Las instrucciones de Jesús a los
discípulos cuando los envía de misión, en el evangelio de Mateo se dirigen a
los Doce, pero en el de Lucas a setenta y dos. En la perspectiva de Lucas, la
misión no es obra de un pequeño grupo de selectos; si el mensaje del evangelio
se difundió por el imperio romano fue gracias a gran número de personas
anónimas, igual que ocurre en nuestros días.
Tres advertencias previas sobre
el evangelio
1) Entre el
envío de los setenta y dos y su vuelta introduce Lucas otras palabras de Jesús
(sobre Corozaín y Betsaida, etc.), que la liturgia ha suprimido.
2) El
discurso de Jesús tiene unas palabras muy duras contra los pueblos que no
acojan a los discípulos; en nuestra época tan políticamente correcta pueden
escandalizar a algunas personas.
3) En
consecuencia, la liturgia ofrece la posibilidad de dos lecturas: una larga y
otra breve (en ningún caso el texto completo de Lucas 10,1-20).
Lectura breve, políticamente
correcta (Lucas 10, 1-12)
En aquel tiempo, designó el
Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los
pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
‒ La mies es abundante y los
obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino!
Mirad que os mando como
corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no
os detengáis a saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta
casa." Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si
no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo
que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa.
Si entráis en un pueblo y os
reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid:
"Está cerca de vosotros el Reino de Dios."
Curiosamente, lo primero que deben hacer los setenta y
dos es rezar para que el Señor envíe operarios a su mies. El tema empalma con
el del domingo pasado, a propósito de los tres casos de vocación. Jesús hablaba
con tanta dureza que parecía no querer seguidores. Aquí queda claro que son
absolutamente necesarios y hay que pedir al dueño de la mies que los envíe. El
dueño de la mies no es Dios Padre, sino el mismo que Jesús, que les ordena
ponerse en camino. Con una advertencia y unas órdenes.
La advertencia: no van a una labor fácil ni agradable.
Van como corderos en medio de lobos. Mateo, cuando copia esta frase, añade una
otras palabras de Jesús: “sed prudentes como serpientes y sencillos como
palomas”. Haced lo posible para que el lobo no os coma. Pero Lucas ve otro tipo
de peligro en los lobos y otra forma de afrontarlo. El peligro no es la
dentellada que provoca la muerte sino la que desprestigia y tira por tierra el
mensaje del evangelio. El imperio romano estaba repleto de grupos y
predicadores religiosos parecidos a muchos de los actuales que utilizan la
religión como forma de ganarse la vida. Por eso, la mejor forma de evitar las
dentelladas de los lobos es llevar una forma de vida totalmente pobre y austera:
No llevéis talega, ni alforja, ni
sandalias. La talega
hace referencia al dinero, la alforja al alimento, las sandalias al vestido.
Luego añade unas palabras que
sólo se encuentran en su evangelio: y no os detengáis a saludar a nadie por
el camino. Eso mismo le dijo el profeta Eliseo a su criado Guejazí, un día
que lo envió a una misión urgente (curar al hijo de la sunamita). Lucas, que
conocía el Antiguo Testamento de memoria, pensó que este momento era el
adecuado para poner en boca de Jesús las mismas palabras. La misión de los
discípulos es urgente, no se puede perder el tiempo charlando a mitad de
camino.
¿Qué hacer cuando llegan a un
pueblo o aldea? Jesús concede una importancia capital al alojamiento,
insistiendo en no cambiar de casa. Probablemente refleja su experiencia
personal; y Lucas, la de los primeros misioneros. El cambiar de casa puede
provocar muchos celos y tensiones.
Las palabras siguientes resultan
extrañas en este sitio: Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo
que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de
vosotros el Reino de Dios." Los discípulos ya
habían llegado a un pueblo y habían sido bien acogidos por una familia, que les
da de comer. Si Lucas hubiera escrito con ordenador, quizá hubiera marcado
bloque, cortado y pegado, cambiando el orden de las frases. O quizá no, porque
este orden ilógico deja para el final, dándole mayor importancia, la misión de
los discípulos: curar a los enfermos y anunciar la cercanía del Reino de Dios.
