El evangelio del domingo pasado hablaba del desconcierto
de Juan Bautista, y nos obligaba a pensar en el desconcierto y escándalo que podemos
sentir ante la conducta y el mensaje de Jesús. El evangelio del cuarto domingo
da un paso adelante. El desconcierto y el escándalo se pueden superar. El
asombro se da ante el misterio y no acaba nunca, dura toda la vida. Mt da un
título a lo que va a contar: El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera. Sin
embargo, no es eso lo que cuenta, se limita a ofrecer una serie de datos sobre
ese misterio.
María, su madre,
estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba
un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería
denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta
resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
‒ José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu
mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz
un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los
pecados.
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor
por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá
por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Cuando José
se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa
a su mujer.
La liturgia ha suprimido la importantísima frase
final: «No tuvo relaciones con ella hasta que dio a luz un hijo, al cual
llamó Jesús». Ahora es cuando se cumple lo anunciado en el título sobre el
nacimiento de Jesús y cuando José impone al niño el nombre indicado por el
ángel.
No voy a comentar todo el pasaje, que sería muy
largo, sino a fijarme en la explicación del nombre de Jesús: porque él
salvará a su pueblo de los pecados.
Salvar de los pecados no es lo mismo que perdonar
los pecados. Perdonar los pecados se puede hacer de forma cómoda, sentado en el
confesionario, o incluso paseando o tomando un café. Salvar de los pecados sólo
se puede hacer ofreciendo la propia vida.
Es lo que afirma el texto programático de Is 53,
donde se cuenta la trágica existencia y muerte del Siervo de Yahvé.
Lo arrancaron de la tierra de los
vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados y una tumba
con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes ni
hubo engaño en su boca. (…)
mi siervo inocente rehabilitará a
todos porque cargó con sus crímenes. (…)
él cargó con el pecado de todos e
intercedió por los pecadores.
Con
la imposición del nombre de Jesús se establece un estrecho vínculo entre su
nacimiento y su muerte. Esta relación la expone muy bien san Ignacio de Loyola
en sus Ejercicios Espirituales. En la contemplación del nacimiento, el
ejercitante puede quedarse en la imagen romántica del niño en la cuna, rodeado
de María y José. San Ignacio le hace pensar cómo el Señor nace en suma pobreza
«y a cabo de tantos trabajos, de hambre, de sed, de calor y de frío, de
injurias y afrentas, para morir en cruz» [Ejercicios Espirituales nº
116].
Que
Jesús, para salvarnos de nuestros pecados, dio su vida por nosotros, es algo
que sabemos desde niños. Pero no debe dejar de asombrarnos. Porque la actitud normal de un judío
piadoso ante el pecado no es comprenderlo ni justificarlo, mucho menos morir
por el pecador. Es condenarlo.
Por eso Pablo, en la carta a los Romanos, afirma: «Por un inocente quizá muriera
alguien; por una persona buena quizá alguien se arriesgara a morir. Pues bien,
Dios nos demostró su amor en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por
nosotros» (Rom
5,7-8).
Es fácil trasladar
estas palabras a la situación de nuestro tiempo. Hay gente capaz de dar la vida
por otros, personas que marchan a los países más conflictivos del mundo para
mejorar un poco la situación de sus habitantes. Sin embargo, ¿cuántos estarían
dispuestos a dar la vida por los que están saliendo de la cárcel gracias a la
doctrina Parot?
Pablo se veía a sí
mismo como un terrorista, había perseguido con saña a la iglesia de Dios; sin
embargo, estaba convencido de que «Cristo me amó y se entregó a la muerte
por mí». Algo parecido puede decir cualquiera de nosotros.
Y eso es lo
asombroso: que Cristo muriera por nosotros sabiendo que no íbamos a mejorar
mucho, que seguirían dándose los mismos problemas que enumeramos el día pasado.
Que los países cristianos se convertirían en los mayores explotadores de gran
parte de la humanidad; que sus más estrictos colaboradores lo traicionarían, no
por debilidad y miedo, como Pedro, sino por ambición, por afán de lujo, por
deseo de imponer su voluntad, de ser servidos y no de servir. Jesús sabía
también que eran muchos más los millones de personas que iban a sacar fuerza de
su ejemplo para entregarse a los demás e imitarlo dando la vida por ellos. Pero
esto no excluye el profundo asombro que debe provocar en nosotros este
misterio.
Como indiqué antes,
el asombro no se cura, se mantiene por años y siglos. Y la respuesta a este
misterio no es sólo la fe sino, sobre todo, el agradecimiento.
COMPLEMENTO
Literariamente, el
relato consta de los elementos típicos: planteamiento, nudo y desenlace. Como
en cualquier novela policíaca. Pero existe una diferencia. Mientras Agatha
Christie dedica la mayor parte al nudo, a las peripecias de Hércules Poirot en
busca del asesino, Mateo es brevísimo en las dos primeras partes y pasa
enseguida al desenlace. No se trata, por consiguiente de un relato dramático,
sino didáctico.
