El evangelio de este domingo cuenta el ultimo milagro realizado por Jesús
durante su vida pública. Pero no es uno más; el relato depara interesantes
sorpresas.
El
protagonismo de Bartimeo
En contra de lo que cabría
esperar, el principal protagonista no es Jesús. Este se limita a ir por el
camino y, cuando oye a uno que le grita repetidamente pidiéndole que se
compadezca de él, ni siquiera se acerca para saber qué quiere. Lo manda llamar.
Y cuando tiene lugar el milagro, no se lo atribuye; todo es mérito del ciego.
En cambio, a Bartimeo le
concede el evangelista una atención especial. Aparte de indicarnos el nombre de
su padre (detalle que no se da en otros casos) se describe con detalle todo lo
que hace. Ha elegido un buen sitio para pedir limosna: el camino de Jericó a
Jerusalén, uno de los más transitados. Y cuando se entera de que quien pasa es
“Jesús el nazareno” comienza a gritar pidiéndole que se compadezca de él. En
nuestras calles y en las entradas de las iglesias nunca faltan mendigos. En
general se comportan de forma educada, a veces ni hablan, les basta un gesto.
¿Qué sentiríamos si uno de ellos se pusiera a gritar repitiendo: «Ten compasión de mí»? Reaccionaríamos igual que los que acompañan a Jesús: diciéndole que se
calle. Pero Bartimeo insiste, grita cada vez más. Y cuando consigue que Jesús
lo llame parece que ha dejado de ser ciego. De un salto, sin miedo a tropezar,
deja tirado su manto y marcha hacia él. Entonces ocurre lo más sorprendente.
Tres
finales posibles
Imaginemos lo que podría haber ocurrido para
comprender mejor lo que ocurrió.
Primer final: Cuando Jesús le pregunta qué quiere
de él, Bartimeo no lo duda: una buena limosna. Jesús encarga a Judas que se la
dé, este lo hace a regañadientes, y Bartimeo duda si seguir pidiendo o
marcharse a su casa a descansar.
Segundo final: Cuando Jesús le pregunta qué quiere
de él, no lo duda: «Volver a ver». Jesús, apartándolo de los presentes (como hizo
en otro caso parecido) le toca los ojos y le concede lo que pide. Bartimeo
recoge su manto y vuelve a su casa. Cuando su mujer y sus amigos se recuperan
de la sorpresa, le dicen: «Ya no tienes
excusa para no trabajar». Bartimeo se
arrepiente de haber pedido el milagro.
Tercer final: Cuando Jesús le pregunta qué quiere
de él, no lo duda: «Volver a ver». Jesús no hace nada, pero Bartimeo recupera de
inmediato la vista. Olvidando su manto, su familia, sus amigos, sigue a Jesús
camino de Jerusalén. Esto último es lo que ocurrió.
En aquel
tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego
Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo
limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: "Hijo de David,
Jesús, ten compasión de mí." Muchos lo regañaban para que se callara. Pero
él gritaba más: "Hijo de David, ten compasión de mí." Jesús se detuvo
y dijo: "Llamadlo." Llamaron al ciego, diciéndole: "Ánimo,
levántate, que te llama." Soltó el manto, dio un salto y se acercó a
Jesús. Jesús le dijo: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le
contestó: "Maestro, que pueda ver." Jesús le dijo: "Anda, tu fe
te ha curado." Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
Bartimeo,
los discípulos y nosotros
Cuando leemos este relato en el conjunto del
evangelio de Marcos nos damos cuenta de que tiene una importancia enorme.
Este episodio cierra una
larga sección del evangelio en la que Jesús ha ido formando a sus discípulos
sobre los temas más diversos: los peligros que corren
(ambición, escándalo, despreocupación por los pequeños), las obligaciones que
tienen (corrección fraterna, perdón) y el desconcierto que experimentan ante las
ideas de Jesús a propósito del matrimonio, los niños y la riqueza. Después de
todas esas enseñanzas, el discípulo, y cualquiera de nosotros, puede sentirse
como ciego, incapaz de ver y pensar como Jesús.
En este contexto, la actitud de
Bartimeo, gritando insistentemente a Jesús que se compadezca de él, es un
símbolo de la actitud que debemos tener cuando no acabamos de entender, o no
somos capaces de practicar lo que Jesús enseña. Pedirle que seamos capaces de
ver y de seguirle incluso en los momentos más difíciles.
Otros detalles
interesantes del relato
1. Bartimeo llama a Jesús
“hijo de David”. Es la única persona que le da este título en el evangelio de
Mc. Puede tener dos sentidos: a) Jesús, como “hijo de David”, es el Mesías
esperado, el rey de Israel; aunque inmediatamente antes haya hablado de su
muerte, de que ha venido a servir, no a ser servido, el ciego confiesa su fe en
la dignidad de Jesús y en su poder de curarlo. b) Jesús, como “hijo de David”,
es igual que Salomón, al que las leyendas posteriores terminaron atribuyendo
poder de curaciones. En este sentido se usa con más frecuencia en el evangelio
de Mateo.
2. Es curioso que se
cuente que “soltó el manto” antes de acercarse a Jesús. Parece un detalle
innecesario. Sin embargo, recuerda lo que se ha dicho al comienzo del evangelio
a propósito de los primeros discípulos, que “dejando las redes, lo siguieron”
(Mc 1,18).
3. Aunque Bartimeo piensa
que Jesús puede curarlo, Jesús le dice “tu fe te ha curado”, poniendo de
relieve la importancia de la fe.
4. Este es el único caso
en todo el evangelio en el que una persona, después de ser curada, sigue a
Jesús por el camino. Aunque el texto no lo dice, lo sigue hacia Jerusalén,
hacia la muerte y la resurrección. Una vez más, Bartimeo se convierte en modelo
para nosotros.
1ª
lectura: una imagen vale más que mil palabras
El texto de Jeremías pretende consolar al pueblo
de Israel, desterrado primero por los asirios y luego por los babilonios,
prometiéndole que volverá del norte y de los confines de la tierra. Incluso las
personas menos capacitadas para moverse (ciegos, cojos, preñadas, recién
paridas), volverán a la patria. Las antiguas penas se transformarán en grandes
consuelos.
La relación de la primera lectura con el evangelio
es muy escasa. Este texto de Jeremías quizá se ha elegido porque habla de
ciegos que vuelven a Jerusalén, igual que Bartimeo sigue a Jesús hacia
Jerusalén.