Continuación, políticamente incorrecta (Lucas 10,17-20)
Cuando entréis en un pueblo y
no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro
pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De
todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." Os digo que aquel día
será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.
[Aquí sigue la condena de Corozaín y Betsaida, dos ciudades galileas que no
aceptaron a Jesús, para que no se extrañen los discípulos si son rechazados; y
otras palabras sobre los que les prestan atención, que es como si escuchasen a
Jesús y a Dios Padre].
Los setenta y dos volvieron
muy contentos y le dijeron:
‒ Señor, hasta los demonios se
nos someten en tu nombre.
Él les contestó:
‒ Veía a Satanás caer del
cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y
escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin
embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres
porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.
Lectura del libro de Isaías
66, 10-14c
El texto,
muy poético, puede desconcertar al lector moderno. Por eso comienzo con dos
aclaraciones:
1) Para un
judío, Jerusalén representa infinitamente más que para un católico Roma o el
Vaticano. Desde el siglo VI a.C. hasta el tiempo de Jesús, que fueron los
siglos más duros en la historia de Judá (dominio sucesivo de babilonios,
persas, griegos y romanos), la mayor esperanza se centraba en la gloria y
esplendor de Jerusalén. El tema aparece en numerosos textos proféticos y
Salmos.
2) Jerusalén
es representada como ciudad y como madre. Como ciudad, quedó totalmente
destruida después de la conquista de los babilonios en el año 586 a.C. Como
madre, se vio desprovista de hijos, porque fueron deportados. Y los hijos, a su
vez, están desprovistos del alimento y el cariño de su madre.
En este
contexto, el profeta proclama su mensaje utópico, centrado en la vuelta de los
hijos a su madre, la mayor alegría para Jerusalén y el mayor consuelo para los
desterrados. También habla, en el centro, de la paz y la riqueza que inundarán
la ciudad. Un mundo maravilloso de alegría, consuelo, paz y esplendor.
¿Cómo se
consigue? ¿Qué deben hacer los judíos? Según este poema, nada. Todo lo hace
Dios. Es él quien hace derivar hacia Jerusalén la paz y la riqueza de las
naciones; es él quien consuela. Es él quien manifiesta a sus siervos su poder
(su mano), como dice la última frase del poema.
Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis,
alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto.
Mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos,
Mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos,
y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes.
Porque así dice el Señor:
Porque así dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz,
como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán;
Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré
yo,
y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo, se alegrará vuestro corazón,
Al verlo, se alegrará vuestro corazón,
y vuestros huesos florecerán como un prado;
la mano del Señor se manifestará a sus siervos.
El contraste entre la
lectura de Isaías y el evangelio
El mundo
utópico de Isaías, el esplendor de Jerusalén, se realiza sin esfuerzo alguno,
por pura obra de Dios. En cambio, el mundo utópico que predican Jesús y los
discípulos conlleva mucho sacrificio y esfuerzo. Además, es un mensaje que
puede ser rechazado, como le ocurrió al mismo Jesús en Corozaín y Betsaida.
Pero la última palabra es de victoria y esperanza: Satanás, símbolo de la
oposición al evangelio, cae del cielo como un rayo, mientras que los discípulos
triunfan sobre los espíritus inmundos y, sobre todo, sus nombres están escritos
en el cielo.
Además, y esta es la gran aportación de Lucas, esos
discípulos enviados a la misión no son un grupo de selectos. Todos hemos
conocido gente que nos ha hecho gran bien desde el punto de vista humana y
cristiano, que nos han anunciado el Reino de Dios. Y también nosotros hemos
llevado y debemos llevar adelante esa tarea, a veces dura, y muchas veces con
sensación de fracaso. Pero esto no es motivo para dejar de esperar en el
triunfo de la utopía.