Lo
que ofrezco a continuación:
No es un comentario piadoso, al estilo de la Pasión según
san Mateo de Juan Sebastián Bach, donde el coro y los solistas van intercalando
sus afectos y sentimientos en el texto evangélico. Los evangelios no están
escritos con ese espíritu, sino con enorme sobriedad. Aunque es exagerada la
idea de que el relato de la Pasión parece escrito por un enemigo de Jesús, en
ningún momento pretenden los evangelios fomentar el sentimentalismo.
Tampoco es un comentario exclusivamente histórico, que intenta reconstruir lo
ocurrido a partir de los cuatro evangelistas. Como ocurre en otros momentos de
la vida pública, los evangelios no coinciden en todos los detalles de la
pasión.
Concretamente,
el evangelio de Mateo no cuenta tres episodios conocidos por Lucas: Jesús ante
Herodes (Lc 23,6-12); Jesús y las mujeres de Jerusalén (Lc 23,27-31); la actitud
de los dos ladrones (Lc 23,39-43). Por su parte, Mateo contiene tres episodios
que no aparecen en Marcos y Lucas: anuncio previo de la crucifixión (26,1-2);
final de Judas (27,3-10); los guardias en la tumba (27,62-66).
Además,
incluso cuando coinciden, se advierten también notables diferencias entre los
evangelios. Por ejemplo, ninguno de los evangelios contiene las "siete
palabras" de Jesús en la cruz. Marcos y Mateo sólo refieren una:
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mc 15,34; Mt
27,46). Lucas recoge tres: "Padre, perdónalos..." (Lc 23,34);
"Hoy estarás conmigo en el paraíso" (23,43); "Padre, a tus manos
encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46). Juan, otras tres: "Mujer, ése es
tu hijo... ésa es tu madre" (Jn 19,26); "Tengo sed" (19,28);
"Todo está terminado" (19,30).
Esto
demuestra que los evangelistas no han querido reproducir fielmente lo
ocurrido en la cruz, sino presentar cada uno su punto de vista y su manera de
interpretar el sentido de la muerte de Jesús y su actitud última.
Finalmente, no es un comentario exhaustivo. Me
detendré sólo en las escenas principales, omitiendo algunas otras.
El
relato de Mateo podemos dividirlo en siete secciones, tomando básicamente como
punto de partida los lugares donde se sitúan las diversas escenas. 1)
Preámbulos. 2) Las Pascua. 3) En el monte de los Olivos. 4) En casa de Caifás.
5) Ante Pilato. 6) En el Gólgota. 7) El sepulcro.
I. LOS PREÁMBULOS (26,1-16)
Este
primer apartado lo forman cuatro breves episodios: Jesús anuncia su crucifixión
(26,1-2); complot de las autoridades para matarlo (26,3-5); la unción de
Betania (26,6-13); Judas trata con las autoridades (26,14-16). Mateo sigue
básicamente a Marcos, pero con dos cambios importantes. Añade el primer episodio
y enfoca de modo especial el último.
Conciencia
de Jesús de que va a la pasión
En
Marcos, el relato comienza con la confabulación de las autoridades para matar
a Jesús. Sin embargo, Mateo introduce unas palabras del Señor que demuestras su
conocimiento de lo que va a ocurrir. Este detalle es fundamental para
comprender el sentido de la pasión y muerte de Jesús. No se trata de algo que a
Jesús le ocurre sin darse cuenta. Es consciente de lo que va a pasar. Ya lo
había anunciado a lo largo de su vida. Ahora lo afirma una vez más, cuando
están cerca los acontecimientos.
Al
mismo tiempo, estas palabras suponen en Jesús una decisión de aceptar su
destino. En casos normales, cualquier persona que sabe que le va a ocurrir una
desgracia hace lo posible por evitarla. Jesús, no. Se limita a constatarla.
Curiosamente, las palabras que Mateo le pone en la boca no hablan de
resurrección ni descienden a detalles. Se centran en lo esencial: la muerte de
cruz.
Traición
de Judas
El
cuarto episodio, Judas vende a Jesús (26,14-16), adquiere matices muy
importantes en Mateo. Según Marcos, Judas acude a los sumos sacerdotes para
entregarlo, pero no pide una recompensa por ello; son los sacerdotes quienes se
ofrecen a darle dinero. En Mateo, Judas busca desde el comienzo una recompensa,
que los sacerdotes fijan en treinta monedas.