Planteamiento
Parte de unos
personajes que da por conocidos para el lector, María y José, y de una
costumbre que también da por conocida entre judíos: después de los desposorios
(la petición de mano), los novios son considerados como esposos, con el
compromiso de fidelidad mutua, pero siguen viviendo por separado.
De repente, resulta
que María espera un hijo del Espíritu Santo. Mt no deja al lector ni un segundo
de duda. Con perdón del Espíritu Santo, y siguiendo el símil policiaco, el
lector sabe desde el principio quién es el asesino.
Nudo
La duda es para José,
hombre bueno. Según el Deuteronomio, si un hombre se casa con una mujer y
resulta que no es virgen, si la denuncia “sacarán a la joven a la puerta de la
casa paterna y los hombres de la ciudad la apedrearán hasta que muera, por
haber cometido en Israel la infamia de prostituir la casa paterna” (Dt 22,20ss).
Sin embargo, José prefiere interpretar la ley en la forma más benévola. La ley permite
denunciar, pero no obliga a hacerlo. Por eso, decide repudiar a María en
secreto para no infamarla. Mt escribe con enorme sobriedad, no detalla las
dudas y angustias de José. Como mejor se advierte esto es comparando el relato con
un fragmento del Génesis Apócrifo encontrado en Qumrán.
En él encontramos una situación parecida: el patriarca
Lamec advierte que su mujer, Bitenós, está encinta, y duda de que ese hijo sea
suyo (el estado fragmentario del texto no permite saber por qué duda). La angustia
del personaje la refleja el autor de forma casi patética: “Entonces pensé que
la concepción era obra de los Vigilantes, y la preñez de los Santos, y pertenecía
a los Gigantes [...] y mi corazón se trastornó en mi interior por causa de este
niño. Entonces yo, Lamec, me asusté y acudí a Bitenós, mi mujer, y dije [...]:
júrame por el Altísimo, por el Gran Señor, por el Rey del Universo [...] que de
veras me harás saber todo, me harás saber de veras y sin mentiras si esto
[...]. Júrame por el Rey de todo el Universo que me estás hablando sinceramente
y sin mentiras [...]Entonces Bitenós, mi esposa, me habló muy reciamente,
lloró y dijo: (Oh
mi hermano y señor! Recuerda mi placer, el tiempo del amor, el jadear de mi
aliento en mi pecho [...] Yo te juro por el Gran Santo, por el Rey de los
cielos, que de ti viene esta semilla, de ti viene este embarazo, de ti viene la
siembra de este fruto, y no de ningún extranjero, ni vigilante, ni hijo del
cielo. )Por qué está la
expresión de tu rostro tan alterada y deformada, y tu espíritu tan deprimido?”
(1QapGn Col. II, 1-17). Ni siquiera con estas palabras de su esposa queda
tranquilo Lamec; acude a su padre, Matusalén, para que le pregunte a Henoc y
se informe de todo con certeza. Es una pena que la columna esté tan estropeada
en algunos momentos capitales para la interpretación del argumento. El relato
de Mt parece en muchos detalles como la antítesis del Génesis Apócrifo.
Desenlace
En cuanto toma la
decisión, se aparece el ángel que resuelve el problema. José obedece, y María
da a luz un hijo al que José pone por nombre Jesús. En esta sección final,
entre las palabras del ángel y la obediencia de José introduce Mt unas palabras
para explicar el misterio: se trata de cumplir la profecía de Is 7,14.
Mensaje
Este análisis
literario demuestra que Mt no ha intentado poner en tensión al lector. Sabe
desde el comienzo a qué se debe el misterio. Entonces, ¿qué pretende decirnos
con este episodio?
1) ¿Quién es Jesús?
Al comienzo del evangelio, en la genealogía, Mt acaba de indicarnos que es
verdadero israelita y verdadero descendiente de David. ¿Significa que sea el
Mesías? Para eso hace falta algo más según la tradición de ciertos grupos
judíos. El Mesías debe nacer de una virgen, según está anunciado en Is 7,14.
Este episodio demuestra que Jesús cumple ese requisito. Pero hay otro dato que
no contiene el texto de Isaías: Jesús viene del Espíritu Santo, con lo cual se
quiere expresar su estrecha relación con Dios. Y otro detalle sobre su persona
y su misión: se llamará Jesús, porque salvará a su pueblo de los pecados. De
esta manera tan sencilla, Mt sigue dando datos para que el lector se vaya
haciendo una idea de quién será el protagonista de su historia.
2) ¿Qué
repercusiones tiene la aparición de este personaje? Mt, al escribir su
evangelio, parte de la experiencia de su comunidad, que se ve perseguida y
rechazada por aceptar a Jesús como Mesías. Mt le indica desde el comienzo que
las dificultades son normales. Incluso las personas más ligadas al Mesías, sus
propios padres, sufren problemas desde que es concebido. El cristiano debe ver
en José un modelo que le ayuda y anima. No debe tener miedo a aceptar a Jesús y
seguirlo, porque “viene del Espíritu Santo” y “salvará a su pueblo de los
pecados”.
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