La ofrenda de la viuda
El evangelio
del domingo anterior nos dejó en el templo de Jerusalén. Por delante de Jesús
han ido desfilando autoridades religiosas, fariseos, saduceos, y un escriba que
le preguntó por el mandamiento principal y terminó recibiendo un gran elogio de
Jesús. Al parecer, ya no queda nadie importante a quien presentar. Sin embargo,
falta el personaje más desconcertante: una viuda que no se interesa por Jesús. La
primera lectura, tomada de la historia del profeta Elías, ayuda a entender y
valorar la actitud de esta viuda.
Una viuda generosa y con mucha fe (1 Reyes 17,10-16)
En aquellos días, el profeta Elías
se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad,
encontró allí una viuda, que recogía leña. La llamo y le dijo: «Por favor,
tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»
Mientras
iba a buscarla, le grito: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de
pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me
queda solo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza.
Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para
mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»
Respondió
Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un
panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice
el Señor, Dios de Israel: "La orza de harina no se vaciara, la alcuza de
aceite no se agotara, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la
tierra. Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su
hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agoto, como lo
había dicho el Señor por medio de Elías.
Se trata de un relato muy sencillo,
que recuerda a las leyendas sobre San Francisco de Asís (las “Florecillas”). Lo
importante no es su valor histórico sino su mensaje. Destaco algunos detalles.
1. La pobreza de los protagonistas.
En el mundo antiguo, las personas con mayor peligro de marginación y miseria eran
las viudas y los huérfanos de padre, al carecer de un varón que las protegiese.
En nuestro relato, esta situación se ve agravada por la sequía, hasta el punto
de la mujer está segura de que ni ella ni su hijo podrán sobrevivir.
2. La fe y la obediencia de la
mujer. Muchas veces, comentando este texto, se habla de su generosidad, ya que
está dispuesta a dar al profeta lo poco que le queda. Pero lo que el autor del
relato subraya es su fe en lo que ha dicho el Señor a propósito de la harina y
el aceite, y su obediencia a lo que le manda Elías.
3. La categoría excepcional de Elías,
al que Dios comunica su palabra y a través del cual realiza un gran milagro.
Teólogos presumidos y una viuda generosa (evangelio)
El relato tiene dos partes: la primera denuncia a los escribas; la segunda
alaba a una viuda. Lo que las relaciona es la actitud tan contraria de los
protagonistas: los escribas “devoran los bienes de las viudas”, la viuda echa
en el arca “todo lo que tenía para vivir”.
¡Cuidado
con los escribas!
En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente,
dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que
les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las
sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las
viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más
rigurosa.»
Los escribas eran especialistas en cuestiones religiosas, dedicados desde
niños al estudio de la Torá. Tenían gran autoridad y gozaban de enorme respeto
entre los judíos. Pero Jesús no se fija en su ciencia, sino en su apariencia
externa y sus pretensiones. La descripción que ofrece de ellos no puede ser más
irónica, incluso cruel. Forma de vestir (amplios ropajes), presunción (les
gustan las reverencias en la calle), vanidad (buscan los primeros puestos en la
sinagoga y en los banquetes), codicia (devoran los bienes de las viudas),
hipocresía (con pretexto de largos rezos). Todo esto es completamente contrario
al estilo de vida de Jesús y a lo que él desea de sus discípulos. Por eso los
amonesta severamente: «¡Cuidado con los escribas!».
No es preciso añadir que los discípulos le hicieron poco caso y terminaron
vistiendo como los escribas, exigiendo reverencias y besos de anillos, ocupando
primeros puestos, y devorando bienes de viudas, viudos y casados. Por
desgracia, de este evangelio no se puede decir: «Cualquier parecido con la
realidad actual es pura coincidencia», aunque debemos reconocer que la
situación ha mejorado bastante.
Elogio
de la viuda
Estando Jesús sentado enfrente del
arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos
echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echo dos leptas, que equivale
a un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre
viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han
echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo
que tenía para vivir.»
En la 1ª lectura y en esta segunda
parte del evangelio tenemos personajes parecidos: una viuda y un profeta (Elías-Jesús).
Pero la relación entre ellos se presenta de manera muy distinta. Basta fijarse
en los siguientes detalles:
¿De qué hablan la viuda y el profeta? Elías y la viuda mantienen un diálogo, mientras que
Jesús no dirige ni una palabra a la viuda. Cuando ve lo que ha hecho, no la
llama para dialogar con ella, sino que llama a sus discípulos para darles una
enseñanza. (La imagen inicial resulta engañosa porque coloca frente a frente a Jesús y a la viuda).
¿Qué hace la viuda por el profeta? La viuda entrega todo lo que tiene a Elías y trabaja
para él; la viuda del evangelio no hace nada por Jesús.
¿Qué hace el profeta por la viuda? Elías hace un gran milagro para resolver el problema
económico de la viuda; Jesús no le da ni un céntimo.
La
enseñanza silenciosa de la viuda
Los relatos anteriores de Marcos
(que no se han leído en las misas del domingo) hablan de una serie de personas
y grupos que se presentan ante Jesús para discutir con él las cuestiones más
diversas: de dónde procede su autoridad, si hay pagar tributo al César, si hay
resurrección de los muertos, cuál es el mandamiento principal, etc. Al final
aparece esta viuda, que no se preocupa de cuestiones teóricas ni teológicas, ni
siquiera se interesa por Jesús; sólo le preocupa saber que hay gente pobre a la
que ella puede ayudar con lo poco que tiene.
La viuda es un símbolo magnífico de
tantas personas de hoy día que no tienen relación con Jesús, pero que se
preocupan por la gente necesitada e intentan ayudarlas, sin considerarse ni ser
cristianos. Pero es importante advertir que la preocupación de la viuda no es
de boquilla, entrega todo lo que tiene.
Jesús, que no llama a la viuda para
dialogar con ella ni pedirle que pase a formar parte del grupo de sus
discípulos, nos puede servir de ejemplo para la actitud que debemos adoptar
ante esas personas. No hay que intentar convertirlas a toda costa.
En los tiempos que corren, de tanta
necesidad para tanta gente, el evangelio de este domingo nos da mucho que
pensar y que rezar.
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