¿Por
qué ofrece Mateo estos matices? Creo que por dos motivos. El primero, muy de
acuerdo con la mentalidad profética que advertimos en su evangelio, para
denunciar la corrupción que provoca el afán de riqueza. Numerosos textos
proféticos dejan clara la validez de la frase de Quevedo: "poderoso
caballero es don Dinero". Toda la gente se vende a su poder. Y son muchas
las víctimas de la ambición. A esa larga lista se añade ahora Jesús. La
parábola del sembrador decía que "el afán de dinero ahoga la palabra de
Dios y queda estéril". Ahora nos encontramos con que no sólo ahoga la
palabra de Dios, sino que la mata.
Pero,
junto a esto, Mateo ha querido ver en este episodio un nuevo cumplimiento de
algo anunciado en el Antiguo Testamento. Este detalla está muy relacionado con
el episodio de la muerte de Judas, y entonces lo comentaré.
II. CELEBRACIÓN DE LA PASCUA (26,17-29)
La
segunda sección consta de tres episodios: los preparativos de la Pascua
(26,17-19), el anuncio de la traición de Judas (26,20-25) y la institución de
la Eucaristía (26,26-29).
III. EN EL MONTE DE LOS OLIVOS (26,30-56)
Tres
episodios principales constituyen esta sección: el anuncio de la traición de
los discípulos y la negación de Pedro (vv.31-35), la oración del huerto
(vv.36-46), el arresto de Jesús (vv.47-56).
En
el segundo episodio (la oración del huerto), Mt sigue a Mc con cambios muy
pequeños. En ninguno de estos dos relatos aparece el sudor de sangre ni el
ángel consolándolo, que son exclusivos de Lucas. El relato no pretende sólo
contar lo ocurrido, sino que es también de gran valor pedagógico para los cristianos.
En
el conjunto del evangelio, donde raras veces se habla de los sentimientos de
Jesús, llama la atención la insistencia del relato en este aspecto. Es el único
momento en que se dice que Jesús se llena de tristeza y angustia, y que él
mismo lo reconoce. En este momento, no huye física ni psicológicamente, sino
que se refugia en la oración. Mc dice que oró en tres ocasiones, interrumpidas
por el diálogo con Pedro, pero sólo en el primer caso pone palabras en boca de
Jesús. Mt nos indica el contenido de los dos primeros momentos. En el primer
rato de oración, las palabras de Jesús son: "Padre, si es posible, que se
aleje de mí este trago. Sin embargo, no se haga lo que yo quiero, sino lo que
quieres tú". En el segundo, las palabras son: "Padre mío, si no es
posible que yo deje de pasarlo, hágase tu voluntad".
Hay
una diferencia importante de matiz. En el primer caso, parece que Jesús todavía
entrevé la posibilidad de verse libre de la muerte: "si es posible".
En el segundo, parece más consciente de que no cabe otra solución: "Si no
es posible..." Y, en ambos momentos, lo que domina todo es la aceptación
de la voluntad de Dios: "no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres
tú", "hágase tu voluntad". Esta actitud de Jesús empalma
perfectamente con lo que enseña en la tercera petición del Padrenuestro, no en
un contexto genérico, sino en unas circunstancias concretas y muy difíciles.
Indudablemente,
los evangelistas han querido reflejar en esta oración de Jesús la actitud que
debemos tener en los momentos difíciles de nuestra vida y ayudan a comprender
las palabras del Sermón del Monte sobre la oración. Allí se dice: "Pedid y
se os dará, buscad y hallaréis, llamad y os abrirán ... Pues si vosotros, malos
como sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros niños, cuanto más vuestro Padre
del cielo se las dará a los que se las pidas". Estas palabras, mal
interpretadas, pueden llevar a pensar que Dios tiene que darnos todo lo bueno
que le pidamos, y nosotros decidimos lo que es bueno. La oración de Jesús en el
huerto nos enseña a descubrir algo bueno detrás de algo aparentemente absurdo
como el sufrimiento y la muerte.
