El domingo pasado, la parábola del buen
samaritano terminaba con una invitación a la acción: «Ve, y haz tú lo mismo».
Imaginemos que quien tenemos delante no es un pobre hombre apaleado y medio
muerto, sino Jesús. Se ha presentado en la casa a mediodía. ¿Qué es más
importante: afanarnos por darle bien de comer o sentarnos a escucharle?
Como
el evangelio va de invitación a comer, para la primera lectura se ha elegido la
famosa escena en la que Abrahán invita a tres personajes misteriosos que llegan
a su tienda.
La
preciosa miniatura que adjunto contiene todos los elementos del relato: la
encina de Mambré, los tres hombres, representados como ángeles, Abrahán y Sara.
El artista ha convertido la tienda de Abrahán en una casa, casi una iglesia. El
texto nos ayudará a comprender mejor el evangelio.
Abrahán invita a comer al Señor (Génesis 18,1-10)
En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de
Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque hacía
calor. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él. Al verlos, corrió
a su encuentro desde la puerta de la tienda y se prosternó en tierra, diciendo:
‒ Señor, si he alcanzado
tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que
os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un pedazo de
pan para que cobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a
vuestro siervo.
Contestaron:
‒ Bien, haz lo que dices.
‒ Bien, haz lo que dices.
Abrahán entró corriendo en
la tienda donde estaba Sara y le dijo:
‒ Aprisa, tres cuartillos
de flor de harina, amásalos y haz una hogaza.
Él corrió a la vacada,
escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en
seguida. Tomó también cuajada, leche, el ternero guisado y se lo sirvió.
Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron.
Después le dijeron:
‒ ¿Dónde está Sara, tu
mujer?
Contestó:
‒ Aquí, en la tienda.
‒ Aquí, en la tienda.
Añadió uno:
‒ Cuando vuelva a ti,
dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo.
¿Cuántos son los invitados?
Este
breve relato ha supuesto uno de los mayores quebraderos de cabeza para los
comentaristas del Génesis. Empieza diciendo que el Señor se aparece a Abrahán, pero lo que ve el patriarca son tres hombres.
Al
principio se dirige a ellos en singular, como si se tratara de una sola persona
(“no pases de largo”), pero luego utiliza el plural (“os lavéis, descanséis,
cobréis fuerzas”). El plural se mantiene en las acciones siguientes (“comieron,
dijeron”), pero la frase capital, la gran promesa, la pronuncia uno solo.
En
resumen, un auténtico rompecabezas, resultado de unir tradiciones distintas. No
faltaron comentaristas cristianos que vieron en esta escena un anticipo de la
Santísima Trinidad. Aunque la idea carece de fundamento serio, sirvió de base
para una de las creaciones artísticas más maravillosas: el icono de Andréi
Rubliov, pintado hacia 1422-1428.
Hospitalidad
La
ley de hospitalidad es una de las normas fundamentales del código del desierto.
El hombre que recorre estepas interminables sin una gota de agua ni poblados
donde comprar provisiones, está expuesto a la muerte por sed o inanición.
Cuando llega a un campamento de beduinos o de pastores no es un intruso ni un
enemigo. Es un huésped digno de atención y respeto, que puede gozar de la
hospitalidad durante tres días; cuando se marcha, se le debe protección durante
otros tres días (unos 100 kilómetros). Esta ley de hospitalidad es la que pone
en práctica Abrahán.
El menú, dos cocineros y un maître.
Abrahán no
se limita a hospedar a los visitantes. Entre él y su mujer, con la ayuda
también de un criado, organiza un verdadero banquete con un ternero hermoso,
cuajada, leche y una hogaza de flor de harina. A diferencia de las comidas
actuales, no hay prisa. Pasan horas desde que se invita hasta que se preparan
los alimentos y se termina de comer.
La cuenta
Al
invitado no se le cobra. Pero el huésped principal paga de forma espléndida:
prometiendo que Sara tendrá un hijo. El tema de la fecundidad domina toda la
tradición de Abrahán y se cumple a través de muchas vicisitudes y de forma
dramática.
