Comenzamos un nuevo año litúrgico, preparándonos, como siempre, para
celebrar la Navidad. La primera lectura promete la venida de un descendiente de
David que reinará practicando el derecho y la justicia y traerá para Judá una
época de paz y seguridad. El evangelio anuncia la vuelta de Jesús con pleno
poder y gloria, el momento de nuestra liberación. ¿Cómo se explica la unión de
estas dos venidas tan distintas? Lo intentaré con la siguiente historia.
La esposa del astronauta y la
Iglesia
Un día la NASA decidió una
misión espacial fuera de los límites de nuestro sistema solar. Una empresa
arriesgada y larga que encomendaron al comandante más experimentado que poseía.
Cuando se despidió de su mujer y sus hijos, la familia pasó horas ante el
televisor viendo como la nave se alejaba de la tierra.
Los niños, pequeños todos
ellos, preguntaban continuamente: “¿Cuándo vuelve papá?” Y la madre les
respondía: “Vuelve pronto, no os preocupéis”. Al cabo de unos meses, cansada de
escuchar siempre la misma pregunta, decidió organizar una fiesta para celebrar
la vuelta de papá. Fue la fiesta más grande que los niños recordaban. Tanto que
la repitieron con frecuencia. La llamaban “la fiesta de la vuelta de papá”.
Pero la inconsciencia de los niños creaba una sensación de angustia en la
madre. ¿Cuándo volvería su marido? ¿El mes próximo? ¿Dentro de un año? “La
fiesta de papá”, que podía celebrarse en cualquier día del mes y en cualquier
mes del año, se le convirtió en una tortura. Hasta que se le ocurrió una idea:
“En vez de celebrar la vuelta de papá ‒dijo a los niños‒ vamos
a celebrar su cumpleaños. Sabéis perfectamente qué día nació, así que no me
preguntéis más cuándo vamos a celebrar su fiesta.
A la iglesia le ocurrió
algo parecido. Al principio hablaba era de la pronta vuelta de Jesús, la que
menciona el evangelio de este domingo. Pero esa esperanza no se cumplía, y la
iglesia pasó de celebrar su última venida a celebrar la primera, el nacimiento.
Sin embargo, no ha querido olvidar la estrecha relación entre ambas venidas, y
así se explica que encontremos textos tan distintos.
De reyes inútiles y canallas a un rey
justo (Jeremías 33, 14-16)
YA llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré la promesa
que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.
En aquellos días y en aquella hora,
suscitaré
a David un vástago legítimo
que hará justicia y derecho en la tierra.
En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán
tranquilos,
y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”.
En este contexto se entiende la promesa hecha por
Dios a Jeremías de un rey que se llamará “Yahvé es nuestra justicia”. Un
monarca cuyo mismo nombre expresa la estrecha relación de Dios con todo el
pueblo, y que salvará a Judá y Jerusalén mediante un gobierno justo. Frente a
la angustia y la incertidumbre, implantará la tranquilidad.
Lo fundamental es la idea de un monarca que
procura el bienestar del pueblo. En el contexto del Adviento, esta lectura nos
recuerda que Dios no se desentiende de los graves problemas políticos y
sociales de la humanidad.
El amor como preparación a la
Navidad: 1 Tesalonicenses 3, 12- 4,2
Lectura muy importante: indica con qué espíritu
debemos vivir siempre la vida cristiana, en especial estas semanas del Adviento.
Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y
de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así
vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos
e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.
Por lo demás, hermanos os rogamos y os exhortamos en el
Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a
Dios; pues comportaos así y seguir adelante. Pues ya conocéis las instrucciones
que os dimos, en nombre del Señor Jesús.
Esperar y preparar nuestra
liberación: Lucas 21, 25-28. 34-36.
El evangelio comienza con las señales típicas de
la literatura apocalíptica a propósito del fin del mundo (portentos en el sol,
la luna y las estrellas) que provocan en las gentes angustia, terror y
ansiedad. Pero el evangelio sustituye el fin del mundo con algo muy distinto:
la venida de Jesús con gran poder y gloria; y esto no debe suscitar en nosotros
una reacción de miedo, sino todo lo contrario: “cobrad ánimo y levantad la
cabeza porque se acerca vuestra liberación”.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
Habrá signos en el sol y la luna y
las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el
estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la
ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo
serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran
poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se
acerca vuestra liberación.
A continuación, nos dice el evangelio cómo debemos
esperar esta venida de Jesús. Negativamente, no permitiendo que nos dominen el libertinaje,
la embriaguez y las preocupaciones de la vida. Positivamente, con una actitud
de vigilancia y oración.
Tened cuidado de vosotros, no sea
que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de
la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo
sobre todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo
tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y
manteneros en pie ante el Hijo del hombre».