En
el fondo de todo esto queda un misterio incomprensible: el de la voluntad de
Dios, que no encaja fácilmente con nuestros gustos, ni siquiera con los de
Jesús. Esto puede llevarnos a la idea de un Dios cruel, que se complace en el
sufrimiento y la muerte de Jesús. La verdad es muy distinta. No se trata de que
a Dios le complazca el sufrimiento y la muerte de Jesús, sino que Jesús debe
identificarse plenamente con nuestro destino. El sufrimiento y la muerte son
hechos inevitables en nuestra vida. Todos, en mayor o menor medida, sufrimos. Y
todos tenemos que pasar por el trago de la muerte. En estas circunstancias, si
Jesús no hubiese pasado la misma experiencia, nunca podría habernos comprendido
plenamente, y nunca nos sentiríamos identificados con él. En este sentido es
necesaria la muerte de Jesús, y sólo en este sentido la quiere Dios.
Palabras
contra la violencia
El
tercer episodio (arresto de Jesús) también sigue de cerca a Mc, excepto en los
versos 52-54, que son exclusivos de Mateo. La escena es conocida. Se presenta
Judas con los guardias enviados por los sacerdotes y senadores, da la
contraseña, el beso (al que Jesús responde en Mateo con unas palabras ambiguas;
nada en Mc; claro reproche en Lc: "con un beso entregas al Hijo del
Hombre), lo prenden, y uno de los que están con Jesús hiere con su espada al
siervo del sumo sacerdote cortándole la oreja.
Aquí
es donde Mt introduce sus versos propios, que son una instrucción a los
discípulos sobre la violencia, pero de una violencia muy peculiar, la que se
ejerce para defender a Jesús. En primer lugar, la denuncia como muy peligrosa
humanamente: "el que a espada mata, a espada muere". Además, en este
caso, el recurso a la violencia impediría el cumplimiento de las Escrituras.
Es curioso que esta instrucción sólo se encuentre en el evangelio de Mateo;
probablemente indica que era un problema candente en su comunidad. Frente a los
ataques y críticas de los judíos, algunos podían sentirse animados a usar la
violencia para defender "los derechos" de Jesús. Ni siquiera en este
caso, que puede parecer tan justificado, es lícito el uso de la violencia.
IV. EN CASA DE CAIFÁS (26,57-75)
Dos
episodios forman esta sección: el juicio ante el Sanedrín y las negaciones de
Pedro.
El
Sanedrín
Antes
de entrar en el juicio diré algo a propósito del Sanedrín. En tiempos de Jesús estaba
formado por tres grupos: los ancianos (que representaban la aristocracia
laica), los sumos sacerdotes (antiguos sumos sacerdotes y sus familias) y los
escribas (pertenecientes la mayoría de las veces al partido fariseo). Su número
de miembros era 71. Su autoridad en tiempos de Jesús estaba limitada a los
once distritos de Judea propiamente dicha.
Competencias. El Sanedrín era el foro
competente para tomar decisiones judiciales y medidas administrativas de todo
orden, excepto lo que fuera competencia de los tribunales inferiores o
estuviera reservado al gobernador romano. El Sanedrín era ante todo el
tribunal competente para decidir en última instancia sobre cuestiones relacionadas
con la ley judía. En los casos en los que los tribunales inferiores no llegaban
a un acuerdo, las personas afectadas podían acudir al Sanedrín de Jerusalén.
A
pesar del dominio romano, el Sanedrín conservaba un grado notable de
independencia. No sólo ejercía la jurisprudencia civil conforme a la ley judía,
sino que participaba también en grado notable en la administración de la
justicia criminal. Contaba con una fuerza independiente de policía y
consecuentemente con el derecho a practicar detenciones. Podía juzgar así mismo
casos no capitales. Es objeto de debate si era competente para ordenar la
ejecución de sentencias capitales prescritas por la ley judía sin que fueran
confirmadas sus sentencias por el gobernador romano. La más seria restricción
que sobre él pesaba consistía en que en determinados momentos podían tomar la
iniciativa las autoridades romanas y actuar independientemente.
Las
sesiones. Los días
festivos no había sesión, y mucho menos en sábado. Dado que en los casos
criminales no podía dictarse sentencia hasta el día siguiente al del juicio,
tales casos no se juzgaban en víspera de sábado o de día festivo. No es posible
determinar que todos estos detalles de la Misná se remonten a tiempos de Jesús.
Los juicios sólo podían celebrarse durante las horas del día (por consiguiente,
la de Jesús debió de ser una investigación preliminar).