Marta invita a comer a Jesús (Lucas 10, 38-42)
El
texto del evangelio también se ha prestado a mucho debate. Este relato es
exclusivo de Lucas, no se encuentra en Mateo, Marcos ni Juan.
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo:
‒ Señor, ¿no te importa
que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.
Pero el Señor le contestó:
‒ Marta, Marta, andas
inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido
la parte mejor, y no se la quitarán.
¿Cuántos invitados a comer?
En
la historia de Abrahán resultaba difícil saber si los invitados eran uno o
tres. El relato de Lucas nos deja en la mayor duda. Jesús siempre iba
acompañado, no sólo de los Doce, sino también de muchas mujeres, como afirman
expresamente Marcos y Lucas, citando el nombre de algunas de ellas. ¿Los recibe
a todos Marta? ¿Se limita a invitar a Jesús? Las palabras “Marta se
multiplicaba para dar abasto con el servicio” sugieren que no se trataba de
un solo invitado. Pero la escena parece tan simbólica que resulta difícil
imaginar la habitación abarrotada de gente.
El menú, y una cocinera sin
ayudante
No
sabemos el número de invitados, pero sí está claro el de cocineras. Aquí no
ocurre con en el relato del Génesis, donde Sara amasa y cuece la hogaza,
mientras Abrahán colabora corriendo a escoger el ternero, dando órdenes de
prepararlo, encargándose de la cuajada y de la leche.
En
la casa del evangelio hay también dos personas, Marta y María. Pero María se
sienta cómodamente a los pies de Jesús mientras Marta se mata trabajando. ¿Por
qué tanto esfuerzo? ¿Porque son muchos los invitados? ¿O porque Marta pretende prepararle
a Jesús un banquete tan suculento como el de Abrahán, y le faltan tiempo y
manos para el ternero, la hogaza, la cuajada y la leche?
Desgraciadamente,
ignoramos el menú. Según algunos comentaristas, las palabras que dirige Jesús a
Marta, “sólo una cosa es necesaria” significarían: “un plato basta”, no
te metas en más complicaciones.
Dos actitudes
El
contraste entre María sentada y Marta agobiada se ha prestado a muchas
interpretaciones. Por ejemplo, a defender la supremacía de la vida
contemplativa sobre la activa, sin tener en cuenta que esas formas de vida no
existían en tiempos de Jesús ni en la iglesia del siglo I. Entre los judíos de
la época existían grupos religiosos con tintes monásticos (los esenios de los
que habla Flavio Josefo y los terapeutas de los que habla Filón de Alejandría),
pero Lucas no presenta a María como modelo de las monjas de clausura frente a
Marta, que sería la cristiana casada o la religiosa de vida activa.
El
evangelio no contrapone pasividad y trabajo. Jesús no reprocha a Marta que
trabaje sino que “andas inquieta y nerviosa con tantas cosas”. Esa
inquietud por hacer cosas, agradar y quedar bien, le impide lo más importante:
sentarse un rato a charlar tranquilamente con Jesús y escucharle.
Todos tenemos la tendencia a sentirnos protagonistas, incluso en la
relación con Dios. Nos atrae más la acción que la oración, hacer y dar que
escuchar y recibir. Nos sentimos más importantes. La breve
escena de Marta y María nos recuerda que muy a menudo andamos inquietos y
nerviosos con demasiadas cosas y olvidamos la importancia primaria del trato
con el Señor.
Marta-María y el buen
samaritano
Como
indiqué al comienzo, este episodio sigue inmediatamente a la parábola del buen
samaritano, que leímos el domingo pasado. Los dos textos son exclusivos del
evangelio de Lucas, y pienso que se iluminan mutuamente.
La
parábola del buen samaritano es una invitación a la acción a favor de la
persona que nos necesita: “ve y haz tú lo mismo”.
Para
mantener la acción a favor del prójimo la mejor preparación es sentarse, como
María, a escuchar la palabra de Jesús.
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