Noticia de los últimos
días
El número de matrimonios por la
iglesia ha bajado en España al 34%. El de bautismos, no será mucho más elevado.
Las Primeras Comuniones son Últimas en la inmensa mayoría de los casos. La
España católica ha dejado de serlo hace tiempo. Si alguno se siente
desconcertado, le ayudarán las lecturas de este domingo y de los dos siguientes:
las parábolas del Reino.
Una crisis con cinco
interrogantes y siete parábolas
Al llegar a este momento del evangelio
de Mateo (capítulo 13), el horizonte ha comenzado a oscurecerse. Lo que comenzó
tan bien, con el seguimiento de cuatro discípulos, el entusiasmo de la gente
ante el Sermón del Monte, los diez milagros posteriores, ha cambiado poco a
poco de signo. Es cierto que en torno a Jesús se ha formado un pequeño grupo de
gente sencilla, agobiada por el peso de la ley, que busca descanso en la
persona y el mensaje de Jesús y se convierten en “mis hermanos, mis hermanas y
mi madre”. Pero esto no impide que surjan dudas sobre él, incluso por parte de
Juan Bautista; que gran parte de la gente no muestre el menor interés, como los
habitantes de Corozaín y Betsaida; y, sobre todo, que el grupo religioso de más
prestigio, los fariseos, se oponga radicalmente a él y a su doctrina, hasta el
punto de pensar en matarlo.
Mateo está
reflejando en su evangelio las circunstancias de su época, hacia el año 80, cuando
los seguidores de Jesús viven en un ambiente hostil. Los rechazan, parece que
no tienen futuro, se sienten desconcertados ante sus oponentes, no comprenden
por qué muchos judíos no aceptan el mensaje de Jesús, al que ellos reconocen
como Mesías. Las cosas no son tan maravillosas como pensaban al principio.
¿Cómo actuar ante todo esto? ¿Qué pensar? Mateo, basándose en el discurso en
parábolas de Marcos, pone en boca de Jesús, a través de siete parábolas, las
respuestas a cinco preguntas que siguen siendo válidas para nosotros:
¿Por
qué no aceptan todos el mensaje de Jesús? ― Parábola del sembrador.
¿Qué
actitud debemos adoptar con los que rechazan ese mensaje? ― El trigo y la
cizaña.
¿Tiene
algún futuro este mensaje aceptado por tan pocas personas? ― El grano de
mostaza y la levadura.
¿Vale
la pena comprometerse con él? ― El tesoro y la piedra preciosa.
¿Qué ocurrirá a los que aceptan el mensaje, pero no viven de
acuerdo con los ideales del Reino? ― La pesca.
Este domingo se lee la primera; el
16, las tres siguientes; el 17, las otras tres.
¿Por qué no aceptan
todos el mensaje de Jesús?
La primera
parábola, la del sembrador, responde al problema de por qué la palabra de Jesús no produce fruto en algunas personas. Parte de una
experiencia conocida por un público campesino. Basta recordar dos detalles elementales:
Galilea es una región muy montañosa, y en tiempos de Jesús no había tractores.
El sembrador se veía enfrentado a una difícil tarea, y sabía de antemano que
toda la simiente no daría fruto.
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió
a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la
gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas:
― Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde
del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en
terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era
profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta
de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron.
El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros,
treinta. El que tenga oídos que oiga.
No
recuerdo si esta parábola forma parte de “La vida de Brian”, pero es fácil
imaginar la cara de desconcierto de los oyentes y los comentarios irónicos a
los que se presta. Ni siquiera los discípulos se enteraron de lo que significaba
e inmediatamente le preguntan a Jesús: ¿Por qué les hablas en parábolas?
Explicando lo oscuro con
algo más oscuro
La pregunta sirve para introducir el pasaje más difícil de todo
el capítulo.
― A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de
los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al
que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas,
porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos
la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con
los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de
oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni
entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure. ¡Dichosos
vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos
profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo
que oís y no lo oyeron.
La liturgia permite suprimir la lectura de esta parte y aconsejo
seguir su sugerencia, pasando directamente a la explicación de la parábola.
El sentido de la
parábola
Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno
escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo
sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo
sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en
seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene
una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado en
zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la
seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en
tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese dará fruto
y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.
¿Por
qué la palabra de Jesús no da fruto en todos sus oyentes? Se distinguen cuatro
casos.
1)
En unos, porque esa palabra no les dice nada, no va de acuerdo con sus necesidades
o sus deseos. Para ellos no significa nada la formación de una comunidad de
hombres libres, iguales, hermanos.
2)
Otros lo aceptan con alegría, pero les falta coraje y capacidad de aguante para
soportar las persecuciones.
3)
Otros dan más importancia a las necesidades primarias que a los objetivos a
largo plazo. Dos situaciones extremas y opuestas, el agobio de la vida y la
seducción de la riqueza, producen el mismo efecto, ahogar la palabra de Dios.
4)
Finalmente, en otros la semilla da fruto. La parábola es optimista y realista. Optimista,
porque gran parte de la semilla se supone que cae en campo bueno. Realista,
porque admite diversos grados de producción y de respuesta en la tierra buena:
100, 60, 30. En esto, como en tantas cosas, Jesús es mucho más comprensivo que
nosotros, que sólo admitimos como válida la tierra que da el ciento por uno.
Incluso el que da treinta es tierra buena (idea que podría aplicarse a todos
los niveles: morales, dogmáticos, de compromiso cristiano...).
La
parábola podría leerse también como una llamada a la responsabilidad y a estar
vigilantes: incluso la tierra buena que está dando fruto debe recordar qué
cosas dejan estéril la palabra de Dios: el pasotismo, la inconstancia cuando
vienen las dificultades, el agobio de la vida, la seducción de la riqueza.
Pero este sentido no es el fundamental de la parábola. La llamada a la
responsabilidad y la vigilancia la trata Jesús con otras parábolas y en otros
casos.
Invitación a la fe y al
optimismo: 1ª lectura (Is 55,10-11)
La crisis ante la situación actual
puede venir en muchos casos de que centramos todo en la acción humana. Cuando
nosotros fallamos y, sobre todo, cuando fallan los demás, creemos que todo va
mal. Sólo advertimos aspectos negativos. En cambio, la primera lectura, que usa
también la metáfora de la semilla y el sembrador, nos anima a tener fe en la
acción misteriosa de la palabra de Dios, fecunda como la lluvia, que no dejará
de producir fruto.
Así dice el
Señor:
«Como bajan la
lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la
tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y
pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí
vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.»
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