Los
miembros se sentaban en semicírculo. Delante de ellos se situaban los dos
secretarios del tribunal, uno a la derecha y otro a la izquierda. Frente a los
jueces había tres filas de estudiantes. El acusado debía adoptar una postura
humilde, llevar el cabello suelto y vestir ropas de color negro. En casos que
pudieran implicar la pena de muerte estaban prescritas formas especiales. Se
debía iniciar la vista con el argumento de la defensa, al que seguía el alegato
de la acusación. Nadie que hubiera hablado a favor del acusado podía
pronunciarse luego en su contra, pero lo contrario estaba permitido. Los
estudiantes podían hablar a favor, pero no en contra del acusado.
Las
sentencias absolutorias debían pronunciarse el mismo día en que se celebraba el
juicio, pero las condenatorias tenían que diferirse hasta el día siguiente. Los
votos empezaban por el miembro más joven del tribunal, mientras que en algunos
casos que no implicaban la pena de muerte, la norma era que la votación
empezara por el miembro más experimentado. La mayoría simple era suficiente
para una sentencia absolutoria; para una sentencia condenatoria se requería una
mayoría de dos por lo menos. Cuando doce votaban en favor y once en contra, el
acusado quedaba libre. Doce en contra y once a favor, había que aumentar el
número de jueces en dos más, hasta que se llegaba al número de votos necesarios
para la absolución o la condena. El máximo de jueces al que podía llegarse era
de 71.
Juicio
de Jesús
El
primer episodio comienza con dos noticias muy breves. La primera sobre Jesús,
que es llevado a casa de Caifás (v.57), y la segunda sobre Pedro, que lo sigue
(v.58). Luego se pasa directamente al juicio. El relato del juicio podemos
dividirlo en dos partes. En la primera, se presentan numerosos testigos falsos
cuyo testimonio no sirve para nada y deja el problema sin resolver. En la
segunda, toma la palabra el sumo sacerdote y es él quien interroga y acusa,
llegándose a la condena a muerte de todo el Sanedrín.
La
primera parte supone un esfuerzo descarado por condenar a Jesús a base de
acusaciones falsas que no se concretan, hasta que dos testigos declaran:
"Este ha dicho que puede derribar el santuario de Dios y reconstruirlo
en tres días". Es posible que estas palabras u otras parecidas fuesen
pronunciadas por Jesús en algún momento de su vida; curiosamente, reaparecen
en la cruz (Mt 27,39-40), y san Juan también las trae, aunque en sentido alegórico
(Jn 2,19). Para una persona normal, estas palabras sólo servirían para acusar
a Jesús de loco. Sin embargo, el tribunal "espiritual" podía ver aquí
algo más grave que la locura: la pretensión de atribuirse una autoridad y un
poder divinos, como de hecho hará Caifás (en la formulación de Mc, la acusación
resulta más clara y grave: "Puedo destruir este santuario construido por
manos humanas y en tres días edificar otro no hecho por manos humanas").
En
medio de estas acusaciones, Mateo pone de relieve el silencio de Jesús, incluso
cuando Caifás le invita a defenderse. De nuevo se hace presente la imagen del
Siervo de Yahvé que, "como oveja llevada al matadero, enmudecía y no
abría la boca" (Is 53).
Entonces
toma las riendas del juicio Caifás. Su pregunta está cargada de matices
políticos, y para comprenderla a fondo debemos recordar algo de este personaje.
Un judío de este siglo, Josef Klausner, dice así: "El hecho de que fuera
sumo sacerdote durante cerca de dieciocho años, mientras que sus predecesores,
en tiempos de Grato, no habían estado en funciones más de un año, prueba que
era un hábil diplomático y conocía bien la manera de manejar tanto al pueblo
como al gobernador romano. Un hombre así temía sin duda a un nuevo
"Mesías", pues los saduceos en general no tenían simpatía por las
ideas mesiánicas a causa de su influencia perturbadora y del peligro que
entrañaban para el orden público".
La
pregunta de Caifás la introduce Mt de forma muy solemne: "Te conjuro por
el Dios vivo que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios".
Nosotros podemos darle especial importancia al segundo título: "Hijo de
Dios", pero no es más que una simple explicitación del primero: "el
Mesías", igual que en tiempos antiguos se aplicaba al rey el título de
"hijo de Dios".
