jueves, 9 de febrero de 2023

El peligro del legalismo. Domingo 6 TO Ciclo A

 

                                                                           


Las bienaventuranzas y las parábolas de la sal y de la luz, leídas en los domingos anteriores, forman la Introducción al Sermón del Monte. A partir de este momento, Mateo presenta la oferta religiosa de Jesús, contraponiéndola a la de los escribas y fariseos:

“Os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos no entraréis en el reino de los cielos”.

            “Justicia” no significa aquí “justicia social”, sino fidelidad a Dios, cumplimiento de lo que él considera justo. Y lo que está en juego es entrar en el reino de los cielos, formar parte de la comunidad cristiana en este mundo, y del futuro reino de Dios.

            Ya que el evangelio nos sitúa ante una alternativa: entrar o no entrar en el reino de Dios, la primera lectura se orienta en la misma línea.

El agua y el fuego, la vida y la muerte (1ª lectura: Eclesiástico 15,16-21)

            Aquí la alternativa consiste en observar los mandamientos de Dios o negarse a ello. No se trata de algo indiferente. Lo primero equivale a elegir el agua y la vida; lo segundo, a optar por el fuego y la muerte.

Si quieres, guardarás los mandamientos [del Señor] y permanecerás fiel a su voluntad. Él te ha puesto delante fuego y agua: extiende tu mano a lo que quieras. Ante los hombres están la vida y la muerte, y a cada uno se le dará lo que prefiera. Porque es grande la sabiduría del Señor, fuerte es su poder y lo ve todo. Sus ojos miran a los que le temen, y conoce todas las obras del hombre. A nadie obligó a ser impío y a nadie dio permiso para pecar.

Advertencia previa sobre el evangelio

            La liturgia ofrece dos posibilidades: 1) una lectura breve, que recoge solo algunas de las afirmaciones principales contenidas en Mt 5,17-37; 2) una lectura larga, que no omite nada, desarrollando el contenido de la breve. Aunque la primera resulta a veces descarnada y omite ideas muy importantes, la segunda es tan compleja, y con temas tan distintos, que resulta imposible explicarlos en una homilía. Me limitaré a algunas indicaciones sobre la breve. Quien desee un comentario a todo el pasaje puede verlo en J, L, Sicre, El evangelio de Mateo. Un drama con final feliz (Verbo Divino 2019) páginas 114-123.

Los escribas

            Para este domingo y el próximo, la liturgia ha elegido solamente la diferencia que debe darse entre el cristiano y el escriba.

            Sociológicamente, los escribas constituyen un grupo muy heterogé­neo, al que pertenecen sacerdotes de elevado rango, simples sacerdotes, miembros del clero bajo, de familias importantes y de todos los estratos del pueblo (comerciantes, carpinteros, constructores de tiendas, jornaleros). Incluso encontramos gente que no eran de ascendencia israelita pura, sino hijos de madre o padre convertidos al judaísmo. El poder de los escribas radica en exclusivamente en su ciencia. Quien deseaba ser admitido en la corporación debía hacer un ciclo de estudios de varios años. Generalmente, desde los 14 años de edad dominaba la exégesis de la Ley (Pentateuco). Pero la edad canónica para la ordenación eran los 40 años. A partir de entonces estaba capacitado para zanjar por sí mismo las cuestiones de legislación religiosa y ritual, para ser juez en procesos criminales y tomar decisiones en los civiles, bien como miembro de una corte de justicia, bien indivi­dualmente. Tenía derecho a ser llamado rabí. Y se les abrían los puestos claves del derecho, de la administración y de la enseñan­za.

El peligro del legalismo

            A pesar de la gran estima de que gozan entre la gente, a Jesús no le resultan simpáticos. No quiere que sus seguidores se parezcan a los escribas, ni que los puedan confundir con ellos. Porque en su postura existe un peligro gravísimo de legalismo, es decir, de exaltación de la ley y de la norma por encima de todas las cosas. Al legalismo, se puede llegar por dos caminos muy parecidos:

            a) Buscando seguridad humana. Una persona inmadura, con miedo a correr riesgos, prefiere que le indiquen en cada momento lo que debe hacer. Cuantas más normas, mejor, porque así no se siente insegura.

            b) Buscando seguridad religiosa. Estas personas conciben la salvación como algo que se gana a pulso, a base de esfuerzo, cumpliendo en todo momento la voluntad de Dios. Esta voluntad de Dios no la conciben como una actitud global en la vida, sino concretada en una serie de actos. Cuantas más normas me dicten, mejor conoceré lo que Dios quiere y me resultará más fácil salvarme.

