El discurso de misión
El
segundo de los cinco discursos de Jesús que incluye el evangelio de Mateo está
dirigido a los discípulos, cuando los envía de misión. El domingo pasado (11
del Tiempo Ordinario), al coincidir con la fiesta del Corpus, no se leyó el
comienzo, en el que Jesús, compadecido de la gente, elige a doce para que anuncien el Reino de Dios, curen enfermedades, y
hagan todo de forma gratuita. Ninguno de ellos imagina que este mensaje o esta
actividad, sin pedir nada a cambio, pueda provocarles calumnias y persecuciones.
Sin embargo, repetir el mensaje de Jesús y vivir como él vivió provoca mucho
malestar en ciertos ambientes. Por eso, les deja claro a los discípulos que van
a ser muy perseguidos (Mt 10,16-25). Ante esto, corren dos peligros: callar, para no meterse en complicaciones; y dejarse arrastrar por el
miedo a la muerte. Es el tema del evangelio de este domingo 12.
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
A) No
tengáis miedo a los hombres, porque nada hay
cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a
saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al
oído pregonadlo desde la azotea. No
tengáis miedo a los que matan el cuerpo,
pero no pueden matar el alma. No, temed
al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos
cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro
Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no
tengáis miedo; no hay comparación entre
vosotros y los gorriones.
B)
Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo, también me pondré de su parte
ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo
negaré ante mi Padre del cielo
En el primero (A), llama
la atención la triple repetición de “no tengáis miedo”. Aunque esas palabras se
usan a menudo en el Antiguo Testamento, no debemos interpretarla como una
fórmula hecha, de escaso valor. Los discípulos van a sentir miedo en algunos
momentos. Un miedo tan terrible que los impulsará a callar, para evitar que los
maten. La forma en que Jesús aborda este tema resulta de una frialdad pasmosa,
usando tres argumentos muy distintos: 1) la muerte del cuerpo no tiene
importancia alguna, lo importante es la muerte del alma; 2) por consiguiente,
no hay que temer a los hombres, sino a Dios; 3) en realidad, a Dios no debéis
temerlo porque para él contáis mucho; aunque caigáis por tierra, como los
gorriones, él cuidará de vosotros.
El segundo bloque (B)
trata un tema algo distinto: el peligro no consiste ahora en callar sino en
negar a Jesús, una situación que recuerda las persecuciones de los primeros
cristianos. Y el argumento que se usa no es el del temor a Dios, sino tener en
cuenta la reacción de Jesús: él se comportará con nosotros igual que nosotros
nos comportemos con él. Si nos ponemos de su parte, él se pondrá de la nuestra;
si lo negamos, él nos negará.
Resumiendo
En el primer caso, a
quien deben tener los apóstoles es a Dios, el único que puede matar el alma. En
el segundo, a quien deben temer es a Jesús, que podría negarlos ante el Padre
del cielo. A quienes no deben temer es a los hombres.
Cuando se piensa en los
recientes asesinatos de cristianos en Egipto, Siria y otros países, quienes
vivimos en una sociedad tranquila y segura (por mucho que nos quejemos) podemos
tener la impresión de que estas palabras son inhumanas, casi crueles. Sin
embargo, a esos cristianos perseguidos de todos los tiempos les han infundido enorme
esperanza y energía para confesar su fe. Han preferido la muerte a renegar de
Jesús; han preferido ponerse de su parte, salvar el alma antes que el cuerpo.
La primera lectura sirve
de paralelismo y contraste con el evangelio. El destino de Jeremías, calumniado
y perseguido por sus paisanos de Anatot y por las autoridades religiosas y
políticas de Jerusalén, recuerda lo que anuncia Jesús a sus discípulos. Pero
hay una gran diferencia. El profeta termina pidiendo a Dios que lo vengue de
sus enemigos. Jesús nunca sugiere algo parecido a sus discípulos. Al contrario,
morirá perdonando a quienes lo matan.
Lectura
del libro de Jeremías 20, 10-13
Oía el cuchicheo de la gente:
"Pavor en torno; delatadlo, vamos a delatarlo." Mis amigos acechaban
mi traspié: "A ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos
vengaremos de él." Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis
enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con
sonrojo eterno que no se olvidará. Señor de los ejércitos, que examinas al
justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomas de
ellos. porque a ti encomendé mi causa. Cantad al Señor, alabad al Señor, que
libró la vida del pobre de manos de los impíos.
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