La
respuesta de Jesús es más ambigua de lo que puede parecer en la traducción de
la Nueva Biblia Española. Mientras Marcos pone en boca de Jesús las palabras:
"Yo soy", Mateo escribe: "Tú lo has dicho". Y cuando Jesús
sigue hablando sobre el Hijo del Hombre, lo hace en tercera persona, sin
identificarse expresamente con este personaje.
Sin
embargo, Caifás capta o quiere captar la intención profunda de las palabras de
Jesús y lo acusa de blasfemo. Según Bonnard, "hay que reconocer que, en el
fondo, las pretensiones de Jesús eran blasfemas para los oídos judíos
ortodoxos, tanto más que nada atestiguaba en su persona insignificante la
dignidad mesiánica tal como se concebía entonces" (o.c., 582).
A
la condena a muerte siguen las burlas. Es la primera de tres escenas centradas
en este tema. Mientras Mt no se detiene en describir los mayores sufrimientos
físicos de Jesús (flagelación, crucifixión), si prestan mucho interés a estas
escenas burlescas: la primera después de la condena del Sanedrín, la segunda
cuando Pilato lo condena a muerte, la tercera en la cruz. Es posible que esta
insistencia en el sufrimiento moral más que en el físico corresponda a la
situación de los primeros cristianos, donde las persecuciones, insultos y
burlas podían constituir un problema más real que el de los sufrimientos
físicos.
Mateo,
modificando a Mc, da a entender que todos los miembros del Sanedrín participan
en la burla, escupiéndole en la cara y golpeándolo. Y la burla está de acuerdo
con el contexto. Si Jesús ha sido condenado por sus pretensiones mesiánicas,
que haga de Mesías y adivine ahora quién le ha pegado.
Conviene
hacer un alto para tratar brevemente tres cuestiones: las irregularidades del
proceso desde el punto de vista judicial, las causas de la condena de Jesús y
el enfoque personal de Mateo.
1)
Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente sobre los procesos del Sanedrín se
advierten numerosas irregularidades: a) la sesión se celebra de noche; b) no
existe un abogado defensor; c) la condena a muerte está decidida de antemano;
d) se dice que intervienen muchos falsos testigos; e) la condena a muerte se
emite sin esperar al día siguiente.
Algunos
de estos problemas se resolverían considerando esta sesión nocturna como mera
vista previa de la causa. La auténtica reunión habría tenido lugar por la
mañana. Y, si aceptamos que Jesús celebró su última cena el martes o miércoles,
habría tiempo para un proceso regular, por lo que respecta al tiempo. Sin
embargo, esto no resuelve el problema de los testigos falsos ni el de la
justicia de la condena.
2)
Las causas de la condena de Jesús. Para una persona con afición a la historia
es una pena que los evangelistas no hayan consignado esas muchas acusaciones
que se formulaban contra Jesús. Aunque fuesen falsas, serían de enorme interés.
Tal como las presentan Mc y Mt parecen exclusivamente religiosas, mientras en
Juan adquiere mucho relieve el matiz político (ver Jn 11,47-48: "Ese
hombre realiza muchas señales; si dejamos que siga, todos van a creer en él y
vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación"). Sin
embargo, el matiz político no está ausente en Mc y Mt, sino que adquiere un
relieve especial en la pregunta de Caifás a Jesús sobre si él es el
Mesías. Probablemente, las autoridades
judías veían en Jesús un individuo peligroso desde el punto de vista religioso
y político al mismo tiempo, sin que podamos deslindar claramente ambos
aspectos. De hecho, política y religión estaban más estrechamente unidas en
Israel que en la actualidad.
3)
El enfoque personal de Mateo. Comparando el relato de Mt con el de Mc, se
advierte que Mt acentúa la culpabilidad de las autoridades judías en diversos
momentos de la pasión. Indico esos detalles, anticipando algunos episodios: 1)
Mc dice que en el Sanedrín buscaba un "testimonio" contra Jesús; Mt
añade que buscaba "un testimonio falso"; en Mt, el tribunal está
desde el comienzo en contra de Jesús. 2) Cuando llevan a Jesús ante Pilato, Mc
dice que las autoridades "prepararon su plan", y lo llevaron al
prefecto romano; Mt dice que "hicieron un plan para condenar a muerte a
Jesús". 3) El episodio del suicidio de Judas, exclusivo de Mt, también
subraya el cinismo y culpabilidad de las autoridades judías, como veremos. 4)
En el juicio ante Pilato, Mt insiste en el deseo de los sacerdotes y senadores
de matar a Jesús. 5) Al final de este mismo episodio, Mt añade los vv.24-25,
que acentúan la culpabilidad de los judíos en la muerte de Jesús.
