sábado, 8 de octubre de 2022

“Malos”, pero agradecidos. Domingo 28 Ciclo C

 

Las lecturas de este domingo son fáciles de entender y animan a ser agradecidos con Dios. La del Antiguo Testamento y el evangelio tienen como protagonistas a personajes muy parecidos: en ambos casos se trata de un extranjero. El primero es sirio, y las relaciones entre sirios e israelitas eran tan malas entonces como ahora. El segundo es samaritano, que es como decir, hoy día, palestino. Para colmo, tanto el sirio como el samaritano están enfermos de lepra.

Naamán el sirio (2 Reyes 5,14-17)

            El relato es mucho más extenso e interesante de lo que recoge el texto de la liturgia. Naamán es un personaje importante de la corte del rey de Siria, pero enfermo de lepra. En su casa trabaja una esclava israelita que le aconseja visitar al profeta de Samaria, Eliseo. Así lo hace, y el profeta, sin siquiera salir a su encuentro, le ordena bañarse siete veces en el Jordán. Naamán, enfurecido por el trato y la solución recibidos, decide volverse a Damasco. Pero sus servidores le convencen de que haga caso al profeta.

En aquellos días, Naamán de Siria bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta Eliseo, y su carne quedó limpia de la lepra, como la de un niño. Volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo:

            ‒ Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel. Acepta un regalo de tu servidor.

            Eliseo contestó:

            ‒ ¡Vive Dios, a quien sirvo! No aceptaré nada.

            Y aunque le insistía, lo rehusó. Naamán dijo:

            ‒ Entonces, que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un par de mulas; porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses fuera del Señor.

            Con vistas al tema de este domingo, lo importante es la actitud de agradecimiento: primero con el profeta, al que pretende inútilmente hacer un regalo, y luego con Yahvé, el dios de Israel, al que piensa dar culto el resto de su vida. Pero no olvidemos que Naamán es un extranjero, una persona de la que muchos judíos piadosos no podrían esperar nada bueno. Sin embargo, el “malo” es tremendamente agradecido.

Un samaritano anónimo (Lucas 17,11-19)

            Si malo era un sirio, peor, en tiempos de Jesús, era un samaritano. Basta recordar lo que escribió Jesús ben Sirá: «Dos naciones aborrezco y la tercera ya no es pueblo: los habitantes de Seír y Filistea y el pueblo necio que habita en Siquén» (Eclo 50,25). Pero a Lucas le gusta dejarlos en buen lugar. Ya lo hizo en la parábola del buen samaritano, exclusiva suya, y lo repite en el pasaje de hoy.

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:

            ‒ Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.

            Al verlos, les dijo:

            ‒ Id a presentaros a los sacerdotes.

            Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo:

            ‒ ¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?

            Y le dijo:

            ‒ Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

            Este relato refleja mejor que el de Naamán la situación de los leprosos. Viven lejos de la sociedad, tienen que mantenerse a distancia, hablan a gritos. «Jesús, jefe, ten compasión de nosotros». Se encuentran en situación desesperada, y su grito recuerda al que en los salmos se dirige a Dios cuando el orante se siente desfallecer, solo y afligido, en profunda angustia (Sal 6,3; 9,14; 25,16 etc.).

¿Cómo reacciona Jesús? Al principio de su actividad en Galilea curó a un leproso, pero Lucas lo cuenta indicando cuatro detalles: 1) extiende la mano y lo toca; 2) responde a su petición diciendo: «Quiero, queda limpio»; 3) al instante desaparece la lepra; 4) le ordena ir al sacerdote y ofrecer lo mandado por Moisés (Lc 5,12-16) 

Ahora Jesús no hace nada, se limita a ordenarles: «Id a presentaros a los sacerdotes». ¿Qué significa el plural «los sacerdotes»? ¿Que cada uno irá a buscar al sacerdote residente en su pueblo? ¿Que acudirán a diversos sacerdotes en el templo de Jerusalén? ¿Por qué no les dice que ofrezcan lo mandado por Moisés? Estas preguntas no interesan a Lucas. Lo importante es que los leprosos, sin que les desaparezca la lepra de inmediato, obedecen a Jesús y se ponen en camino. Un notable acto de fe en la palabra de Jesús, porque la sensación de haberse curado no la tienen hasta más adelante.

Entonces, solo uno vuelve, alabando a Dios por el camino, y se postra rostro en tierra a los pies de Jesús para darle gracias. Pero Jesús no se dirige a él, sino a un auditorio que abarca a todos los presentes, haciendo tres preguntas: ¿No han quedado limpios los diez? Él sabe que sí, aunque los demás no lo sepan. ¿Dónde están los otros nueve? Se supone que en busca de un sacerdote. ¿Solo este extranjero ha vuelto a dar gloria a Dios? Algo evidente, aunque nadie sabe que es extranjero. Cabe una objeción: este samaritano dio gloria a Dios en cuanto advirtió que estaba curado, ¿no habrán hecho lo mismo los demás, aunque no volviesen a dar las gracias a Jesús? Esta pregunta nos hace caer en la cuenta de que no se puede dar gloria a Dios sin dar las gracias a Jesús.

La escena termina con unas palabras que hemos escuchado en otros casos: «Tu fe te ha salvado» (7,50; 8,48; reaparecerá en 18,42). Todos han sido curados, solo uno se ha salvado. Nueve han mejorado su salud, solo uno ha mejorado en su cuerpo y en su espíritu, ha vuelto a dar gloria a Dios.

Poco antes, los discípulos han pedido a Jesús que les aumente la fe (17,5). Ahora Lucas ofrece una pista para conseguirlo. La fe se manifiesta en la alabanza a Dios y el agradecimiento a Jesús, algo que está a nuestro alcance.

Examen de conciencia

            ¿Dónde me sitúo? ¿Entre los “buenos” poco agradecidos, o entre los “malos” agradecidos?       

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