Un ejercicio sencillo y una
sorpresa
Imagina todo lo que has hecho o te
ha ocurrido desde que tenías doce años hasta los treinta (suponiendo que hayas
llegado a esa edad). Si pones la lista por escrito necesitarás más de una página.
Si la desarrollas con detalle, saldrá un libro.
La sorpresa consiste
es que de Jesús no sabemos nada durante casi veinte años. Según Lucas, cuando
subió al templo con sus padres tenía doce años de edad; cuando se bautiza, “unos
treinta años”. ¿Qué ha ocurrido mientras tanto? No sabemos nada. Cualquier
teoría que se proponga es pura imaginación.
Este silencio de los
evangelistas resulta muy llamativo. Podían haber contado cosas interesantes de
aquellos años: de Nazaret, con sus peculiares casas excavadas en la tierra; de
la capital de la región, Séforis, a sólo 5 km de distancia, atacada por los
romanos cuando Jesús era niño, y cuya población terminó vendida como esclavos;
de la construcción de la nueva capital de la región, Tiberias, en la orilla del
lago de Galilea, empresa que se terminó cuando Jesús tenía poco más de veinte
años. Nada de esto se cuenta; a los evangelistas no les interesa escribir la
biografía de su protagonista.
Pero más llamativo
que el silencio de los evangelistas es el silencio de Dios. Al profeta Samuel
lo llamó cuando era un niño (según Flavio Josefo tenía doce años); a Jeremías,
cuando era un muchacho y se sentía incapaz de llevar a cabo su misión; a
Isaías, con unos veinte años. ¿Por qué espera hasta que Jesús tiene “unos
treinta años”, edad muy avanzada para aquella época? No lo sabemos. “Los
caminos de Dios no son nuestros caminos”. Buscando explicaciones humanas,
podríamos decir que Isaías y Jeremías tenían como misión transmitir lo que Dios
les dijese; Jesús, en cambio, además de esto formará un grupo de seguidores,
será para ellos un maestro, “un rabí”, y esto no puede serlo a los veinte años.
Pero esto no soluciona el problema. Seguimos sin saber qué hizo Jesús durante
tantos años. Para los evangelistas, lo importante comienza con el bautismo.
El bautismo de Jesús
Es uno de los momentos en que más duro se hace el silencio. ¿Por qué
Jesús decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan
Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice. La versión de
Lucas es la siguiente:
En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y
todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a
todos: "Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no
merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu
Santo y fuego."
En un
bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el
cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del
cielo: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto."
Lucas sigue muy de cerca al relato de Marcos, pero añade dos detalles
de interés: 1) Jesús se bautiza, “en un bautismo general”; con ello sugiere la
estrecha relación de Jesús con las demás personas; 2) la venida del Espíritu
tiene lugar “mientras oraba”, porque Lucas tiene especial interés en presentar
a Jesús rezando en los momentos fundamentales de su vida, para que nos sirva de
ejemplo a los cristianos.
Por lo demás, Lucas
se atiene a los dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.
La venida del Espíritu tiene especial importancia,
porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de
comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se
inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la
humanidad. Porque ese Espíritu que viene sobre Jesús es el mismo con el que él
nos bautizará, según las palabras de Juan Bautista.
La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú
eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy
distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías
42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El
primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el
título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a
un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme
paciencia. Lucas quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación
a través del sufrimiento.
El lector del
evangelio podrá sentirse en algún momento escandalizado por las cosas que hace
y dice Jesús, que terminarán costándole la muerte, pero debe recordar que no es
un blasfemo ni un hereje, sino el hijo de Dios guiado por el Espíritu.
El programa futuro de Jesús
Pero las palabras
del cielo no sólo hablan de la dignidad de Jesús, le trazan también un
programa. Es lo que indica la primera lectura de este domingo, tomada del libro de Isaías (42,1-4.6-7).
Así dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien
sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para
que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por
las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá
fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en
la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con
justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un
pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a
los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.
El programa indica, ante todo, lo que no hará: gritar, clamar, vocear, que
equivale a amenazar y condenar; quebrar la caña cascada y apagar el pabilo
vacilante, símbolos de seres peligrosos o débiles, que es preferible eliminar
(basta pensar en Leví, el recaudador de impuestos, la mujer sorprendida en
adulterio, la prostituta…).
Dice luego lo que hará: promover e implantar el derecho,
o, dicho de otra forma, abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de
la prisión; estas imágenes se refieren probablemente a la actividad del rey
persa Ciro, del que espera el profeta la liberación de los pueblos sometidos por
Babilonia; aplicadas a Jesús tienen un sentido distinto, más global y profundo,
que incluye la liberación espiritual y personal.
El programa incluye también cómo se comportará: «no vacilará ni se
quebrará». Su misión no será sencilla ni bien acogida por todos. Abundarán las
críticas y las condenas, sobre todo por parte de las autoridades religiosas
judías (escribas, fariseos, sumos sacerdotes). Pero en todo momento se
mantendrá firme, hasta la muerte.
Misión
cumplida: pasó haciendo el bien
La segunda lectura, de los Hechos de
los Apóstoles, Pedro, dirigiéndose al centurión Cornelio y a su familia,
resumen en estas pocas palabras la actividad de Jesús.
Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos,
cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero
a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó
haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba
con él.»
Un buen ejemplo para vivir nuestro
bautismo.
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