Todos
estos detalles confirman algo que hemos venido notando en el evangelio de
Mateo: la tremenda polémica con los judíos. Al mismo tiempo, nos hace caer en
la cuenta de que Mt no es el testigo más imparcial a la hora de reconstruir la
realidad histórica del proceso de Jesús.
Sin
embargo, sin caer en la injusticia de condenar a los judíos como deicidas,
tampoco debemos ser tan ingenuos como para considerar a Caifás y sus compañeros
unos santos. Procesos injustos los ha habido en todos los países y épocas,
saltándose las normas más elementales del derecho. Sería muy raro que no
hubiese ocurrido algo semejante en el de Jesús, cuando la acusación que estaba
por medio comprometía a toda la nación. En cualquier caso, lo que los
evangelistas pretenden subrayar es que la condena a muerte de Jesús fue
absolutamente injusta. Y en esto debemos darles la razón, a no ser que pensemos
que siempre, en cualquier momento, es preferible que muera uno por todo el
pueblo.
V. JESÚS ANTE PILATO (27,1-31)
Esta
larga sección está compuesta por cinco episodios: 1) Jesús llevado ante Pilato
(27,1-2); 2) muerte de Judas (27,3-10); 3) interrogatorio ante Pilato (27,11-14);
4) Jesús y Barrabás (27,15-26); 5) burlas de los soldados (27,27-31). De ellos,
el de la muerte de Judas es exclusivo de Mateo.
Suicidio
de Judas
La
segunda escena (suicidio de Judas) es exclusiva de Mateo. El evangelista quiere
subrayar cuatro cosas: la inocencia de Jesús, reconocida por el mismo que lo
traicionó (v.4); la tragedia de Judas, que termina ahorcándose; el cinismo de
los sacerdotes, que no se andan con escrúpulos de condenar a un inocente y sí
sobre la forma de emplear el dinero; el cumplimiento de una profecía.
Desde
un punto de vista histórico, resulta muy difícil admitir que esto ocurriese en
el momento en que lo sitúa Mateo, cuando los sumos sacerdotes y senadores han
llevado a Jesús ante Pilato. Sin embargo, desde un punto de vista literario, el
episodio está muy bien situado: antes de que Pilato emita su veredicto, el
testimonio de Judas podría haber bastado para salvar a Jesús. Pero las
autoridades han tomado ya su decisión.
Por
otra parte, la versión que ofrece Hech 1,16-20 sobre la muerte de Judas difiere
mucho de la de Mateo.
Interrogatorio
ante Pilato
La
escena ante Pilato (11-14) es muy breve. Una pregunta sencilla y directa, con
una respuesta clara. Luego el silencio de Jesús, subrayado por dos veces (sólo
una en Mc), cuando lo acusan las autoridades y cuando lo interroga
reiteradamente Pilato. La escena resulta algo extraña, por el aparente deseo de
Pilato de actuar con justicia y su paciencia con un reo que no ayuda nada a su
absolución. Mateo ofrece más adelante la explicación de que Pilato sabía que
se lo habían entregado por envidia (v.18). Incluso en esta hipótesis, su
actitud, en una persona como él, famosa por su injusticia, sólo se explicaría
por el deseo de llevar la contraria a las autoridades, cosa nada extraña. De
todos modos, la perspectiva de Mateo será la de culpar a las autoridades judías
haciendo caer sobre ellas toda la responsabilidad de lo sucedido.
Jesús
o Barrabás
En
esta misma perspectiva se mueve la escena cuarta, cuando hay que elegir entre
Barrabás y Jesús. Mt construye una escena más coherente. Según Mc, mientras se
está tratando el juicio de Jesús aparece un grupo distinto pidiendo la
liberación de un preso, y Pilato aprovecha la ocasión para intentar salvar a
Jesús. En Mt, es el mismo Pilato quien se basa en esta costumbre para plantear
la alternativa entre Barrabás y Jesús. Como detalle propio de Mateo tenemos la
misiva de la mujer de Pilato, que pone de manifiesto la revelación que tiene
esta mujer pagana de la inocencia de Jesús, pero que no tendrá repercusión
alguna en los sucesos posteriores. Inmediatamente luego tenemos otros de esos
detalles típicos de Mt para culpar a las autoridades judías. Mientras en Mc
"los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que les entregara
mejor a Barrabás", Mt es mucho más duro: "los sumos sacerdotes y los
senadores convencieron a la gente de que pidieran a Barrabás y que muriese
Jesús". Los famosos vv. 24-25, (Pilato se lava las manos, exclusivo de
Mt) vuelven a acentuar la culpabilidad de los judíos y son como una manera de
firmar su condena para el año 70.
VI. EN EL CALVARIO (27,32-61)
Más
que distintas escenas, que serían muy breves, tenemos aquí pinceladas rápidas
que forman un cuadro. En el conjunto, son fundamentales las tres referencias a
Jesús como Hijo de Dios. Los que pasaban primero (39-40), las autoridades
después (41-43) utilizan este título para burlarse de Jesús. Al final, el
capitán romano y los soldados reconocen que "verdaderamente, este era el
Hijo de Dios" (v.54).
Las
burlas en la cruz
Y
llegamos a un episodio fundamental, el de las burlas en la cruz. Mateo y Marcos
quieren dejarnos la impresión de que todos, la gente que presencia el
espectáculo, las autoridades, incluso los dos ladrones, se burlan de Jesús.
Pero el episodio de Mateo, con un brevísimo añadido ("si eres hijo de
Dios"), podemos leerlo también como las últimas tentaciones de Jesús,
paralelas a las del comienzo de su vida. Aquí no será Satanás quien lo tiente,
sino gente normal y corriente.
La
primera tentación procede de toda la gente que pasa por allí. Se basa en la
pretensión de Jesús de destruir el templo y reconstruirlo en tres días, algo
que toman a burla. Y concluyen: "Si eres Hijo de Dios, sálvate y baja de
la cruz". Que se deje de palabras, y demuestre su poder con las obras.
La
segunda procede de las autoridades judías: sumos sacerdotes, escribas y
senadores. Supone un nuevo paso, porque parecen reconocer el poder de Jesús
para salvar a otros. Pero se lo niegan para salvarse a sí mismo. "Si es el
Rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él".
La
tercera tentación (exclusiva de Mt) proviene de este mismo grupo y llega a lo
más profundo: "¡Había puesto en Dios su confianza! Si de verdad lo quiere
Dios, que lo salve ahora, ya que decía que es Hijo de Dios". Lo que se
pone aquí en crisis no es el poder de Jesús, sino la simple pretensión de que
Dios lo quiera. Esta tentación es la que puede llegar más honda y resultar más
difícil de superar.
Ante
estas nuevas tentaciones, Jesús no responde nada. No hay citas bíblicas, como
al comienzo, con las que refutar las sugerencias del diablo.
La
palabra de Jesús en la cruz
Parece
como si en su alma ocurriese lo mismo que en el exterior. Una tiniebla profunda
desde la hora sexta hasta la nona (desde la doce del mediodía hasta las tres de
la tarde). Y Jesús pronuncia entonces las palabras iniciales del Salmo 22:
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" ¿Qué sentido tienen
en su boca? Unos las mantienen como simple reflejo de la tragedia que Jesús experimenta
en ese momento: la soledad y el abandono de Dios. Otros prefieren interpretar
las cosas de forma menos dramática. Para ellos, Jesús no expresa su
desconcierto, sino que comienza a rezar el Salmo 22, un salmo que habla de los
más terribles sufrimientos, pero que termina en un canto de victoria.
Mc
y Mt, los únicos que recogen estas palabras de Jesús, no dan pistas de
solución. Pasan a contar la reacción de los presentes, de forma mucho más
lógica Mt que Mc.
