El domingo pasado, el evangelio de Mateo nos presentaba a
Jesús recorriendo Galilea y anunciado la buena noticia del Reinado de Dios. A
partir de hoy, hace que los oyentes se reúnan en un gran auditorio al aire
libre, se sienten en torno a Jesús, y escuchen el programa de ese reino de
Dios.
Jesús va a
pronunciar un largo discurso, conocido como el “Sermón del monte”, que se puede
resumir en los siguientes puntos:
1. Advertencia preliminar (5,17-20)
2. La actitud cristiana ante la Ley (5,21-48) (contra la postura de los escribas)
3. La actitud ante las obras de piedad
(6,1-18) (contra la postura farisea)
4. La actitud ante el dinero y la providencia
(6,19-34) (contra la postura pagana)
5. La actitud ante el prójimo (7,1-6).
6. Dos posibles dudas del oyente (7,7-12)
- ¿Podré vivir todo esto? Poder de la oración
- ¿Conseguiré recordar tantas cosas? La regla
de oro
La selección del auditorio
Jesús no es
un político que quiere ganar votos a todo precio, engañando y haciendo promesas
que no cumplirá. Desea dejar claro quiénes sintonizarán con su proyecto y
quiénes no. Para que no se llamen a engaño. Y eso lo expone, al principio de
todo, en las bienaventuranzas.
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la
montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar,
enseñándoles:
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán
consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la
tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se
llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os
persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y
contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
Las bienaventuranzas no son
una carrera de obstáculos
La mención
de los pobres, los que lloran, los sufridos… puede crear una sensación de
malestar, como si tuviéramos que pasar por todas esas situaciones para formar
parte del reinado de Dios. Las bienaventuranzas se nos convierten en una
terrible carrera de obstáculos, donde tras cada valla nos espera la siguiente.
Las bienaventuranzas, ocho
puertas para entrar al Reino de Dios
Antonio Barluzzi, el arquitecto italiano que diseñó la
Basílica de las bienaventuranzas en 1939, tuvo la bella idea de una planta
octogonal, y en cada lado una gran ventana por la que se puede contemplar el
paisaje exterior. Sin embargo, las bienaventuranzas no son ventanas para mirar
lo que ocurre fuera, sino puertas abiertas por las que se puede entrar a escuchar
y seguir a Jesús.
Encima de
cada puerta hay una inscripción con la bienaventuranza correspondiente. A veces
el sentido del texto resulta discutible (Jesús habló en arameo, luego se tradujo
al griego, y ahora lo retraducimos a nuestras lenguas). Hace falta un guía
turístico que nos aclare las dudas, dentro de lo posible.
Para no alargarme, quien desee una visión de conjunto de las Bienaventuranzas en el Antiguo y Nuevo Testamentos puede bajarse una Presentación en
Al final, el
guía te dejará solo delante del edificio. Da una vuelta en torno a él y elige la
puerta que más se adecue a tu situación. Quizá encuentres varias. Si no encuentras
ninguna, cuélate a escuchar lo que dirá Jesús los próximos días. Seguro que te convence.
Resumen
Las
bienaventuranzas nos dicen qué personas pueden entender y aceptar el mensaje de
Jesús, incorporándose a la comunidad cristiana.
Por consiguiente,
las bienaventuranzas no son, ante todo, un código de conducta moral que dice:
"así tienes que actuar si quieres ser cristiano". Son una exposición
de situaciones y de actitudes ante la vida que permiten entender el evangelio
y entusiasmarse con las palabras de Jesús.
La
bienaventuranza no dice: "Sufre,
para poder entrar en el Reino de Dios".
Dice: "Si sufres, no pienses que tu
sufrimiento es absurdo; te permite entender el evangelio y seguir a
Jesús".
No dice: "Procura que te desposean de tus
bienes para actuar de forma no violenta".
Dice: "Si respondes a la violencia con la
no violencia, no pienses que eres estúpido, considérate dichoso porque actúas
igual que Jesús".
No dice: "Procura que te persigan por ser
fiel a Dios".
Dice: "Si te persiguen por ser fiel a
Dios, dichoso tú, porque estás dentro del Reino de Dios".
Pero, al
tratarse de los valores que estima Jesús, no cabe duda de que las
bienaventuranzas se convierten también en un modelo de vida que debemos
esforzarnos por imitar. Después de lo que dice Jesús, no podemos permanecer
indiferentes ante actitudes como la de prestar ayuda, no violencia, trabajo por
la paz, lucha por la justicia, etc. El cristiano debe fomentar esa conducta. Y
el resto del Sermón del Monte le enseñará a hacerlo en distintas
circunstancias.
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