Los textos
bíblicos de los cuatro domingos de Adviento no constituyen propiamente una
preparación a la Navidad, sino una introducción a todo el nuevo año litúrgico.
Por eso abarcan etapas muy distintas: 1) lo que se esperó del Mesías antes de
su venida; 2) su nacimiento; 3) su actividad pública, y las reacciones que
suscitó; 4) su vuelta al final de los tiempos. Estas cuatro etapas se mezclan
cada domingo y resulta difícil relacionar las distintas lecturas. Si buscamos
un elemento común sería el tema de la esperanza: ¿qué debemos esperar?, ¿cómo
debemos esperar?
1.
¿Qué debemos esperar? La utopía de la paz universal
La
primera lectura (Isaías 2,1-5) responde a una de las experiencias más universales:
la guerra. Israel debió enfrentarse desde su comienzo como estado a pueblos
pequeños, a guerras civiles y a grandes imperios. Pero no sólo los israelitas
era víctimas de estas guerras, sino todos los países del Cercano Oriente, igual
que hoy día lo son tantos países del mundo.
Podríamos
contemplar este hecho con escepticismo: el ser humano no tiene remedio. La
ambición, el odio, la violencia, siempre terminan imponiéndose y creando
interminables conflictos y guerras. Sin embargo, la lectura de Isaías propone
una perspectiva muy distinta. Todos los pueblos, asirios, egipcios, babilonios,
medos, persas, griegos, cansados de guerrear y de matarse, marchan hacia
Jerusalén buscando en el Dios de Israel un juez justo que dirima sus conflictos
e instaure la paz definitiva.
El
texto de Isaías une, lógicamente, la desaparición de la guerra con la
desaparición de las armas. En este contexto, hoy día es frecuente hablar de las
armas atómicas, los submarinos nucleares, los drones de última generación.
Quisiera recordar unos datos muy distintos, de armas mucho más sencillas.
Se
estima que en el mundo existe un arsenal de 639.000.000 de armas de fuego, la
mitad de las cuales en manos de civiles, el resto a disposición de los cuerpos
policiales y de seguridad, lo que supone un arma por cada diez personas.
Desde
que finalizó la Segunda Guerra Mundial (1945), unos 30
millones de personas han perecido en los diferentes conflictos armados que han
sucedido en el planeta, 26 millones de ellas a consecuencia del impacto
de armas ligeras. Estas armas, y no los grandes buques o
los sofisticados aviones de combate, son las responsables materiales de cuatro
de cada cinco víctimas, que en un 90% también han sido civiles (mujeres y niños
en particular).
Esta
primera lectura bíblica nos anima a esperar y procurar que un día se haga
realidad lo anunciado por el profeta: De las espadas forjarán arados, de las
lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se
adiestrarán para la guerra.
2. ¿Cómo debemos
esperar? Vigilancia ante la vuelta de Jesús (Mateo 24,37-44)
La liturgia da un tremendo salto y
pasa de las esperanzas antiguas formuladas por Isaías a la segunda venida de
Jesús, la definitiva. En el contexto del Adviento, esta lectura pretende centrar nuestra atención
en algo muy distinto a lo habitual. Los días previos al 24 de diciembre solemos
dedicarlos a pensar en la primera venida de Cristo, simbolizada en los belenes.
El peligro es quedarnos en un recuerdo romántico. La iglesia quiere que miremos
al futuro, incluso a un futuro muy lejano: el de la vuelta definitiva de Jesús,
y la actitud de vigilancia que debemos mantener.
La actitud de vigilancia
queda expuesta en dos comparaciones, una basada en el AT, y otra en la
experiencia diaria.
La primera hace referencia
a lo ocurrido en tiempos del diluvio. Antes de él, la gente llevaba una vida
normal, despreocupada. La catástrofe le parecía inimaginable. Lo mismo ocurrirá
cuando venga el Hijo del Hombre. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué
día vendrá vuestro Señor.
La segunda comparación
está tomada de la vida diaria: la del dueño de una casa que desea defender su
propiedad contra los ladrones. El mensaje es el mismo: estad en vela.
A propósito de estas
comparaciones podemos indicar dos cosas:
1) Ambas insisten en que
la venida del Hijo del Hombre será de improviso e imprevisible; no habrá
ninguna de esas señales previas que tanto gustaban a la apocalíptica
(oscurecimiento del sol y de la luna, terremotos, guerras, catástrofes
naturales).
2) Las dos comparaciones
exhortan a la vigilancia, a estar preparados, pero no dicen en qué consiste esa
vigilancia y preparación; se limitan a crear un interés por el tema. Esta falta
de concreción puede decepcionar un poco. Pero es lo mismo que cuando nos dicen
al comienzo de un viaje en automóvil: «ten cuidado». Sería absurdo decirle al conductor:
«Ten cuidado con los coches que vienen detrás», o «ten cuidado con los
motoristas». El cristiano, igual que el conductor, debe tener cuidado con todo.
3. ¿Cómo debemos
esperar? Disfrazarnos de Jesús (Romanos 13,11-14)
Pablo
parte de la experiencia típica de las primeras comunidades cristianas: la
vuelta de Jesús es inminente, «nuestra salvación está más cerca», «el día se
echa encima». El cristiano, como hijo de la luz, debe renunciar a comilonas,
borracheras, lujuria, desenfreno, riñas y pendencias. Es el comportamiento
moral a niveles muy distintos (comida, sexualidad, relaciones con otras
personas) lo que debe caracterizar al cristiano y como se prepara a la venida
definitiva de Jesús. Ese pequeño catálogo podría haberlo firmado cualquier filósofo
estoico. Pero Pablo añade algo peculiar: «Vestíos del Señor Jesucristo». Esto
no es estoico, es típicamente cristiano: Jesús como modelo a imitar, de forma
que, cuando la gente nos vea, sea como si lo viese a él. Creo que Pablo no
tendría inconveniente en que sus palabras se tradujesen: «Disfrazaos del Señor
Jesucristo». Comportaos de tal forma que la gente os confunda con él. Buen
programa para comenzar el Adviento.
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