, se limita a ofrecer una serie
de datos sobre ese misterio.
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de
vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en
secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un
ángel del Señor que le dijo:
‒ José, hijo de David,
no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en
ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre
Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.
Todo esto sucedió para que
se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen
concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa
"Dios-con-nosotros".»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del
Señor y se llevó a casa a su mujer.
El relato
del evangelio consta de los elementos típicos: planteamien¬to, nudo y
desenlace. Como en cualquier novela poli¬cíaca. Pero existe una diferencia.
Mientras Agatha Christie dedica la mayor parte al nudo, a las peripecias de
Hércules Poirot en busca del asesino, Mateo es brevísimo en las dos primeras
partes y pasa enseguida al desenlace. No se trata de un relato dramático, sino
didáctico.
Planteamiento
Parte de
unos personajes que da por conocidos para el lector, María y José, y de una
costumbre que también da por conocida entre judíos: después de los desposorios
(la petición de mano), los novios son considerados como esposos, con el
compromi¬so de fidelidad mutua, pero siguen viviendo por separado. De repente,
resulta que María espera un hijo del Espíritu Santo. Mt no deja al lector ni un
segundo de duda. Con perdón del Espíritu Santo, y siguiendo el símil policiaco,
el lector sabe desde el principio quién es el asesino.
Nudo
La duda
es para José, hombre bueno. Según el Deuteronomio, si un hombre se casa con una
mujer y resulta que no es virgen, si la denuncia, “sacarán a la joven a la
puerta de la casa paterna y los hombres de la ciudad la apedrearán hasta que
muera, por haber cometido en Israel la infamia de prostituir la casa paterna”
(Dt 22,20ss). José prefiere interpretar la ley en la forma más benévola. La ley
permite denunciar, pero no obliga a hacerlo. Por eso, decide repudiar a María
en secreto para no infamarla. Mt escribe con enorme sobriedad, no detalla las dudas
y angustias de José. Como mejor se advierte esto es comparando el relato con un
fragmento del Génesis Apócrifo
encontrado en Qumrán, en el que leemos algo parecido a propósito del patriarca
Lamec: advierte que su mujer, Bitenós, está encinta, y duda de que ese hijo sea
suyo (el estado fragmentario del texto no permite saber por qué duda). La
angustia del personaje la refleja el autor de forma casi patética:
“Entonces pensé que la concepción era obra de los
Vigilantes, y la preñez de los Santos, y pertenecía a los Gigantes [...] y mi
corazón se trastornó en mi interior por causa de este niño. Entonces yo, Lamec,
me asusté y acudí a Bitenós, mi mujer, y dije [...]: júrame por el Altísimo,
por el Gran Señor, por el Rey del Universo [...] que de veras me harás saber
todo, me harás saber de veras y sin mentiras si esto [...]. Júrame por el Rey
de todo el Universo que me estás hablando sinceramente y sin mentiras
[...]Entonces Bitenós, mi esposa, me habló muy reciamente, lloró y dijo: ¡Oh mi
hermano y señor! Recuerda mi placer, el tiempo del amor, el jadear de mi
aliento en mi pecho [...] Yo te juro por el Gran Santo, por el Rey de los
cielos, que de ti viene esta semilla, de ti viene este embarazo, de ti viene la
siembra de este fruto, y no de ningún extranjero, ni vigilante, ni hijo del
cielo. ¿Por qué está la expresión de tu rostro tan alterada y deformada, y tu
espíritu tan deprimido?” (1QapGn Col. II, 1-17). Ni siquiera con estas palabras
de su esposa queda tranquilo Lamec; acude a su padre, Matusalén, para que le
pregunte a Henoc y se informe de todo con certeza. Es una pena que la columna
esté tan estropeada en algunos momentos capitales para la interpretación del
argumento. El relato de Mt parece en muchos detalles como la antítesis del Génesis Apócrifo.
Desenlace
En cuanto
José toma la decisión, se aparece el ángel que resuelve el problema. José
obedece, y María da a luz un hijo al que José pone por nombre Jesús. En esta
sección final, entre las palabras del ángel y la obediencia de José introduce
Mt unas palabras para explicar el misterio: se trata de cumplir la profecía de
Is 7,14 (que se lee hoy como 1ª lectura).
Mensaje
Este
análisis literario demuestra que Mt no ha intentado poner en tensión al lector.
Sabe desde el comienzo a qué se debe el misterio. Entonces, ¿qué pretende
decirnos con este episodio? Tres cosas fundamentales a propósito del
protagonista de su obra.
¿Quién es Jesús? Al comienzo del evangelio, en la genealogía, Mt acaba de indicarnos
que es verdadero israelita y verdadero descendiente de David. ¿Significa que
sea el Mesías? Para eso hace falta algo más según la tradición de ciertos
grupos judíos. El Mesías debe nacer de una virgen, según está anunciado en Is
7,14. Este episodio demuestra que Jesús cumple ese requisito. Pero hay otro
dato que no contiene el texto de Isaías: Jesús viene del Espíritu Santo, con lo
cual se quiere expresar su estrecha relación con Dios.
¿Qué hará Jesús? Lo indica su nombre: salvar a su pueblo de los pecados. Salvar de
los pecados no es lo mismo que perdonar los pecados. Perdonar los pecados se
puede hacer de forma cómoda, sentado en el confesionario, o incluso paseando o
tomando un café. Salvar de los pecados sólo se puede hacer ofreciendo la propia
vida. Sabemos desde niños que Jesús, para salvarnos de nuestros pecados, dio su
vida por nosotros. Pero no debe dejar de asombrarnos. Porque la actitud normal
de un judío piadoso ante el pecado no es comprenderlo ni justificarlo, mucho
menos morir por el pecador. Es condenarlo.
¿Qué repercusiones tiene su aparición? Mt, al escribir su evangelio, parte de la experiencia de su
comunidad, perseguida y rechazada por aceptar a Jesús como Mesías. Mt le indica
desde el comienzo que las dificultades son normales. Incluso las personas más
ligadas al Mesías, sus propios padres, sufren problemas desde que es concebido.
El cristiano debe ver en José un modelo que le ayuda y anima. No debe tener miedo
a aceptar a Jesús y seguirlo, porque “viene del Espíritu Santo” y “salvará a su
pueblo de los pecados”.
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