Lo
último que cuentan los dos primeros evangelistas es que Jesús dio un gran grito
y exhaló el espíritu. Lucas, con su: "Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu", y Juan con sus palabras: "Todo está consumado",
parecen quitar cierta dureza al terrible dramatismo de Mc y Mt. Sin embargo,
en el relato de Mc, el grito de Jesús al momento de morir es una prueba de su
poder. Una persona que lleva horas colgada en una cruz, respirando dificultosamente,
no puede pegar un grito. Por eso, el centurión, al ver que Jesús muere de esa
forma, dice: "Verdaderamente, este hombre era hijo de Dios". Mateo
cambia el conjunto, y en él el grito de Jesús parece un simple recuerdo de lo
dicho por Mc.
Según
Mc, al morir Jesús tiene lugar un portento: "la cortina del santuario se
rasgó en dos de arriba abajo". Es el símbolo de un mundo que termina, de
que lo invisible se hace visible. A este detalle, Mt añade otros que pueden
parecernos extraños, pero de gran valor simbólico. La muerte de Jesús supone
el culmen de su debilidad. No ha podido salvarse a sí mismo. Y parece también
el culmen del abandono de Dios: no lo ha salvado. Sin embargo, la muerte de
Jesús va a ser una auténtica teofanía, una manifestación tremenda de poder en
dos ámbitos: en la naturaleza, con el terremoto y las rocas que se rajan; en
el ámbito de los muertos, donde muchos cuerpos resucitan y se aparecen más
tarde en la ciudad santa. Estos prodigios resultan desconcertantes al lector
moderno. Pero entran en la lógica de los antiguos judíos. Véase el texto
siguiente, tomado del Talmud de Jerusalén:
«Al morir Rabí Aha, se vieron
estrellas en pleno mediodía. Al morir rabí Hanan, las estatuas se doblaron. Al
morir rabí Yohanan, las imágenes pintadas se doblaron... Al morir rabí Janini
de Berato Horón, el lago de Tiberíades se dividió... Al morir rabí Isaac ben
Eliasib, se derrumbaron setenta dinteles de casas que se bamboleaban en
Galilea; se dice que habían resistido hasta entonces por el mérito de aquel
rabino. Al morir rabí Samuel ben Isaac, fueron arrancados los cedros de la
Tierra santa... durante tres horas, truenos y relámpagos surcaron la tierra, en
testimonio de la buena conducta del anciano... Al morir rabí Yassa ben Halafta,
los arroyos de Laodicea se llenaron de sangre; se dice que era una alusión a
que aquel rabino había arriesgado su vida por cumplir el precepto de la
circuncisión. Al morir rabí Abahu, lloraron las columnas de Cesarea» (Tratado Abodá Zará 3,1).
La
idea de fondo es clara. Cuando muere un personaje importante, que ha tenido
especial relación con Dios, siempre ocurre algún portento. En este contexto
cultural, resulta evidente que los evangelistas no pueden contar la muerte de
Jesús sin añadir algún detalle prodigioso que signifique la importancia de su
persona y simbolice la transcendencia de su obra. En todos estos casos, lo importante
no es lo que se cuenta (pura ficción), sino lo que se quiere dar a entender (la
especial relación de ese hombre con Dios).
Ante
esta teofanía, los únicos que perciben su sentido son el centurión "y los
que estaban con él".
La
última noticia se refiere a las mujeres que estaban presentes "mirando
desde lejos", y a la sepultura de Jesús. La noticia tiene algo de
consolador y de trágico al mismo tiempo. Consolador, por la presencia; trágico,
por la lejanía. Por otra parte, las mujeres comienzan a adquirir una
importancia capital en el relato: ellas serán las únicas testigos de la muerte
y de la resurrección de Jesús.
VII. EN EL SEPULCRO (27,62-66)
La
última sección está compuesta por dos breves episodios, uno basado en Mc (la
sepultura de Jesús) y otro exclusivo de Mt (los guardias).
Los
guardias en la tumba
El
segundo, exclusivo de Mt, se basa en la polémica antijudía, para demostrar la
realidad de la resurrección de Jesús. Sólo aquí aparecen los fariseos en el
relato de la Pasión.
RESUMEN FINAL
1.
El enfoque cristológico: Jesús es consciente de que va a la pasión.
2.
El enfoque jurídico: injusticia del proceso y culpabilidad de las autoridades
judías.
3.
Otras ideas teológicas: los paganos son los que perciben mejor la inocencia y
dignidad de Jesús. La mujer de Pilato, el centurión en la cruz (que empalma con
la visita de los Magos).