            En lo anterior hay cosas buenas y malas. Pero lo más grave es que la persona amante de las normas corre el peligro de quedarse en la letra de la ley, sin profundizar en su espíritu, que es más exigente. Por ejemplo, la ley manda no comer carne los viernes de cuaresma. Y se queda tranquila con cumplir la letra de la ley, pero no le preocupa comer langosta o gambas. La ley manda ir a misa los domingos y días de fiesta, y la cumple a rajatabla; pero quizá no dedica ni un minuto a Dios durante el resto de la semana.

            Otro grave riesgo de la mentalidad legalista es que, con la ley en la mano, se puede machacar al prójimo y amargarle la existen­cia. Se critica al que no vive como uno considera conveniente, se lo condena, incluso se lo persigue.

¿Cómo superar el legalismo?

            Para combatir esta postura legalista y enseñar a sus discípulos a actuar cristianamente, Mateo pone en labios de Jesús seis casos concretos, referentes al asesinato, adulterio, divorcio, juramen­to, venganza, y amor al prójimo (Mateo 5,21‑48). Este domingo se leen tres de los cuatro primeros [la lectura breve omite el caso del divorcio]; el domingo próximo se leerán los dos últimos.

            En el primer caso, asesinato, Jesús lleva la ley a sus consecuencias más radicales.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: Todo el que se deje llevar de la cólera contra su hermano será procesado.

            El quinto mandamiento prohíbe matar. La mentalidad legalista, ateniéndose a la letra, se contenta con no hincarle un puñal al prójimo. Jesús dice que el espíritu del mandamiento va mucho más lejos. Lo importante no es sólo respetar la vida física del prójimo, sino también toda su persona. [La lectura larga concreta tres delitos cada vez peores contra el prójimo: encolerizarse con él, insultarlo y ofenderlo gravemente].

            En el segundo caso, adulterio, Jesús también interpreta el mandamiento de forma radical.

Habéis oído que se dijo: "No cometerás adulterio". Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. 

            La letra de la ley sólo se fija en el hecho físico. Pero Jesús va a su espíritu profundo, teniendo en cuenta incluso el peligro remoto de caer. Su enseñanza coincide con la de otros rabinos: «No puedes decir que se llame adúltero a quien ha cometido adulterio con cuerpo; el que ha cometido adulterio con sus ojos también se llama adúltero» (Simeón ben Lakish).

            En el cuarto caso, a propósito del juramento  (y en el tercero, sobre el divorcio, omitido en la lectura breve), anula la ley.   

También habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus juramentos al Señor". Pero yo os digo que no juréis en absoluto. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.

            Jesús se mueve en una sociedad que usa y abusa del juramento. El discípulo de Jesús tiene que moverse en una honradez y sinceridad tan absolutas que le baste decir sí y no.

            Este domingo hemos visto dos formas de combatir el legalismo: llevar la ley a sus consecuencias más radicales y anularla. El próximo domingo veremos otro recurso: cambiar la ley por una norma más exigente.

Reflexión final

            La primera lectura habla de una alternativa entre agua y fuego, vida y muerte. Para Jesús, la alternativa consiste en entrar en el reino de Dios o quedarse fuera. El escriba estaría de acuerdo en que lo mejor es guardar los mandamientos y ser fiel a la voluntad de Dios. Pero Jesús diría: “Depende de cómo interpretes esa voluntad”. Si lo haces en plan legalista, limitándote a la letra de la ley, no puedes seguirme, no puedes entrar en el Reino de Dios. El evangelio de hoy se presta a un examen de conciencia, especialmente a propósito de nuestra relación con el prójimo, al que a veces estamos asesinando sin darnos cuenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario