Los textos del domingo pasado dejaban claro el tono alegre del
Adviento. Y los de este domingo lo acentúan todavía más. “Regocíjate, hija de
Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén”, comienza
la 1ª lectura. Su eco lo recoge el Salmo: “Gritad jubilosos, habitantes de
Sión: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”. La carta a los
Filipenses mantiene la misma tónica: “Hermanos: Estad siempre alegres en el
Señor; os repito, estad siempre alegres.” Y el evangelio termina hablando de la
Buena Noticia; y las buenas noticias siempre producen alegría.
Las lecturas
ofrecen materia abundante (¡demasiada!). Quien vaya a comentarlas debe
seleccionar lo más importante para su auditorio.
Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo
corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus
enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás.
Aquel día dirán de Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de
ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace
en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta».
Alegría,
mesura y oración (Filipenses 4,4-7)
Hermanos:
Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres. Que
vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe;
sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias,
vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobre pasa
todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo
Jesús.
Alegría, confiando en la pronta vuelta del Señor. Al principio de su actividad misionera, Pablo estaba convencido de que Cristo volvería pronto. Lo mismo esperaban la mayoría de los cristianos a mediados del siglo I. Aunque esto no se realizó, las palabras “El Señor está cerca” son verdad: no en sentido temporal, sino como realidad profunda en la Iglesia y en cada uno de nosotros.
Mesura. En el contexto navideño, cabe la
tentación de interpretar la mesura como una advertencia contra el consumismo.
Sin embargo, el adjetivo que usa Pablo (evpieike.j) tiene un sentido distinto. Se refiere a
la bondad, amabilidad, mansedumbre en el trato humano, que debe ser semejante a
la forma amable y bondadosa en que Dios nos trata.
Oración. En pocas palabras, Pablo traza un gran
programa a los Filipenses. Una oración continua, “en toda ocasión”; una oración
que es súplica pero también acción de gracias; una oración que no se avergüenza
de pedir al Señor a propósito de todo lo que nos agobia o interesa.
Una «buena noticia» bastante extraña (Lucas 3,10-18)
A continuación
ofrece Lucas un resumen de su mensaje, dividido en tres partes:
1) exhortación a
la penitencia y a dar buenos frutos; de lo contrario, el hacha ya está
preparada para cortar el árbol y tirarlo al fuego;
2) lo anterior
provoca en la gente el deseo de saber qué debe hacer; Juan responde con unos
consejos prácticos;
3) anuncio de la
venida de un personaje más importante con un bautismo superior al suyo.
La liturgia ha omitido la primera parte, pero conviene tenerla en cuenta para comprender los consejos que siguen.
Consejos prácticos (10-14)
En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan:
−
¿Entonces qué hacemos?
Él contestó:
− El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el
que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le
preguntaron:
− ¿Maestro, qué hacemos nosotros?
;Él les contestó:
− No exijáis más de lo establecido.
Unos militares le preguntaron:
− ¿Qué hacemos nosotros?
Él les contestó:
− No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.
En la primera parte de su discurso Juan Bautista ha
exigido la conversión, producir frutos buenos. ¿En qué consisten? Lucas responde
poniendo unas preguntas en boca de la multitud, de los recaudadores de
impuestos (los publicanos) y de los soldados. La presencia de recaudadores no
extraña, teniendo en cuenta que también se interesarán por la predicación de
Jesús. Más
extraña resulta la mención de los soldados (strateuo,menoi) ya que este colectivo no se vuelve a mencionar en
el NT; debe tratarse de judíos al servicio de Herodes Antipas.
La respuesta más exigente es la primera, dirigida a
todos: compartir el vestido y la comida. Recuerda lo que pide Dios en el libro
de Isaías: «partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo,
vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne» (Is 58,7).
La respuesta a los recaudadores se queda en lo negativo: «No exijáis más de lo ordenado». La
actividad de los publicanos abarcaba muchos aspectos de la vida diaria: derechos de importación y exportación, portazgos, peaje, impuestos
urbanos, etc. «Y si el pacífico residente, el labrador, el comerciante o el
fabricante se veía constantemente expuesto a sus exacciones, el viajero, el
caravanero o el buhonero se encontraban con su vejatoria presencia en cada
puente, por la carretera y a la entrada de las ciudades. Se tenía que descargar
cada bulto, y todo su contenido era abierto y registrado; hasta las cartas eran
abiertas; y debe haberse precisado de algo más que de la paciencia oriental
para soportar la insolencia de los recaudadores y para someterse a sus ‘falsas
acusaciones’ al fijar arbitrariamente la cuota por la tierra o los ingresos, o
el valor de las mercancías (A. Edersheim, Usos y costumbres de los judíos,
Clie, Terrasa 2003, 76-78).
La respuesta a los soldados une lo negativo: «no maltratéis ni
extorsionéis a nadie» y lo positivo: «contentaos con vuestra paga».
«Tanto para los soldados como para los publicanos, Lucas se interesa por una ética de la justa adquisición de bienes y del buen uso del dinero» (Bovon, El evangelio según san Lucas I, 252). Algo que puede llamar la atención a quienes piensen que la mejor forma de prepararse a celebrar la venida del Señor es centrarse en actos de piedad.
Anuncio (15-17)
El pueblo estaba en expectación, y todos se
preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dejo a todos:
− Yo os bautizo con agua; pero viene uno que puede más
que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con
el Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y
reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.
La denuncia inicial y los consejos prácticos no
crean malestar en la gente, animan a preguntarse por la identidad de Juan. Este
responde hablando de un personaje con más autoridad (no le da el título de
Mesías), que llevará a cabo una misión doble: positiva (bautismo) y ambigua
(bieldo).
Dos temas indica Juan a propósito del personaje futuro: la mayor
importancia de su persona y el mayor valor de su bautismo. La mayor importancia
de la persona la expresa aludiendo a su fuerza, porque del Mesías se espera que
la tenga para derrocar a los enemigos, y a la indignidad de Juan respecto a él,
ya que no puede cumplir ni siquiera el servicio de un esclavo.
La mayor importancia del bautismo queda clara por la diferencia entre el
agua, en uno, y el Espíritu Santo y el
fuego, en el otro. Bautizar significar «lavar», «purificar». Y si se quiere
mejorar la conducta del pueblo, nada mejor que el Espíritu de Dios: «Os
infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que cumpláis
mis mandamientos» (Ez 36,27). Además, el fuego purifica más que el agua.
Basándose en el Salmo 2, algunos textos concebían al Mesías con un cetro
en la mano para triturar a los pueblos rebeldes y desmenuzarlos como cacharros
de loza. Juan no lo presenta con un cetro, utiliza una imagen más campesina:
lleva un bieldo, con el que separará el trigo de la paja, para quemar ésta en
una hoguera inextinguible.
Al comienzo de su intervención, Juan hizo referencia al hacha dispuesta a talar los árboles inútiles; al final, al bieldo que echa la paja en la hoguera. Dos imágenes potentes para animar a la conversión.
Sumario (18)
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.
Este versículo resume la actividad de Juan
fijándose en su predicación y sin mencionar el bautismo. Las palabras de Juan
pueden parecer muy duras, pero constituyen una buena noticia para quien está
dispuesto a convertirse.
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